El primero de febrero de 1992 en El Salvador se dio el cese definitivo al fuego después de firmarse los acuerdos de paz entre la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el Gobierno de ese país. Sin embargo, El Salvador, hoy, después de dicho acuerdo, es más violento que antes de que se firmara “la paz”. En lo que va del 2016 se registra un muerto por hora, la cifra más alta de su historia. Tal y como ocurre en este momento en Colombia, el Gobierno de turno para inicios de los 90 en El Salvador, afirmaba que si la guerrilla socialista se acogía a las negociaciones, y se firmaba un acuerdo de paz, terminaría la violencia. En la actualidad es claro que no sucedió así.
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Para diciembre de 1996 en Guatemala se firma el Acuerdo de “Paz Firme y Duradera” entre el gobierno nacional de ese país, en cabeza del presidente Álvaro Arzú Irigoyen, y los representantes de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG). Sin embargo, en 1997, un año después de firmada “la paz”, la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes, no disminuyó, sino que aumentó. Si bien para 1999 se puede ver una caída en el número de homicidios, en los años siguientes la violencia se incrementó constantemente, y en 2005 ya tenían una tasa de homicidios incluso superior a la que existía en la época más álgida de la guerra entre el gobierno guatemalteco y la guerrilla comunista.
Para el 2015 entre los cinco países con más altas tasas de homicidios en América Latina y el Caribe, se encuentran esos dos países en los que ya se firmó “la paz”. El Salvador con 103 homicidios por cada 100.00 habitantes, es el país más violento de la región. Guatemala, por su parte, ocupa el quinto puesto con 30 homicidios por cada 100.000 habitantes.
Aunque yo no sé exactamente a qué se refiere el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, cuando dice que a nuestro país llegará la paz, lo que queda claro es que en muchas ocasiones firmar un acuerdo, entre el Gobierno y una guerrilla, contrario a disminuir la violencia puede hacerla aumentar.
Es preocupante, que tal y como en Guatemala llamaron a la firma de un papel “Acuerdo de Paz Firme y Duradera”, en Colombia, el próximo dos de octubre, la gente irá a votar si está de acuerdo, o no, con lo acordado en La Habana, respondiendo a la siguiente pregunta: ¿Apoya el Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera? Bueno, lo cambiaron un poco. Utilizaron “firme” en vez de “estable”, pero en general repiten las mismas palabras.
Creo que es necesario cuestionarse a qué se refiere Santos cuando dice que lograremos la paz. Porque normalmente, y considero que esa es la idea definitiva que el Gobierno está vendiendo, la paz incluye y tiene como elemento fundamental la disminución de los asesinatos.
Si el Gobierno habla de esto cuando utiliza la palabra “paz”, se equivoca en gran medida con asegurar que por firmar un documento con la cúpula de la guerrilla (ya dos frentes han dicho que no se desmovilizarán) los homicidios disminuirán. No hay ninguna garantía para que en Colombia no suceda lo mismo que en Guatemala y en El Salvador. Y que, contrario a lo que muchos creen, la violencia aumente.
A mí la paz que me interesa es aquella que se entiende como la ausencia de agresiones. Y una agresión es cualquier violación a los derechos de propiedad de los seres humanos. Entendiendo, por supuesto, a nuestro propio cuerpo como la primera y principal propiedad que tenemos.
Un país en el que cada cual sea dueño de su vida y en el que a la gente no le quiten sus bienes materiales, eso es un país en paz. Sin embargo, lo que Santos llama paz es la simple firma de un papel entre un grupo de guerrilleros y un grupo de políticos. ¿Cómo el tratado de paz logrará que en Colombia a cada ciudadano se le respeten sus derechos de propiedad?
En El Salvador la firma de un acuerdo entre dos grupos poderosos contrario a permitir que cada individuo pudiera disfrutar de sus derechos de propiedad plenamente, ha logrado que la situación empeore. Tal y como en Colombia, por lo menos dos frentes de las FARC han dicho que no se desmovilizarán, en El Salvador y en Guatemala muchos de los delincuentes que militaban en las guerrillas, haciendo caso a los incentivos perversos que la impunidad perpetúa, siguieron delinquiendo.
En estos dos países reina la delincuencia común. La guerra de guerrillas en el campo pasó a ser un constante enfrentamiento entre pandillas, que ahora operan también en las ciudades y que dejan incluso más víctimas.
Muchos afirman que los tratados en estos dos países centroamericanos no fueron efectivos porque no se cumplieron los puntos acordados. Resulta que Santos y la cúpula de las FARC pueden acordar que a cada niño en Colombia se le dará estudio de alta calidad y se le asegurará un empleo decente, para que nunca ningún colombiano vuelva a tomar un arma con la intención de agredir a alguien.Sin embargo, aún si esa fuera su real intención, eso sería imposible.
Firmando un papel no se crea riqueza. Pero además, firmando un papel que destruye la igualdad ante la ley y que les da privilegios a delincuentes, es muy difícil esperar que el país mejore y que no siga el camino de Guatemala y El Salvador.
El presidente de Colombia en vez de estar negociando los términos de una extorsión a los colombianos, debería preocuparse porque en nuestro país se respeten los derechos de propiedad. Esa es la paz que yo anhelo, no la de un papel.