Diego Armando Maradona llegó hace unos días a México, para afincarse y dirigir a un oscuro equipo de fútbol de la división de ascenso, el equipo Dorados de Sinaloa, situado en el fondo de la tabla y asentado en una de las zonas de mayor influencia del narcotráfico. Su llegada ha sido, como se esperaba, motivo de suma atención y polémica. Aunque también de sátiras y burlas. Vale la pena detenerse un poco en el episodio, del cual pueden extraerse algunas lecciones.
El dueño de Dorados, Jorge Hank Rhon, es el hijo menor de Carlos Hank González, un profesor rural que se convirtió en uno de los políticos más prominentes del PRI en los 60 y 70, del que se recuerda su enorme capacidad para enriquecerse al amparo de la política, bajo su máxima: “Un político pobre es un pobre político”; a su muerte, sus hijos heredaron grandes negocios e importantes relaciones políticas.
Jorge Hank es un millonario mexicano típico, con apellidos de políticos influyentes, con fama de “filántropo” y costumbres extravagantes, y negocios de la mano del Gobierno, básicamente casinos, cual Al Pacino en El Padrino. Así, maneja casi la mitad de los juegos de apuestas y casinos de México. Junto con Dorados, posee también al equipo Xoloitzcuintles de Tijuana, de la máxima división. Ambos equipos los administra su hijo Jorgealberto Hank Inzunza.
Jorge Hank, de 62 años de edad, y con 19 hijos de sus numerosos matrimonios, es también, como su progenitor, un político militante del PRI, por el cual fue alcalde de Tijuana y candidato perdedor a gobernador de Baja California. Como alcalde, endeudó al municipio todo lo que pudo y lo quebró, aumentó los índices de violencia, al mismo tiempo que daba “apoyos” a los pobres y organizaba grandes espectáculos. En los hechos, compró al PRI y a muchísimos políticos, puestos a su servicio personal y de sus negocios. En esa estrategia, se ha acercado incluso a la dictadura cubana. Es, pues, el típico mafioso tercermundista: con mucho dinero y políticos a su servicio, pero sin blasones ni logros extraordinarios, solo excentricidades y una vida signada por los escándalos.
Al respecto, se le ha acusado de media docena de asesinatos (de familiares y periodistas entre ellos), posesión de armas, por las que terminó preso brevemente, y de tráfico de pieles y animales exóticos, por lo que también fue detenido. En el año 2000 se hizo público que el Gobierno de EE. UU. lo identificaba como socio del temido cártel narcotraficante de los Arellano Félix.
Tal es el nuevo patrón de Maradona, al que ahora servirá mediante un jugoso contrato, después de haber servido hasta la ignominia a Fidel Castro, Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Aunque ya conocíamos la clase de servicios que llega a prestar, como señaló el también exfutbolista José Luis Chilavert: “Maradona por un pancho y una Coca se da vuelta. Hace un papel triste, lo usan de monigote”. Justo como sucede ahora en México, donde entrenamientos y entrevistas de prensa son llevadas por sus auxiliares. Él solo aparece en las fotos y recibe los cheques.
Maradona dice ser un socialista, pero habla con el bolsillo derecho lleno. De socialista nada. ¿O se puede tener conciencia socialista y a la vez ser aliado y empleado del mejor exponente del capitalismo mexicano de compadres? ¿Qué clase de socialista cobra millones de dólares trabajando en negocios sospechosos de narcotráfico y de favoritismo político, y se gasta su fortuna en ‘farlopa’, en lugar de dedicarla a obras sociales o para disfrute del “común”, como predica el socialismo que dice profesar? ¿Por qué mejor no hizo una contribución a la “revolución” dirigiendo la selección de Venezuela o la de Bolivia? Expuesto a estas preguntas, quizá Maradona contestaría, como muchos otros correligionarios: “Me gusta el socialismo, pero de lejos y para otros, yo no soy tonto”.
En realidad, un capitalismo de compadres como el mexicano es idóneo para el desarrollo y la complicidad de socialistas, como hoy demuestra Maradona. Es así porque el capitalismo mexicano de compadres, como el de otros muchos países latinoamericanos, está más cerca del socialismo que del real capitalismo, y más cerca fascismo que del socialismo. Es un socialismo corporativo y tal es el verdadero contrato social en nuestros países.
Un socialismo corporativo construido mediante un capitalismo de Estado a lo grande, con un intervencionismo estatal pernicioso, desde las relaciones de poder y las complicidades políticas y familiares, hasta llegar a ser un socialismo corporativo con base en la metodología del Lava Jato, con tintes de kirchnerismo, manejo delincuencial a lo Maduro y demagogia a lo Evo Morales o López Obrador.
El socialismo dijo luchar toda la vida por el fin de las clases. Toda la vida defendiendo la igualdad de oportunidades. Y en cambio, llegan Maradona y muchos otros y con su ejemplo lo desnudan y se lo cargan de un plumazo. Así, trayectorias como las de Maradona y su actual discurrir mexicano, prueban que defender el socialismo no es defender a los pobres, sino apoyar el saqueo desde el Gobierno y sus empresas favoritas, y promover el enriquecimiento propio en nombre de “la igualdad”. ¿Pero alguien esperaría algo distinto de una ideología que solo prohíja envidiosos y resentidos?