La homogenización del pensamiento —o la aspiración a tal aberración— es un recurso viejo que no debería representar ningún tipo de novedad o sorpresa en la sociedad actual. No obstante, la diferencia es cada vez más castigada (y dicho escarmiento llega de forma casi instantánea) a través de las redes sociales, llamadas por más de uno redes morales, que ofician de policía del pensamiento a cualquiera que ose expresar un punto de vista que esté apenas por fuera de la caja de la corrección política.
Uruguay, quizás por su tamaño, es una buena muestra de este fenómeno que busca formar parias mediante la presión social, el agravio gratuito y una supuesta superioridad intelectual que muchos orientales aseguran ostentar.
El pasado 30 de octubre murió en Montevideo, a los 78 años, el legendario músico uruguayo Daniel Viglietti, histórico símbolo de la protesta de izquierdas. Entre sus composiciones más conocidas figura “A desalambrar”, cuyo estribillo reza “a desalambrar, a desalambrar, que la tierra es nuestra, es tuya y de aquel, de Pedro y María, de Juan y José” y que exhibe también un “si molesto con mi canto, a alguno que ande por ahí, le aseguro que es un gringo o un dueño del Uruguay”.
La música de Viglietti (al igual que las letras de Galeano) alimentaron los odios que rompieron y empobrecieron a un continente ya en llamas. Este enfoque es compartido por la afamada escritora uruguaya Mercedes Vigil y, en ocasión del fallecimiento del cantautor expresó en su página de Facebook que “el paso de Viglietti por la realidad nacional ha sido sin dudas nefasto”. “Hoy debo decir que personajes como Viglietti abonaron una visión hemipléjica de la realidad latinoamericana, mientras me los cruzaba en el primer mundo, viviendo como reyes y predicando con la pobreza ajena”, agregó.
Vigil apenas terminaba de tipear el punto final de los párrafos que aquí cito cuando ediles de la coalición de izquierda uruguaya Frente Amplio (actual partido de Gobierno) pidió a la Intendencia de Montevideo que retire la declaración de Ciudadana Ilustre a Vigil. El pedido fue luego apoyado por una solicitud en la página Change.org.
¡Qué fácil es iniciar una cacería de brujas en Uruguay! ¡Qué poca tolerancia tienen los que se llenan la boca hablando de respeto hacia la diferencia; de inclusión y de heterogeneidad!
En el mundo en el que deberíamos aspirar a vivir no importaría si se está de acuerdo o no con Vigil; la coincidencia es totalmente secundaria. Consideraciones como: “Vigil debería haber esperado al menos que pasara una semana”, no hacen otra cosa que desviar la atención de un fenómeno gravísimo que ha comenzado a ser socialmente aceptable. A la hora de expresar una opinión que no quepa en moldes previamente facilitados por el pastor de turno, las opciones parecen ser tres: o te autocensuras, o te censuran, o te arrastran al ostracismo.
¿Quién asegura —y por qué— en Uruguay ser liberal? ¿Quién osa hablar de libertad cuando tan fácilmente se señala con el dedo a cualquiera que se atreva a tener una interpretación distinta de la realidad?
El Frente Amplio, antes de ser Gobierno, aparecía en publicidades electorales haciendo uso de un pegadizo jingle que decía más o menos así “yo soy del mismo lugar donde la gente te juzga si te vestís diferente, más te vale no decir a qué partido votás si no es el que gana siempre”. Si no mal recuerdo, la pieza se llama “Si alguien me tira una flor” o algo similar.
Me llevó demasiado tiempo darme cuenta de que el Frente Amplio (su directiva y sus militantes más feroces) no describían una situación que existiera entonces, puesto que esto no sucedía. Resultó ser, para mi sorpresa, que el jingle era más bien una premonición, o, vaya uno a saber, una advertencia de lo que pasaría una vez que el conglomerado de izquierdas se hiciese del poder.
En Uruguay no hay libertad de expresión, no cabalmente. Si la hubiese, las palabras de Vigil no hubiesen causado tanto revuelo, independientemente de cómo caigan o de si son oportunas o no.
¡A la basura el “con libertad no ofendo ni temo”!
Solo una conclusión se desprende de este triste evento: el Frente Amplio sí defendió la libertad.
De los suyos.