La senadora Claudia López se ha convertido, durante los últimos meses, en una de las figuras centrales de la política colombiana. Su defensa vehemente al acuerdo Santos-FARC, su compromiso con las causas de la comunidad gay y su oposición radical a las prácticas corruptas de la clase política tradicional, a través de intervenciones en el congreso que se han hecho virales en las redes sociales, la han convertido en una especie de heroína. Una “Juana de Arco” contemporánea que parece representar el sentimiento de millones de colombianos, en especial, de las clases medias urbanas cada vez más educadas y “progresistas”.
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La popularidad que ha ganado la senadora, en buena medida gracias a su reputación de mujer honesta y franca, la motivó a lanzar su candidatura a la Presidencia para las elecciones que se celebrarán en 2018. Tal anuncio ha sido recibido con alegría por diversos sectores que la consideran una outsider: una mujer que a pesar de estar en la política, por sus maneras “sinceras”, su lenguaje directo y su tono de voz iracundo, representa a la sociedad civil, a los ciudadanos enojados.
Por desgracia, por más que se esfuerce en atacar, con alaridos, a quienes ella considera “políticos corruptos” y en denunciar las “prácticas politiqueras”, la senadora López en realidad defiende las mismas ideas que conducen al clientelismo, que posibilitan la corrupción que tanto dice detestar y que generan la necesidad de que los contribuyentes tengan que dedicar una porción cada vez mayor de sus ingresos a pagar impuestos.
Precisamente en una de sus intervenciones en el congreso, que ya tiene miles de reproducciones en Facebook, señalaba López la inconveniencia de la reforma tributaria que impulsó el gobierno nacional, y que castiga a los ciudadanos con un sustancial aumento de la tarifa general del IVA. El argumento principal de la senadora, para oponerse a la reforma, es que se trata de una ley “regresiva”, es decir, que no carga principalmente a los “ricos”, sino a los ciudadanos “de a pie”. Para ella, una reforma tributaria ideal, consiste en gravar sólo a los “más pudientes”, dejando en paz al resto de los ciudadanos.
Se equivocan quienes creen que López es diferente. Es igual a todos los políticos que, desconociendo el funcionamiento de la economía y el papel fundamental de los empresarios, pretenden ganar votos con sus medidas “progresistas”, que de ninguna manera traen progreso. El discurso de la senadora no tiene nada de nuevo, es la misma vieja idea de que hay que llenar de subsidios a los pobres y asfixiar con impuestos a los “ricos”. Es decir, el trasnochado pensamiento de la izquierda de siempre que consiste en matar a la gallinita de los huevos de oro: los empresarios.
Pero, además, la senadora se presenta a sí misma como la solución a todos los problemas que hay en el país, en tanto que ella es honesta y nada tiene que ver con los políticos corruptos. Una vez más aparece la vieja idea de que un elevado gasto social es necesario y que el problema es la corrupción. En una reciente entrevista la candidata afirmaba que: “la gran prioridad de Colombia es derrotar la corrupción y domesticar a la clase política”.
Senadora López: la clase política no se puede domesticar, o por lo menos no de la forma que usted propone.
La idea de la senadora es conformar una coalición de políticos que ella califica como honestos y alejados del cáncer de la corrupción que nos carcome. Así las cosas, los candidatos a acompañar a López serían Antonio Navarro, Sergio Fajardo y Jorge Enrique Robledo. El problema de la propuesta de la senadora del Partido Verde no son las intenciones, aún si estos personajes, incluyéndola a ella, fueran ángeles incapaces de involucrarse en “torcidos”, sus políticas son desastrosas. Sus ideas en cuanto a lo económico no traen nada bueno, y ni siquiera serían capaces de controlar los problemas de corrupción, porque la ineficiencia es inherente al Estado grande y fuerte que tanto defienden López y sus amigos.
Si alguien cree, por ejemplo, que sacando a Maduro del poder y poniendo a otro presidente honesto se acabarían los problemas de Venezuela, está muy equivocado. Y lo mismo, por supuesto a otro nivel, sucede en Colombia. Por más decente y bien intencionada que sea López, sus políticas estatistas, que van en detrimento de la función empresarial, terminarán afectando al país.
El peligro de López es que como efectivamente es una persona honesta, alejada de la corrupción de la burocracia colombiana, vende a los colombianos la idea del político mesiánico. En este país debemos entender que son los individuos: la señora que pone un negocio en la esquina, el inversionista, el trabajador honesto, los que sacan a un país adelante, no los políticos.
Con una coalición entre Robledo, Navarro y López castigando a los empresarios y defendiendo iniciativas como ponerle impuestos a las bebidas azucaradas, una de las grandes “luchas” que da López por estos días, y exaltando un Estado grande y limitador de las libertades económicas no vamos a avanzar sino a retroceder.
En Colombia no hay que levantar políticos mesiánicos con ideas “progresistas”, más bien hay que seguir el ejemplo de países como Suiza, que han entendido que la clave está en disminuir y limitar el poder de los gobernantes y en darle libertad a los individuos para que desarrollen su función empresarial. De ahí que los países más ricos del mundo son aquellos con mayores libertades económicas. No en vano los países de la OCDE presentan una tendencia clara a bajar el impuesto de sociedades, por ejemplo.
Claudia López nos está vendiendo la idea de que con un Estado grande y fuerte, lleno de gasto social y castigo a los “ricos”, el país saldrá adelante, por supuesto con ella, la “Juana de Arco”, capitaneando un grupo de honestos e iluminados hombres. Pero esa idea es vieja y ya se probó que no sirve, nuestro camino debe ser el contrario, el de quitarle poder al Estado y devolvérselo a los individuos.