El presidente venezolano, Nicolás Maduro, afirmó este jueves en la noche que luego del pago por 1.122 millones de dólares que se hará efectivo mañana, “decreta” la “reestructuración” de la deuda de la República Bolivariana de Venezuela.
Dicha deuda, que era de USD $21 mil millones cuando Hugo Chávez llegó al poder, en 1999, es hoy de USD $184.700 millones, y fue contraída, en su inmensa mayoría, entre 2007 y 2012, cuando el difunto mandatario no solo dilapidó todo lo que le ingresó por renta petrolera (y que se estima en 1,5 billones de dólares), sino que además se endeudó para financiar su farsa socialista.
Maduro, heredero de las ruinas, hombre, sin duda, de pocas luces y menos formación, cree que puede obligar a los tenedores de los bonos de Pdvsa y de la República Bolivariana de Venezuela a sentarse en una mesa de negociación para la cual puso como jefe de la delegación venezolana a Tareck El Aissami, vicepresidente del país, lo que ya es un primer inconveniente: no solo porque El Aissami tiene escaso (o más bien nulo) conocimiento en Economía, sino porque es uno de los funcionarios sancionados por la Oficina de Control Activos en el Exterior (OFAC) de Estados Unidos. Es decir, ningún tenedor de bonos o fondo de inversión de ese país puede sentarse a conversar con él nada que vaya más allá del clima, los partidos de beisbol del día anterior o de lo guapas que son las venezolanas.
¿Cuáles son los escenarios que se abren? Por el momento, catastróficos. Maduro, que culpa a una supuesta “guerra económica” de la escasa disposición de los tenedores de bonos a negociar la deuda venezolana, puede poner a los 30 millones de habitantes de su país ante un escenario de miseria sin límites, si, como es previsible, los acreedores de Venezuela se niegan a sentarse a negociar y exigen su dinero.
El último país que tomó una posición semejante fue Argentina, que en 2001 cayó en default, y desde 2005 mantenía una controversia con los llamados “fondos buitres” que solo se saldó en 2016, con Mauricio Macri en el poder. La situación argentina, sin embargo, salvo en 2001, distaba mucho de la desesperada crisis venezolana, un país que apenas ayer vivió su primer mes de hiperinflación (50,6 %) en toda su historia, y cuya deuda externa equivale a 430 % de sus exportaciones.
Este año, aún Venezuela tiene que pagar un bono de Pdvsa por 500 millones de dólares en diciembre, y el próximo año, sus compromisos alcanzan los $8 millardos. Según Maduro, “Vamos a hacer un reformateo completo de los pagos externos para hacer un equilibrio y cubrir las necesidades del país”. Que el mercado lo acepte, está por verse. Quizás, como en el caso de Argentina, algunos se acojan a una negociación y otros no, pero mientras no se acojan todos, los mercados exteriores permanecerán cerrados.
Los escenarios
Venezuela ya sabe lo que es una negociación leonina con el canje (swap) del bono Pdvsa 2017, al que, para canjear hasta 2020, tuvo que cancelar mayores tasas de interés y un mayor descuento del que tenía el bono antes del canje. Aún así, apenas logró una tasa de intercambio de aproximadamente la mitad de los tenedores de los bonos.
El país, además, no cuenta con la ayuda de los organismos multilaterales, por una razón muy sencilla que ayer mencionaban varios economistas venezolanos, desde José Guerra hasta Luis Oliveros: Sin un programa económico coherente, ningún multilateral querrá poner su dinero en Venezuela, y (casi) ningún tenedor de bonos aceptará una reestructuración.
Volvía a quejarse Maduro hoy de que no contaba con apoyo para la reestructuración de la deuda en los mercados, a pesar de que Venezuela ha sido un pagador puntual. Olvida Maduro, como casi todos los ignorantes en Economía, que la capacidad de crédito no proviene de lo que se haya pagado en el pasado (lo cual sin duda es un indicador importante, pero no decisivo), sino de lo que se pueda pagar en el futuro.
Se entenderá perfecto con un caso personal: Una persona rica de cuna que haya dilapidado su fortuna familiar puede haber pagado puntualmente 50 años de créditos, pero ningún banco le prestará hasta que sepa cómo puede pagar en los próximos 10, o 20 años.
La decisión de Maduro puede poner, y pondrá, a su país, en aprietos mucho más graves que los que hasta ahora ha sufrido. La deuda venezolana, mañana, no valdrá nada; el bolívar, ya deteriorado, se disparará. Al menos esa sería la reacción coherente de los mercados. Sorprende, a esta hora, la escasa repercusión de los anuncios del presidente venezolano, tanto a lo interno como a lo externo.
Si los mercados cierran a Venezuela los mecanismos de financiamiento de corto plazo, la crisis venezolana se pondrá mucho peor el año que viene, incluso sin considerar potenciales congelamientos o incautaciones de activos. Si algunos aceptan negociar y otros no, como en el caso argentino, la situación será un poco más manejable, pero incluso así, a los argentinos se les cerró el mercado durante tres lustros.
¿Y si hay manipulación?
Dos analistas económicos consultados por PanAm Post, quienes declararon en condición de anonimato, destacaron dos cosas fundamentales: La primera es la admisión de Nicolás Maduro de que se le acabó el dinero. La segunda, la preocupación compartida por ambos de que pudiera estar ocurriendo una manipulación de los bonos venezolanos por algunos de sus tenedores, que también serían venezolanos, y miembros del alto Gobierno, con acceso a tumbar o hacer subir los mercados para lucrarse.
De hecho, uno de ellos calificó de “brutal” la manipulación ocurrida durante el último mes, en el que ha habido grandes fluctuaciones, precisamente por la incertidumbre sobre la capacidad de pago del Gobierno de Maduro.
Desde por lo menos 2013, se especula que capitales venezolanos, ligados a la boliburguesía, han sido compradores de bonos venezolanos, con lo cual han legitimado sus capitales, y se han asegurado de que los pagos se realicen, con las tasas de interés más altas del mundo. El anuncio de Maduro, sin embargo, comprometería a algunos de esos capitales por primera vez.
La Securities Exchange Commission, para la cual cualquier manipulación del mercado es un hecho punible con prisión, puede comenzar a estar más atenta a los bonos venezolanos. Uno de los economistas consultados por PanAm Post consideró “muy extraño” el anuncio de Maduro, apuntando, precisamente, a una manipulación del mercado, porque “los bonos se van a desplomar hoy, luego de que estuvieron subiendo fuertemente desde ayer”.
La pregunta, como en los crímenes, es quién se beneficia de la decisión.
Ojalá por una vez el beneficiado sea el pueblo venezolano.