Atrás quedaron los años en los que adjetivo “liberal” era considerado el peor de los insultos. Apenas un “tronco fanático”, irracional e ideológicamente obsoleto sigue usando al liberalismo (con o sin el prefijo “neo”) como carta de ataque, como agresión o sinónimo de múltiples vicios. El resto de los uruguayos – y esto se extiende también por todo el continente – ve hoy en el liberalismo la única salida posible para un país tan en quiebra como quebrado.
Cuando el economista Ernesto Talvi exclamó, en su acto de presentación como precandidato a la presidencia por el Partido Colorado, “¡somos liberales, somos liberales, que lo escuche todo el mundo: somos liberales!” un aplauso eufórico se apoderó del club Larre Borges. El público joven, mayoría en la sala, jamás había escuchado a un candidato afirmar tal cosa, no con orgullo. Una luz cargada de esperanza brilló sobre Uruguay en ese momento.
Claro está, diez segundos antes, Talvi había igualmente declarado “somos progresistas” – y no, no hubo tantos aplausos.
El exdirector de CERES (a saber, Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social) fue elegido personalmente por el expresidente Jorge Batlle para algún día ocupar su lugar – o al menos, intentarlo. Talvi, no obstante, no es Batlle, aquel verborrágico y energético líder que hablaba sin tapujos sobre los males del colectivismo y que, en sus años mozos, había incluso intercambiado algunas palabras con Friedrich Hayek en Argentina.
Talvi pareciera ser más tímido que su “padrino político”, quizás a sabiendas de que eso de “progresista en lo social, liberal en lo económico” tardará en convencer al descreído pueblo uruguayo, acostumbrado a claras etiquetas político-partidarias de otrora y al maniqueísmo que tanto daño ha hecho al país.
El caballo de batalla del economista es la educación. Uruguay presenta hoy el nivel más bajo de la región en número de egresados de la escuela secundaria, cifra que apenas llega al 43%, reflejando tal vez la falla de más alto costo del gobierno de la coalición de izquierda.
Talvi tiene experiencia en el campo educativo. En 2013, participó en la creación de Fundación Impulso, liceo laico y gratuito, pero de gestión privada, que ostenta un nivel de aprobación del 90% en el barrio Casavalle, una de las zonas más comprometidas del país. En su propuesta política, el hoy precandidato colorado planea construir 136 liceos similares en los contextos más golpeados de Uruguay.
Hijo de inmigrantes, Ernesto Talvi es uruguayo de primera generación. Su padre, comerciante, le aseguró que lo único que le dejaría es una buena educación. Lo envió entonces a The British Schools, el que sea probablemente el colegio más prestigioso del país y que ha forjado a tantos otros políticos – e incluso a quien, en caso de victoria en las internas, será su contrincante político, el nacionalista Luis Lacalle Pou.
En 1984, Talvi viajó a Estados Unidos a realizar su doctorado en la University of Chicago y volvió a Uruguay en 1989.
Sabemos que dio consejos genuinamente liberales. Según recogió el fallecido periodista Claudio Paolillo para su libro Con los días contados, Talvi, en plena crisis de 2002, recomendó a Jorge Batlle dejar los bancos internacionales a su suerte y cerrar de urgencia a los bancos fundidos – el salvataje de bancos, bien sabemos, es cosa de socialistas.
La gran pregunta que ronda la cabeza de ciudadanos, adversarios y periodistas es si el proyecto de Talvi tendrá algún efecto. Y si lo tiene, ¿a cuál Talvi veremos? ¿Al liberal o al progresista? En su sentido más popular, los dos no pueden convivir. En su sentido literal, todo liberal está del lado del progreso, siempre.