
Alguien dijo una vez que los libertarios logramos fácilmente acuerdos cuando de economía se trata, pero que jamás lo lograremos si al meternos en este laberinto moral que es el aborto. En efecto, hay quienes priorizan la libertad de la mujer sobre su cuerpo mientras otros argumentan que el feto también tiene libertad de existir.
En Uruguay, desde 2012, las leyes parecieran favorecer al primer grupo. El aborto no es penalizado siempre y cuando la mujer siga determinados procedimientos (detallados en la misma ley) y sea dentro de las primeras doce semanas de gestación.
- Lea más: Guatemala apresa barco de ONG holandesa que practica aborto en aguas internacionales
- Lea más: PanAm Podcast: el debate liberal sobre el aborto
Desde la despenalización formal del aborto, el debate parecía estar cerrado en tierras orientales: sería la mujer quien decidiría si continuaría con el embarazo o no.
Sin embargo (y para saber esto sólo basta estar vivo) la vida es demasiado compleja para las leyes y regulaciones: la realidad las sobrepasa, las disminuye.
En Uruguay, luego de una corta relación, una mujer de apenas diez semanas de gestación decidió interrumpir su embarazo. Su expareja (el padre del feto) presentó un recurso de amparo y, en fallo inédito, la jueza Pura Concepción Book ordenó que se frenara el procedimiento. El caso acaparó la atención en países vecinos, en México, en España, en la BBC.
El progenitor argumentó que no sólo quería tener a ese hijo, sino que además tenía los medios pertinentes para hacerse cargo de la criatura.
Las razones por la que el fallo es catalogado de inédito son básicamente dos: uno, tal situación es en apariencia tan impensable que la ley (reitero, pequeña ante las complejidades de la vida real) jamás consideró tal escenario y dos, desde que el aborto está despenalizado no ha habido precedentes similares que exijan cambios en la mencionada ley.
Uruguay es un país que intenta, hace décadas, llegar a los tres millones y medio de habitantes. Aún no ha tenido éxito. Cada ciudad es de cierta manera un pueblo, incluso Montevideo. Las redes sociales ayudan a reforzar la imagen pueblerina: todos hablamos con todos, todos nos conocemos.
Los rumores nacieron, crecieron y aprendieron a hablar por sí mismos en el transcurso de estas dos semanas, desde que el caso salió a la luz. Todos parecían conocer a la expareja en cuestión y todos opinaron, los que demonizaban a la progenitora y los que hacían su parte con el progenitor.
Tomaron la bandera (por supuesto) las infaltables feministas, todas y cada una lo hicieron un caso propio, de su mismo vientre. “El macho sigue decidiendo sobre nuestros cuerpos” fue una consigna diaria. No faltaron los chistes sobre el nombre de la jueza, ni quienes hablaron de una supuesta relación entre ella y el Opus Dei, o entre el abogado del progenitor y el Opus Dei. En fin, rumores de pueblo sin confirmación alguna.
El viejo y jamás querido “si te gustó abrir las piernas, ahora hazte cargo” no brilló por su ausencia, tristemente.
Ambos lados banalizaron la complejidad del asunto a sangre fría, especulando sobre cualquier pormenor imaginable, desagarrado los límites de la decencia, el respeto por el otro y el buen gusto.
De cualquier manera, quitando todas las particularidades que hacen de un caso un caso A y no otro caso B, el debate demostró no estar muerto. Hombre o mujer, de izquierdas, derechas o libertarios, la despenalización del aborto es y será siempre un tema delicado sobre el cual no es aconsejable opinar de buenas a primeras.
Desde que el aborto está despenalizado en Uruguay, la práctica ha crecido en casi un 10 %, con casos de mujeres recurriendo al procedimiento más de una vez y siendo más común en la capital que en el resto del país y favoreciendo levemente a salud pública.
¿No tiene el padre derecho alguno sobre la vida de su hijo o hija? Si el progenitor es obligado a “hacerse cargo” de un niño no deseado mediante reconocimientos legales, pensiones y demás ¿por qué la ley ha de concederle a la mujer una libertad que su contraparte masculina no tiene? Y sobre todas las cosas ¿es justo para con el niño o niña ser obligado a nacer cuando abiertamente no se le desea? ¿Cómo se le dice a un niño que fue legalmente forzado a existir?
Las preguntas sobrepasan las respuestas, y las respuestas no sean seguramente las mismas para todos los contextos y peculiaridades.
Este caso en particular no se extendió en el tiempo: la mujer sufrió un “aborto espontáneo” debido al alto nivel de estrés y el abogado del progenitor, Federico Arregui, prometió hacer una “denuncia penal” contra la progenitora según voluntad de su patrocinado.
El silencio reina en el pueblo.