EnglishCuando los extranjeros visitan el continente europeo, siempre se impresionan por la ausencia de restricciones para viajar entre estos países.
Uno puede viajar libremente y cruzar las fronteras entre Alemania, Austria, Suiza, Italia, Francia, Países Bajos y más, sin cargar documentos y sin enfrentar ningún interrogatorio de agentes fronterizos.
Esto se debe al Acuerdo Schengen, un proyecto de casi 20 años, que elimina las fronteras entre los 25 estados europeos y tiene como fin garantizar el libre tránsito de las personas, capital y bienes. En décadas posteriores, este fin fue consolidado en los diversos tratados que construyeron la base económica para la Unión Europea, considerada hoy en día la economía más grande del mundo.
América del Norte ha tenido un régimen similar al libre comercio de capital y bienes entre sus países miembros, pero sin garantizar el libre tránsito sin restricciones. Esto es algo que debe cambiar.
Hoy, que se cumplen 21 años de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) realizada el 17 de diciembre de 1992, los gobiernos de Estados Unidos, Canadá y México deberían reconocer la importancia del libre tránsito de personas para la existencia del bloque comercial europeo, y lo que significaría para ellos la aplicación de esta medida.
La suma de las tres economías del TLCAN da como resultado una actividad económica anual (PIB) de casi US$17 billones, justo por encima de la Unión Europea. Si se permitiera que ciudadanos de Canadá, Estados Unidos y México pudieran viajar por todo el norte del continente sin restricciones, no solo se impulsaría el comercio, sino que aumentarían las oportunidades para que las personas puedan mejorar su calidad de vida y la de sus familias.
Recientemente, el Wall Street Journal publicó un artículo de opinión escrito por Diane Francis, editor itinerante del National Post de Canadá, donde subraya la necesidad de eliminar las fronteras y profundizar las relaciones económicas en toda América del Norte.
Según Francis, “ya es hora de que Estados Unidos y Canadá eliminen sus fronteras”. Además, opina que “una integración mas profunda podría llevar a un mayor crecimiento económico”.
A pesar de que su argumento se enfoca en unir a Canadá y Estados Unidos en un mismo país (lo cual me parece que pondría en riesgo la descentralización, el centro del modelo de Canadá), ella considera que, junto al libre comercio, el libre tránsito entre los países podría convertir a América del Norte en el continente del futuro.
Apartando los ideales, ¿qué sucede con la insistente población votante que se opone a la inmigración legal y libre en América?
Actualmente, los canadienses y mexicanos que viajan a los Estados Unidos y viceversa son detenidos, interrogados y examinados por miles de agentes fronterizos. Este proceso tan burocrático ahoga el comercio fronterizo y exige pasaporte a todos los que cruzan la frontera.
El Servicio de Aduana y Protección Fronteriza es uno de los más destacados del continente, y según su declaración de propósito, tienen el poder de vigilar las “fronteras terrestres y marítimas para detener a terroristas y traficantes de droga, antes de que entren a los Estados Unidos”. Estas amenazas que el gobierno percibe de posibles desestabilizadores externos, aumenta la imposición de reglas y hace que el cruce legal de la frontera sea un embrollo para ciudadanos comunes, a pesar de que no existan verdaderas amenazas.
De acuerdo a la información difundida por el Departamento de Seguridad Nacional, desde el 11 de septiembre solo 221 cruces fronterizos a los Estados Unidos estaban relacionados con alguien vinculado al terrorismo. Esto es una cantidad insignificante comparado con los 350 millones de cruces fronterizos legales que se realizan al país cada año; es más, este número representa el 0.0000006% del total de los cruces.
Con respecto al contrabando de droga, el verdadero peaje se encuentra en el lado mexicano. Desde el 2007, más de 40 mil mexicanos han muerto en la frontera de México como consecuencia de la desgastada Guerra contra las Drogas. Estos mexicanos han sido víctimas de las pandillas empoderadas por la prohibición de droga en los Estados Unidos, que mantienen las sustancias como cannabis y cocaína en el mercado negro. Si se flexibilizan las restricciones fronterizas, los políticos se sentirían presionados y obligados a evaluar mejores políticas alternativas.
En lugar de utilizar los aviones teledirigidos para vigilar la frontera y atrapar supuestos contrabandistas de droga y terroristas; Estados Unidos debería usarlos para supervisar el Mar Ártico y el extremo sur de México por posibles invasores. De esta manera, esto le daría a los ciudadanos de Norte América la libertad de movilizarse sin la amenaza de que guardias armados o aviones teledirigidos los detengan en el camino.
Una revisión de la historia de tránsito internacional resulta necesaria para poder explicar por qué esta libertad de tránsito entre países no es solo necesaria, sino natural. Durante la mayor parte de la historia de la civilización humana, viajar ha sido considerado como una acción libre y abierta, que solo ha sido restringida en casos de rebelión o guerras llevadas a cabo por el Estado moderno.
De acuerdo a Passport Canada, la Primera Guerra Mundial revivió preocupaciones por la seguridad internacional; y los pasaportes y las visas se convirtieron en una medida “temporal”. A pesar de que se actualmente han convertido en un requisito para viajar por el mundo; el continente europeo ha roto con esta tendencia.
América del Norte debería seguir el ejemplo de Europa y constituir su propio Acuerdo Schengen, brindándole a las personas la libertad plena de transitar, vivir y trabajar, sin necesidad de un permiso explícito de gobiernos nacionales.
Si bien esta medida constituiría un paso adelante hacia la creación de un sentido más humano, económico y político; también permitiría que las personas puedan ejercer el derecho al voto de manera consciente, y elegir el tipo de sistema en el que desean vivir.
Traducido por Marcela Estrada.