
A lo largo de estas semanas, se ha visto en Chile una serie de protestas estudiantiles en las que se exige educación gratuita y de calidad. Las mismas comenzaron hace años, a la par del reclamo de beneficio en el transporte, en lo que mejor se conoce como pase escolar -tarjeta que permite rebajas en las tarifas de transporte para estudiantes. Sin embargo, las demandas por parte de estos grupos, se han sumado con cada semana que pasa y con cada año que se acumula, el peso recae sobre la sociedad.
Durante las últimas dos semanas, se realizaron marchas y protestas de parte de un grupo estudiantil que se autoproclama el vocero de toda la comunidad estudiantil del país, y buscan dictar a voluntad cuál será la condición de todos los ciudadanos de la capital y de otras regiones donde escuelas y universidades han sido tomadas. En este sentido, le impiden a miles de jóvenes obtener educación, mientras ellos llaman a todos a “luchar”.
Los destrozos han sido gigantes. Escuelas destruidas, semanas con barricadas en las calles e inclusive lugares de culto cristiano han sido brutalmente atacados, como es el caso de la Iglesia de la Gratitud Nacional, en la que encapuchados irrumpieron robando objetos de culto y destruyendo la imagen de un cristo crucificado.
Facultades clausuradas, colegios con aulas y bibliotecas saqueadas. El terror es evidente y la sensación de caos aumenta día tras día.
Los líderes de este “movimiento estudiantil” se desligan de los destrozos causados a la propiedad pública y privada, y cuando se los consulta al respecto, como argumento frente a la confrontación ciudadana, expresan que los destrozos son una respuesta a la provocación de la autoridad.
El tema, que nació como una petición de mejora en el sistema de transporte para estudiantes, se ha politizado y ha estado siendo utilizado para llevar a cabo la agenda izquierdista, oferciendo a la ciudadanía pocas opciones, o ceder a las demandas de estos movimientos que, lejos están de ser mayoritarios o rendirse al caos social, porque ellos no permitirán la gobernabilidad de nadie que no ceda a sus “propuestas”.
Los recientes eventos han revelado una realidad preocupante en el país, pero que no es única en la historia. Las minorías revolucionarias vociferantes doblegan a la mayoría que desea la armonía social.
Chile se enfrenta ante una realidad que es simplemente la cosecha de un discurso muy bien manejado a conveniencia de la izquierda, que ha servido para encandilar a toda una generación de jovencitos con la ilusión de una vida llena de derechos sociales con muy pocos compromisos a modo de contraprestación, con el fin de utilizar a estas hordas movilizadas al primer momento que vean que han perdido el poder, de manera que por el caos, la ciudadanía les implore tomar las riendas. Por eso es que se han rehusado a aprobar leyes que podrían contribuir a resguardar el orden público.
¿Será que Chile está en camino al chantaje populista? Es difícil determinar el alcance del mensaje que están enviando los grupos manifestantes, ya que frente a una autoridad que cede a las demandas de todos quienes provocan destrozos a la propiedad pública y privada, sólo se puede pensar que esa es la vía a la obtención de demandas y en ningún caso del dialogo.
La sociedad renuncia a su libertad cuando la seguridad social corre peligro y las posibilidades son dos: primero, los movimientos violentos exigirán, a través de la destrucción, hasta obtener lo que quieren. Segundo, la sociedad estará tan agotada de la violencia impune, que estará dispuesta a entregar todo al Estado, incluso sus libertades individuales para que el caos cese.
Es como que Chile está atrapado en las exigencias caprichosas de cualquier grupo que decida hacer ruido y destruir la paz social. ¿Cuánto nos va a costar la educación gratuita? Porque de calidad no se ha hablado, como quiere hacer parecer el vocero de Gobierno, Marcelo Diaz, quien dice que gracias a los estudiantes, el tema de la calidad ha vuelto a la palestra. Sin embargo, si se escuchan las consignas que se gritan, donde a insultos se refieren a la policía, con discurso de odio hacia los ricos, con gritos que vociferan contra “el modelo” de Pinochet, que en realidad no es de él, entonces podemos darnos cuenta de que la calidad es lo último en la lista de demandas.
Jamás se ha hablado del mejoramiento docente, de transformaciones curriculares, de aumentar las exigencias para crear estudiantes más preparados, de crear metodología, etc. Lo único que se discute es cómo echar abajo “el modelo” del dictador, el lucro, los colegios privados y todo lo que les haga sentir que están por debajo de alguna norma de excelencia que requiera esfuerzo personal para superarse. En este escenario, sólo se puede esperar nivelación hacia abajo.
¿Cuánto nos costará la lucha por la educación gratuita? ¿Cuándo será responsable la sociedad adulta y tomará su rol como tal? ¿Será que estos movimientos nos cuestan la paz, la democracia y la economía que tanto nos ha costado construir?
Esperemos que no gane la violencia ni sea traspasada la libertad. Hay que enmendar ahora que todavía estamos a tiempo, y poner las cosas en su lugar. Si un Gobierno no sirve para generar paz social, pues para poco sirve sino para concentrar poder.
Que se aprendan las lecciones y se tomen las medidas antes de que nos gobernemos por la ley de la selva en un país que hasta hace poco, fue el gran referente de América Latina.