Todo inició en abril cuando el régimen de Nicolás Maduro decidió implementar un autogolpe de Estado con el respaldo del Tribunal Supremo de Justicia. La oposición venezolana, encabezada por los diputados más jóvenes, decidió salir a la calle “sin retorno”; y a partir de allí, PanAm Post se unió a la lucha para dar cobertura “minuto a minuto” de las protestas que marcarían la historia del país suramericano.
No era la primera vez que salíamos a la calle para transmitir lo que sucedía, pero fue la primera vez que yo (Sabrina Martín) me alejaba de mi hogar y mi familia en Valencia, estado Carabobo, para mantenerme durante tres meses en las calles de Caracas, principal escenario de la represión en Venezuela.
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Fue mi país el que me enseñó a soportar el peso de un chaleco antibalas, el efecto de las bombas lacrimógenas, el dolor de los perdigones en las piernas y el miedo que suponían las miradas amenazantes de los cuerpos de seguridad del Estado.
Con la cobertura especial en Caracas entendí que la esperanza de los venezolanos es mucho mayor a cualquier derrota, el instinto de supervivencia y las ansias de superación mantuvieron a millones de personas dispuestas a luchar por la democracia en ese país.
A continuación, trataré de contarles lo que viví delante y detrás de las cámaras, y lo más curioso que me dejó este “periodismo de guerra” en Venezuela.
Zurda Konducta “en acción”
Aunque el escenario de protestas surgió en abril, fue el primero de mayo, en la conmemoración del día del trabajador, cuando me estrené con mi respectiva máscara antigases.
La oposición decidió variar la ruta de protesta y condujo a los miles de venezolanos hacia La Castellana para luego subir a la Cota Mil. Allí fui testigo de la brutal represión contra los manifestantes por parte de la Guardia Nacional y la Policía Nacional Bolivariana.
Era mi primera vez inhalando gases lacrimógenos y me vi muy afectada, aunque tenía la máscara, el gas ingresó; uno siente que va a morir mientras se asfixia, los ojos arden de manera despiadada. Allí descubrí que pasar mis manos por el rostro era mucho peor.
Fue mi papá (mi camarógrafo) el que me enseñó a sortear el susto y a sobreponerme; hizo que me protegiera detrás de él mientras un Guardia Nacional le apuntaba, él le mostró nuestras credenciales de prensa, y gracias a ello no salimos heridos.
Logramos ubicarnos detrás de la GNB y nos encontramos con unos reporteros gráficos que tenían el rostro cubierto y no contaban con identificación alguna. Mi falta de experiencia en el “periodismo de guerra” me guió a acercarme y preguntar de qué medio de comunicación eran; la respuesta fue inesperada: Somos de Zurda Konducta (el programa de televisión oficialista que insulta e irrespeta a opositores en Venezuela, el programa que respalda a la dictadura de Nicolás Maduro).
Al quitarse las máscaras estaba Oswaldo Rivero, conocido como “Cabeza e’mango”, y dos camarógrafos. Admito que fueron amables, nos ofrecieron agua y hasta se vieron sorprendidos porque los chicos de La Resistencia estaban “más organizados”.
Quisimos indagar más sobre su opinión y Rivero nos decía “están más organizados, ahora La Resistencia usa métodos de guerra, se refuerzan como cascarón de tortuga y se defienden como no lo hacían antes”, señaló.
Lo curioso de todo esto es que en la noche alguien me dijo: los de Zurda Konducta son del G2 cubano, forman parte del equipo de inteligencia de Nicolás Maduro; minutos después de esa aseveración intentaron hackear las redes sociales de PanAm Post.
Llorar frente a las cámaras
Ser venezolana y reportera en pleno periodismo de guerra no fue fácil, pero ser la primera en dar la noticia del asesinato de un venezolano tras la brutal represión fue lo más duro que pude vivir; sobre todo al no poder contener las lágrimas frente a las cámaras.
Veníamos desde la autopista Francisco Fajardo, caminando hacia las Mercedes, al pasar frente a la Policlínica Las Mercedes los paramédicos nos informaron lo ocurrido. Inmediatamente decidimos transmitirla y no pude evitar llorar. Era el primer fallecido que yo anunciaba: Marcos Castillo, nunca olvidaré su nombre.
Esa fue la primera de otras tantas veces en las que nos vimos obligados a anunciar la muerte de manifestantes. De hecho, el día en que falleció David Vallenilla nos tocó ofrecer información al Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (CICPC) porque éramos los únicos en el sitio esperando información, luego de haberlo visto caer en el asfalto al joven tras recibir disparos por funcionarios de Seguridad desde el Aeropuerto La Carlota.
Las amenazas del SEBIN y la GNB
Para nadie es un secreto que el periodismo en Venezuela es perseguido por el régimen de Nicolás Maduro con el objetivo de ocultar la realidad de lo que sucede en el país suramericano. Durante la cobertura especial en la calle, PanAm Post no escapó de la represión por parte de las fuerzas de seguridad del Estado.
Fueron varias las ocasiones en las que fuimos víctimas de amenazas. La primera vez se dio en las Mercedes cuando un funcionario de la Guardia Nacional Bolivariana intentó arrancarle el teléfono a mi papá mientras transmitía en vivo; la segunda oportunidad se dio cuando al menos 15 funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN) nos rodearon en la Avenida Victoria, no emitieron palabra alguna, pero nos tomaron fotografías y nos grabaron como medida de amedrentamiento.
La tercera vez fue durante un plantón de la oposición, funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana empezaron a disparar contra la prensa y a perseguir a quienes estábamos transmitiendo lo que sucedía frente al Centro Comercial Ciudad Tamanaco (CCCT); allí intentaron arrebatarnos los equipos.
Pero una amenaza que dejó lesiones se dio el 3 de junio en la marcha hacia el oeste de la capital venezolana, en Montalban la Guardia Nacional Bolivariana disparó perdigones contra PanAm Post, lo que dejó dejando como consecuencia algunas lesiones en las piernas (atentos en el minuto 13,05).
La “chica SEBIN”
Tratar de cubrir todos lo escenarios y entregar las 24 horas los 7 días a este trabajo dio buenos frutos. No solo los manifestantes nos reconocían en las calles, sino que además los diputados también enaltecían nuestra labor periodística.
José Manuel Olivares y Miguel Pizarro me pusieron un sobrenombre: “la chica SEBIN”; cuando les pregunté la razón respondieron: “es que estás siempre en todos lados”.
Dicha calificación no nos disgustó, fue un modo jocoso de valorar el trabajo incansable que ofrecimos durante meses. Mientras los grandes medios de comunicación contaban con un gran equipo desplegado por la capital, PanAm Post contaba con dos reporteros (Orlando Avendaño y yo) y un camarógrafo, quienes, efectivamente, buscábamos estar “en todos lados”.
A pesar de la precariedad y de la mala calidad del Internet intentamos hacer una cobertura a la altura para que los ciudadanos de Venezuela y el mundo estuvieran enterados de lo que realmente sucedía.
“Lidiar” con La Resistencia
Lidiar contra la GNB y la PNB no fue fácil, pero tampoco lo fue cuando se trataba de convencer a los chicos de La Resistencia de que no intentábamos delatarlos, sino cubrir lo que sucedía en Venezuela.
Los chicos de las capuchas y los escudos siempre se encontraban a la defensiva; cada vez que veían un periodista lo interrogaban e impedían que se tomaran fotos y videos de sus acciones por “miedo” a ser detenidos.
En varias ocasiones nos tocó pedirles que no mostraran sus rostros, pero que nos dejaran trabajar, tanto así que una vez un grupo de unos diez jóvenes nos rodeó y amenazó con quitarnos el teléfono; sin embargo, un chico reconoció a PanAm Post y permitió que realizáramos nuestra labor periodística.
Solidaridad “a flor de piel”
Ser testigo de la buena voluntad de cada venezolano en las calles me llenó de esperanzas de querer ver a mi país en libertad; nuestra gente lo merece.
Ver cómo los estudiantes de medicina arriesgaban sus vidas por asistir o salvar a los heridos y afectados; ver cómo señoras jóvenes y no tan jóvenes regalaban escapularios, medallas religiosas y bañaban con agua bendita a quienes trabajábamos en las manifestaciones es algo que no podré olvidar jamás.
También debo resaltar la solidaridad que hubo entre los residentes de las zonas que fueron escenario de la represión, nos ofrecían las terrazas de sus edificios para poder llevarles desde la altura las imágenes de la lucha por la libertad de Venezuela.
Destacar, además, cómo personas de cualquier estrato social donaba alimentos, frutas y hasta calzado a los chicos de La Resistencia que son los que hasta ahora encabezan cada marcha opositora. Muchos de ellos murieron “en batalla”.
Tintori: “En casa no somos los mismos”
La última transmisión en vivo que hice desde Caracas se dio el día del plebiscito opositor, ese día me despedí de esa cobertura especial de la que aprendí y me llené de experiencias para asumir nuevos retos.
Una ocasión curiosa se dio cuando me encontraba en el Teatro Cultural Chacao que fungió como comando de la campaña de la oposición.
Al caer la tarde, mientras todos los periodistas estábamos ansiosos por conocer los resultados, en los asientos de atrás se sentaron Lilian Tintori y Antonieta de López, familiares del preso político Leopoldo López, quien recientemente había sido enviado a su hogar para cumplir con la casa por cárcel.
Decidí hacer silencio y escuchar lo que sucedía en los alrededores de Tintori, miembros del partido Voluntad Popular le decían que estaban listos para entregar informes de su gestión al “jefe” (Leopoldo), mientras Lilian aseguraba que su esposo quería conocer cada uno de los detalles que involucraban al partido que dirige.
Pero lo más curioso surgió después, un representante del partido le dijo a Lilian que necesitaba hablar con “Leo”, ella simplemente respondió: “llama a la casa, el número es 283…”; el número lo pude anotar y por obvias razones no lo publicaré, lo importante es que ese día entendí que el preso político en su hogar tenía “libertad” para recibir llamadas sin importar de donde vinieran.
Un dato curioso que surgió fue cuando otro miembro del partido y amigo de la familia López se acercó y le preguntó a Lilian: “¿Cómo van las cosas en casa?, ¿cómo está Leopoldo?”; Lilian respondió: “Leopoldo siente que las cosas están igual que cuando se fue a Ramo Verde, pero no, así como él no es el mismo, ni Antonieta ni yo somos las mismas”.
Dicha aseveración me reveló lo difícil que puede ser para esa familia acoplarse a las arbitrariedades del régimen, quien por más de tres años mantuvo preso injustamente a Leopoldo López en la cárcel de Ramo Verde.
Hasta pronto Venezuela… ahora en Perú
Lo más difícil de haber cubierto cada una de las jornadas de oposición es entender que cada inicio tiene un final, las marchas bajaron su ritmo y PanAm Post decidió abrirse camino hacia otras fronteras.
Lo más difícil para mí fue despedirme de mi familia y de mi papá (mi reportero gráfico), quien de manera incondicional decidió ser parte de esta labor, no solo para cuidarme, sino, también, para aportarle de un modo diferente a Venezuela.
Ahora, y a partir del 23 de julio, asumí la responsabilidad de dar cobertura a los hechos noticiosos en Lima y el compromiso de no abandonar Venezuela. A partir de ahora, PanAm Post cuenta con un equipo reportero dispuesto a exponer la realidad de lo que sucede en el país gobernado por Pedro Pablo Kuckzinsky (PPK), quien les ha manifestado a los venezolanos su solidaridad.
Agradezco a todos los que estuvieron pendientes de las protestas en mi país, agradezco a quienes con sus mensajes nos daban fuerza y valor para continuar. Agradezco a mi papá por ser mi compañía durante tres meses y a PanAm Post por haberme regalado la oportunidad de vivir la mejor experiencia reporteril que alguien pudiera tener.
Gracias Venezuela. Y gracias a Perú por abrirle las puertas al PanAm Post.
Lo más Visto
A continuación les presento los videos más vistos de la cobertura especial de PanAm Post en las calles de Caracas.