
En Chile cada día escala más el conflicto con ciertos grupos de interés armado que utilizan las causas indígenas como excusa para lograr sus demandas al Estado de Chile a través de la violencia.
En la entrevista ofrecida a principios de semana por Héctor Llaitul, líder del grupo armado Coordinadora Arauco Malleco (CAM), se evidenció su visión e intención de tener conversaciones con el gobierno de Chile. A cambio de dicho diálogo no violento, ellos dejarían de utilizar la violencia como argumento para las demandas que tienen en las regiones del Bio Bio, La Araucanía y Los Ríos momentáneamente. Todo esto siempre y cuando el gobierno se tome estos diálogos con seriedad, ya que ellos están dispuestos a conversar con los máximos líderes de los tres poderes del Estado.
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En sus declaraciones, Llaitul reivindicó la violencia armada afirmando lo siguiente: “Lo reafirmamos, lo que nosotros observamos a diario es un respaldo y una valoración como justa de la violencia. Siempre nuestro caso está acotado a objetivos muy claros y con una ética revolucionaria detrás, nuestro accionar político militar tiene como blanco exclusivo la industria forestal y las hidroeléctricas”.
Mientras la CAM habla de acciones político militares, el gobierno, en voz de la presidenta, habla de “delincuencia rural” para luego efectuar un viaje a la región más afectada que dura un par de horas y huir después del lugar como si le tuviera miedo. Esa es la clase de gobierno que tiene Chile.
Las declaraciones de Llaitul fueron muy claras y ante esto el gobierno de Chile, en la voz del ministro vocero de la presidencia, Marcelo Díaz, respondió con una frase que suena más apropiada en un servicio religioso de medio día que en una autoridad pública que se supone usa su intelecto. Él dijo: “La violencia no conduce a ninguna parte”.
Si reflexionamos en estas palabras que solo demuestran la debilidad e inepcia de los gobiernos de izquierda frente la terrorismo, además podemos extraer otras ideas. ¿Cómo puede decir Díaz que la violencia no conduce a ningún lugar? –Hasta donde los chilenos sabemos, la violencia ha llevado a muchos fiscales a no querer trabajar en las zonas en conflicto por las amenazas a las que se exponen, ha llevado a los agricultores de las zonas afectadas a abandonar su predios o venderlos desesperadamente a quienes se atrevan a comprarlos, ha llevado a las empresas de transporte de carga a terminar sus contratos o servicios hacia dichas zonas y desde luego ha generado la formación de esta mesa de diálogo que muy poco peso tiene, en la cual participan los terroristas mismos y un par de mediadores a nombre de víctimas que temen enfrentar a sus agresores. Entonces, no es posible aseverar que la violencia no ha conducido al país a ninguna parte.
La guerra, que es un proceso de extrema violencia, produce resultados: algunos países pierden y otros ganan y por eso es que se han conformado los límites internacionales como los conocemos hoy. Por supuesto que la violencia produce resultados, nos gusten o no, como pasa ahora con la CAM, que dicho sea de paso, no se ha limitado a asaltar a la industria forestal o a hidroeléctricas, como el líder terrorista Héctor Llaitul asegura en un intento de desligarse de la enorme cantidad de predios de agricultores modestos de origen europeo e indígena (todos chilenos) que han quemado, destruyendo todo su capital de producción. Esto sin mencionar el asesinato del matrimonio de ancianos Luchsinger Mackay, además de las emboscadas a carabineros (policía chilena), o de los brigadistas asesinados por un incendio que ellos –la CAM- provocaron, generando un número cercano a las veinte víctimas fatales por obra de dicha violencia.
El problema es que como tienen en frente a un gobierno absolutamente inoperante, inepto y que en los círculos más íntimos simpatiza con estas causas terroristas, que la gente de izquierda considera legítimas, se hace muy fácil prevalecer sobre la paz. El día martes 27 de julio recién fue encontrado uno de los prófugos de este grupo terrorista, Emilio Berkhoff, que estaba en su casa con su familia disfrutando de libertad sin cargo de conciencia alguno por los irreparables daños que le ha causado a cientos de personas. Esto demuestra la absoluta ausencia de voluntad por parte de las autoridades del gobierno para poner fin al terrorismo en Chile.
En estas condiciones, claro que la CAM se siente tranquila con sus aproximadamente quinientos mil activistas (muchos de ellos armados y entrenados en Colombia) para con toda la prepotencia que de ellos emana, citar al gobierno y a los máximos poderes del Estado a escuchar sus demandas y desvaríos. Con toda razón creen tener la puerta abierta para esto: la violencia les ha funcionado perfectamente, y deja la frase del vocero de gobierno como una simple aspirina para quienes se rehúsan a reflexionar.
Un problema que estaba ciertamente controlado y que siguiendo medidas estrictas se podía extinguir, durante el gobierno de Michelle Bachelet se ha convertido en una terrible amenaza a la estabilidad de Chile y a su unidad nacional. La historia de las naciones contemporáneas demuestra que si el terrorismo no es tratado como tal y se le da la oportunidad de crecer, este será un cáncer para el país. Véase el caso de Colombia, que negociando un acuerdo de paz que todavía no se afirma bien, tiene un larguísimo proceso social por delante para recuperar la normalidad dentro del país. Perú vivió décadas de subdesarrollo por las limitaciones que impone a la economía y la paz social cualquier movimiento terrorista como fue Sendero Luminoso. Lo mismo ofrece el Estado Islámico, ya que por las razones que sea, los grupos terroristas nunca pueden significar beneficio para la sociedad. Nada los justifica y cuando los gobiernos lo hacen, las naciones se lanzan a peligrosos recorridos de los cuales no siempre se logra retornar.
La lucha armada en Chile recién comienza y se está a tiempo para detenerla, pero sabemos que eso no sucederá en el larguísimo año y medio que le queda al gobierno de Michelle Bachelet. A esto llegamos, a arriesgar nuestra soberanía y ponerla en manos de unos cuantos. No en vano el dicho dice “Siembra vientos y cosecha tempestades”.