Chile se ha convertido en un destino interesante para muchos latinoamericanos que desean salir de sus países natales a probar suerte buscando una mejor calidad de vida, esto ha provocado que la tasa de migración hacia Chile aumente significativamente en los últimos 10 años llegando a un 2 % que si bien está lejos de las tasas de migración actuales de Europa (alrededor de un 10 %) es una cifra que se alcanzará en el corto plazo.
El tema puede ser sensible y delicado para muchos sobre todo cuando en Chile ya se ha desatado la carrera presidencial y en este contexto es que Sebastián Piñera, Manuel José Ossandón, Ricardo Lagos y otros presidenciables se han pronunciado al respecto con visiones particulares relacionando a veces migración con delincuencia y en el caso de Ossandón, buscando exaltar el nacionalismo.
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Dadas las circunstancias y ya que se ha instalado el tema, es bueno preguntarse ¿qué atrae a las personas a ciertos destinos? Y ¿Cómo y por qué es esto un problema?
Las personas migran por distintas razones, pero en el caso de Chile, nos encontramos con historias llenas de sueños y búsqueda de oportunidades, también podemos encontrar bandas delictuales completas que solo se dedican a romper la ley con técnicas traídas desde sus países y que han obligado a la fuerza policial a pensar por adelantado, pero estos son minoría, la mayoría busca aportar, buscar sustento bajo una necesidad sin la cual jamás habrían abandonado sus tierras y la cultura en que vivían.
Cuando ocurrían las migraciones en el siglo XIX en toda américa, la mayoría de las personas que venían, lo hacían con el afán de colonizar, crear riqueza de la nada, esto en el caso de Chile es especialmente cierto en el caso del sur, donde colonos suizos, alemanes, franceses y croatas entre otros, se enfrentaban a las inclemencias del tiempo, a una geografía implacable, a la pobreza inicial, todo para establecer aldeas, villas y pueblos, generar comercio, crear riqueza para poder tener una mejor calidad de vida sin más que lo que traían en los bolsillos. Esto porque Chile era un país bastante pobre que no ofrecía más que una vasta tierra en la que estas personas, aplastadas por el clasismo europeo, podían buscar posibilidades de movilidad social lejos de sus tierras.
Al no ser un estado benefactor, Chile ofrecía simplemente la posibilidad de crear y surgir a partir del esfuerzo propio, a partir de cuanto estaba la persona dispuesta a sacrificar para poder crear, sin embargo el siglo XX y XXI, sobre todo este último, ha visto una transformación importante de las naciones que antes, dentro de su precariedad ofrecían la posibilidad de trabajo arduo y superación por mérito propio ahora están convertidas en estados de bienestar.
Chile también ha hecho esta transición y cuando un estado se convierte en uno paternalista en que se autoimpone la responsabilidad de proveer para sus ciudadanos y no dejar que ellos provean para sí mismos, se enfrenta al dilema básico de la economía, necesidades versus recursos.
Las necesidades son infinitas y los recursos limitados, en este caso provistos por todos los contribuyentes y es obvio que cuando estos deben repartirse entre más personas, las asignaciones serán menores.
Ahora, para que esto no sea así, la inmigración debe ser paradójicamente ilegal pues los indocumentados no pueden aplicar a los beneficios estatales, pero sigue siendo un problema pues son personas y por el solo hecho de convivir, de todas maneras utilizan los servicios disponibles para la población documentada, que para efectos de la construcción de políticas públicas o según lo paternalista que sea el estado, “ingeniería social”, son personas invisibles, aunque las podamos ver, al no existir en el papel, no se planifica para ellos.
El gran problema de la inmigración no es la delincuencia, pues en un gobierno que cumple sus funciones, que al menos es la seguridad y la justicia, quienes delinquen tendrán su justo juicio y sentencia y si son extranjeros, según la norma, habrán de volver a sus países según corresponda a su circunstancia.
Tampoco es el problema los requisitos de entrada, pues si se sigue la norma correspondiente o se avanza a un sistema de puntaje, los filtros harán su trabajo, pero la inmigración ilegal seguirá ocurriendo, como pasa en todos los países desarrollados donde incluso olas de migrantes lo arriesgan todo por llegar a lugares con mejores expectativas.
En problema es otro, es simplemente que tenemos un estado paternalista. El problema se llama estatismo, social democracia o cualquier formato de keynesianismo en que el estado provea para suplir los “derechos sociales”
En el siglo XIX nadie se habría atrevido a decir que la inmigración era un problema, porque el Estado no podía darle nada a quienes migraban, excepto bajo la ley de 1845 en que se les proveía de una yunta de bueyes, una pequeña cantidad de madera, una caja de herramientas y la disposición de la tierra vacía para trabajar y aun así venir a Chile era seguridad de trabajo arduo y grandes sacrificios. Sin embargo esto aseguraba que la migración bajo cualquier lupa, sería un aporte del que todos se beneficiarían.
Cuando se ofrece un estado de trabajo, de mérito propio, sin beneficios, sin “derechos sociales” más un sistema judicial que haga bien su trabajo, el filtro se dará por sí solo.
Quiten los beneficios estatales, permitan que las personas libremente intercambien ideas, bienes y servicios, reduzcan las trabas para el emprendimiento, afirmen sin tapujos ni remordimientos populistas las leyes pro convivencia que respalden la libertad, la vida y la propiedad privada y se obtendrá el mejor filtro migratorio posible.
No es lo mismo migrar para vivir del Estado que buscar oportunidades por mérito propio y mientras más libre es una nación, mejor resultarán los procesos migratorios que son inevitables en países en que la libertad ha significado éxito económico.