Tras la escasez de dinero en Venezuela, la hiperinflación galopante y, sobre todo, la descomposición social, criminales ofrecen a niños bolsas de comida a cambio de incorporarlos a pandillas.
El bolívar, la moneda de circulación nacional, cada vez tiene menos valor, por lo que el trueque se ha convertido en una alternativa, tanto para los buenos como para los malos.
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Un reportaje del diario estadounidense El Nuevo Herald reveló este viernes 5 de enero que las bandas criminales están utilizando dicho método para atraer a nuevos miembros, principalmente a menores de edad.
El hambre en Venezuela arrecia contra los más desposeídos, la alternativa de comer de la basura se ha hecho masiva y ante la necesidad hay quienes se aprovechan. En el país suramericano hay nuevos modos de cometer crímenes; especialistas les llaman “delitos por hambre”.
Pequeña banda de niños delincuentes en el @Excelsior_Gama Express de la Tahona @PoliciaHatillo que triste realidad #Venezuela pic.twitter.com/zv5z1vIviV
— Luis j Rodríguez (@LJRodriguezR) January 4, 2018
Los actos delictivos se basan en convertir los alimentos en valiosos bienes. Están quienes deciden despojar de sus pertenencias a quienes caminan por las calles con bolsas de comida y quienes deciden cometer fechorías a cambio de ser alimentados.
“Este tipo de delitos ha estado aumentando y ahora vemos cómo las organizaciones delictivas comienzan a robar comida y cómo individuos que antes no robaban ahora ya han comenzado a robar alimentos”, según afirmó Roberto Briceño León, director del Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV), al diario estadounidense.
En su último informe anual, la ONG reportó que las pandillas están aprovechándose de la crisis para conseguir nuevos integrantes.
“Las técnicas de reclutamiento, los señuelos que en el pasado solían ser objetos de moda o lujo, se han substituido por la oferta de alimentos básicos”, declara el informe.
De acuerdo con el periodista e investigador del delito en Venezuela, Javier Ignacio Mayorca, en los últimos meses han comenzado a aparecer indicios de bandas que se dedican a arrebatar bolsas de comida a las personas que salen de los supermercados.
El país suramericano enfrenta la peor crisis en su historia con la inflación más alta del mundo, los salarios más bajos de la región; y una escasez de alimentos y medicamentos sin precedentes.
La crisis económica también ha obligado a jóvenes venezolanos a dejar los estudios, ya sea por el alto costo o por el hambre que se vive en ese país.
Y es que el nuevo ingreso integral diario, equivalente a 26.583 bolívares (USD $0,26), cubre apenas la compra de un café o una empanada (20.000 bolívares USD $0,2). El poder adquisitivo es tan paupérrimo que con el salario mínimo solo se puede adquirir 6 % de la canasta básica familiar, cuyo costo en noviembre de 2017 superó los 13 millones de bolívares (USD $130).
La realidad es que en Venezuela una familia, para poder comer completo, debe ganar cada día el equivalente a un salario mínimo mensual; y eso, en Venezuela es imposible. En diciembre el gasto en comida llegó a ser de USD $150 en un país donde el ingreso mensual es de USD $0,2.
Por todas estas razones es que la descomposición social en Venezuela avanza sin frenos, pues los más pobres, los más necesitados y desposeídos buscan las peores alternativas para saciar sus necesidades; y ante esto, el régimen de Nicolás Maduro no toma acciones.