En las recientes encuestas, en particular la encuesta CEP julio-agosto 2016, se nota una interesante realidad. El gobierno que se autodenominó popular, que se autoasignó como vocero del pueblo, que se jactaba de elaborar reformas progresistas, ha sufrido un doloroso revés.
El 15 % de aprobación que tiene la presidenta Bachelet está por debajo de líderes tan controvertidos como Evo Morales, cuya campaña populista anti chilena lo mantiene vigente y claro, Nicolás Maduro, que a todas luces ha terminado de sumir a Venezuela en la más absoluta miseria dictatorial.
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Michelle Bachelet, electa en democracia, pero con un bajísimo padrón electoral participando, se empeñó en implementar reformas que grupos de interés no mayoritarios sino más bien vociferantes y de tendencia izquierdista, deseaban. Entre estas reformas, la idea que el rico tiene demasiado y es necesario poner un límite a esa riqueza para igualar las condiciones de vida en el país a través de una reforma tributaria con la cual se financiaría una educación universitaria gratuita de manera universal.
Bachelet justifica este tipo de reformas a largo plazo generando nuevas burocracias y minando el modelo económico que hizo que Chile despegara económicamente. Por esto les fue necesario priorizar una reforma constitucional que se llevó millonarios recursos. Todo esto por vías fuera de lo que permite la Constitución.
El discurso populista partió sin frenos y con ímpetu, no encontrando una oposición armada que les permitiera, a través de la razón, reformular estos puntos. Los escándalos por financiación de la política con evasión y elusión al fisco en la oposición los condicionó al silencio en un intento por recomponerse, ya que su imagen quedó sepultada y la Nueva Mayoría (coalición gobernante) literalmente izó toneladas de leña del árbol caído.
Fue tan evidente la situación que llegó el caso CAVAL, donde quedaba en evidencia el tráfico de influencias del hijo de la presidenta Michelle Bachelet. Este caso además guió a otras investigaciones donde quedó en evidencia la red de corrupción y financiamiento ilegítimo de los partidos de centro e izquierda, dejándolos desarmados frente a la población que reconoció con espanto que su líderes eran todo menos transparentes.
El relato populista con el que comenzó este gobierno y las consecuencias trágicas que éste ha tenido sobre la economía le ha costado caro en términos de popularidad, pero dado que el convencimiento sobre la teoría igualitarista les hace ver ese fin como uno loable que bien les vale los sacrificios que éste conlleve, es imposible llegar a un punto de autocrítica.
Si bien los resultados de la última encuesta CEP son negativos en teoría para la izquierda gobernante, en lo profundo en nada les afecta, ya que ellos son muy hábiles electoralmente, donde logran suavizar asperezas en pro del objetivo común que es la obtención del poder con o sin un programa sensato para desarrollar. Además, es engañoso el diagnóstico que a simple vista se puede hacer de dichos resultados.
La mayoría de la ciudadanía asume que sus prioridades son: la solución a la delincuencia, la salud y la corrupción, desplazando incluso a la educación como tema central. Esto da a pensar que los temas que ocuparon la agenda del gobierno todos estos años no son valorados por la ciudadanía o que quizás el discurso populista no ha calado hondo y que por esta razón la desaprobación a la gestión del gobierno es tan alta y el apoyo de la presidenta es tan bajo, llegando sólo a un 15 %.
Me atrevo a discrepar, ya que puedo vaticinar que en Chile volverá a gobernar la centro izquierda alimentada por el populismo sembrado desde hace años. La gente rechaza las reformas por sus consecuencias, pero siguen exigiendo cambios que van en contra del crecimiento económico, de un Estado menos totalitario y de la libertad, como es el movimiento ciudadano NO+AFP que rechaza el sistema de pensiones actual basado en la autocapitalización de los individuos, permitiendo al Estado no tener que gastar en este ítem.
El rechazo al sistema se da porque hay bajas pensiones, lo cual es obvio si el país deja de crecer y no se han modificado las variables de expectativa de vida, porcentaje de cotización y rentabilidad con las que fue creado. Si ha habido modificaciones, durante los gobiernos de centro, todas han ido en desmedro del cotizante y aún así las AFP hacen un impecable trabajo creando riqueza a través de la inversión y el interés compuesto, cosa que por la baja comprensión matemática del chileno promedio, no parecen ser razones suficientes como para estudiar el sistema, analizarlo, perfeccionarlo y reconocer sus virtudes antes de lanzarlo a la hoguera.
En este tipo de escenario, donde cientos de miles salen a marchar para eliminar dicho sistema, no podemos sino concluir que muy por el contrario de lo que se podría pensar, la Nueva Mayoría no está derrotada. Quizás la imagen de la presidenta sí, quizás sus ministros, su gestión está por los suelos, pero el discurso estatista y populista ya está instalado en la mentalidad de las personas y sólo basta con cambiar los rostros, presentar a un nuevo mesías popular y el poder está al alcance.
Si bien la opinión pública ha priorizado la delincuencia como enfoque de atención porque es un problema vigente y que atenta contra sus vidas, es un tema transversal que cualquier gobierno intentará atacar. Bueno, excepto los gobiernos de izquierda que por el discurso igualitarista casi pueden justificar la violación al derecho de propiedad y la bonanza de unos por sobre otros, pero en general, no es un tema que podría decidir las elecciones, si lo es la mentalidad del chileno promedio que no ha sabido valorar el despegue del país ni los avances.
EL chileno ha tomado su prosperidad por sentado y no calcula la importancia de lo alcanzado por el país más próspero que jamás haya existido en América Latina históricamente. La ciudadanía ha diagnosticado que el modelo fracasó, que es el apocalipsis del capitalismo si es que éste no produce igualdad material y que dicha desigualdad invalida el modelo. Ese discurso está metido profundo en las mentes de la gente y por eso salen a marchar en pro de causas liberticidas que no proponen diálogo sino imposición de lo que la rabieta popular disponga.
Las encuestas muestran una derrota en lo que a este gobierno concierne, pero el país se busca volver al experimento político socialista donde se reparten los recursos para generar igualdad sin importar si la fórmula es viable o no. A la gente le da lo mismo dilapidar la fortuna del país, culpan de sus malos resultados a todos menos a sí mismos. Se instaló para mucho tiempo la cultura del mínimo esfuerzo y quitarle al rico para darle al pobre.
Frente a eso, las encuestas son irrelevantes y lejos de lapidar al socialismo, le dan la oportunidad de captar nuevos eslóganes populistas y volver a seducir a la población que sólo quiere oír de subsidios y regalos que su propio esfuerzo no es capaz de producir.
Dicen que cada país tiene al gobernante que se merece. Un Chile liberticida como el actual merece tener una presidenta obtusa que no es capaz de tomar decisiones racionales en pro del bienestar sino que cede ante el populismo, los discursos igualitaristas y seguirá con sus “reformas” hasta el final. Sí, Chile se la merece, y de seguir por este rumbo también merecerá a las versiones de Chávez, Castro y Maduro que seguro vendrán, porque parece que los chilenos no son capaces de aprender de la historia propia o ajena.