La semana pasada falleció Fidel Castro y, al parecer, muchos ignoran el talante asesino del eterno dictador. O bien, como lo hace la revista Semana, la más importante de Colombia, le conceden el indulto por ser comunista. Las declaraciones de esta revista, como las de decenas de medios de comunicación que se negaron a llamarlo “dictador” y se dedicaron a utilizar frases ridículas como “líder revolucionario”, dejan un mensaje claro, al parecer cuando el asesino es de izquierda los muertos no valen. Cito una frase del artículo publicado en Semana: «Muertos, tiene muchos encima. Sin embargo, sería injusto llamarlo asesino».
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Parece, entonces, que no está de más recordar el nivel de maldad del hombre al que la revista colombiana cataloga como “liberador”. Quizás uno de lo más terribles hechos ocurridos durante su eterna dictadura, que sigue aun cuando el tirano murió, es la existencia de campos de trabajo forzado, que al parecer muchos ignoran y de los que no se habla en ninguno de los documentales del “barbudo romántico” que pululan en la televisión por estos días.
UMAP, Unidades Militares de Ayuda a la Producción, así se llamaban los campos de trabajo forzado en los que se esclavizaron a más de 35.000 cubanos. Los torturados por el “liberador” debían realizar trabajos agrícolas desde el amanecer hasta el anochecer. Se ponían “cuotas de rendimiento” y quien no cumpliera con lo establecido era castigado, por ejemplo, siendo privado de alimentos. Confinados en barracas cercadas con alambres eléctricos, y tratados como esclavos, religiosos, hippies y homosexuales eran “rehabilitados” por los hombres del dictador.
Como lo relata uno de los testigos del documental “Conducta impropia” dirigido por Néstor Almendros y Orlando Jiménez, en los campos de trabajo forzado se podían encontrar básicamente tres grupos: homosexuales, religiosos y los acusados de “conducta impropia”, categoría en la cual podría caber cualquiera que los hombres del dictador quisieran esclavizar. Es decir, en Cuba no se podía ser gay, testigo de Jehová, ni tener el pelo largo y lucir como hippie porque te podían llevar a un campo de concentración.
Las pruebas del horror que vivían los homosexuales en la isla son tantas que el mismo Fidel ha admitido su culpa. “Si alguien es responsable, soy yo”, afirmó en una entrevista, refiriéndose a la persecución contra la comunidad homosexual en Cuba. Además ha hecho declaraciones como la siguiente: “Nunca hemos creído que un homosexual pueda personificar las condiciones y requisitos de conducta que nos permitan considerarlo un verdadero revolucionario.”
A pesar de todo esto, a Fidel se lo llama “liberador”, y al igual que al Che Guevara, quien también era un reconocido asesino de homosexuales, la comunidad gay parece no condenarlo. La izquierda ha sido tan hábil que logró incluso que se asociara a su causa la defensa de los homosexuales. Pero nada más alejado de la realidad. Hay que recordar que los grandes líderes del comunismo, desde Stalin hasta Kim Jong-un, han sido abiertamente homofóbicos. Al respecto la izquierda tiene, como decimos en Colombia, “rabo de paja”.
A los grupos de izquierda que se han atribuido las luchas por la igualdad ante la ley y la tolerancia a grupos LGBTI, parece que se les olvida que, por ejemplo, personajes como Stalin, el gran líder comunista y uno de los peores asesinos que haya visto el mundo, instauró durante su dictadura leyes contra la homosexualidad que fueron introducidas en los códigos penales de las repúblicas soviéticas. La represión general a los homosexuales no es nada nuevo dentro de los regímenes comunistas.
Ahora bien, desde luego que Fidel sentía asco y repudiaba a los homosexuales, como abiertamente lo declaró, sin embargo, detrás de sus campos de concentración que buscaban “rehabilitar” a quienes consideraba “desviados”, existe también un evidente interés económico. Como todo comunista, el “líder revolucionario” siempre vivió a costa del pueblo esclavizado. No por nada, según la revista Forbes, el dictador que supuestamente buscaba el bienestar de los más pobres estaba entre los 10 líderes mundiales más ricos, atesorando una fortuna de US$900 millones.
Las UMAP, los campos de trabajo forzado, desde luego constituían una fuente importante de ingresos, fuerza laboral no pagada, algo fundamental para una dictadura que vive de esclavizar a los cubanos. “La función vital de las UMAP no era matar civiles, sino aprovechar la fuerza laboral de las ‘lacras sociales’, sin preocupación alguna por su costo humano” afirma Joseph Tahbaz en su estudio sobre la represión de género en la isla. El “liberador”, el eterno joven, el romántico socialista, no era más que un asesino de la peor calaña con una ambición sin frenos.
Cualquier persona decente, que entienda el talante asesino de Fidel Castro, condenaría su actuar. Ver a grupos LGTBI y movimientos de izquierda que se adjudican una suerte de superioridad moral, y que a menudo acusan a quienes ellos llaman “neoliberales” de retrógrados y reaccionarios, defendiendo al dictador, evidencia su contradicción. Sin duda deberían hacer una revisión exhaustiva de sus referentes políticos e ideológicos, pues si estudian las ideas de personajes como Fidel Castro, más allá de los titulares de prensa y de los lugares comunes, se encontrarán con que la intolerancia, el irrespeto por la libertad individual, el fanatismo y el odio, son los valores que, en realidad, representaba.
Desde luego que Fidel Castro era un asesino, sus supuestas buenas intenciones no reviven a las víctimas de su dictadura. Pero además era un criminal de la peor calaña, no muchos tienen en su historial campos de trabajo forzado que en la entrada ostentan un letrero con la frase “El trabajo os hará hombres”. Ver a un homosexual defendiendo a Fidel Castro es tan vergonzoso y grotesco como ver a un negro abogando por el KKK.