Al oír, ver y leer noticias sobre la carrera presidencial en Chile, daría la impresión de que las elecciones son 100% un negocio, que la democracia está de más, que es solo un instrumento puesto que las grandes decisiones se toman no en las urnas sino tras escritorios.
Y es que la queja de los candidatos (no de todos) es que nadie les presta dinero para hacer sus campañas y como protagonistas de novelas baratas, exponen su triste condición a la ciudadanía esperando lograr algo de simpatía por mostrarse “no pudientes” “no ricos” o para ser más claros, no iguales a Sebastián Piñera, que sí tiene dinero para financiar solo su campaña si así lo quisiera.
Alejandro Guillier y Carolina Goic son los que más evidenciaron su malestar por la negativa de la banca de financiar sus campañas, ya que una reciente ley separa a las empresas del posible financiamiento de las mismas en cualquier índole.
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En todo caso, es muy posible que varias empresas después de ver a los políticos de siempre, esos a quienes financiaron, tomar iniciativas legales contra el mundo privado por financiar a otros políticos, prefieran mantenerse al margen de dichas situaciones. De hecho la nueva legislación no permite que los candidatos utilicen más del 20% de su patrimonio personal para campañas dirigidas a cargos de elección popular. Esta indicación estaba claramente explicitada en dicha ley que tanto Alejandro Guillier como Carolina Goic firmaron y apoyaron cuando este era el proyecto estrella de la coalición gobernante para separar el dinero de la política, pero de la cual hoy se quejan como víctimas.
Es un “no gracias” de parte de la empresa privada y un “lo siento pero no” de parte de la banca que seguramente sopesó entre prestarle ese dinero a ciudadanos comunes que tras evaluación seguramente podrán pagar y no a políticos que podrían responder dependiendo de los votos que obtengan y que además redactan sanciones que luego los ha de perjudicar como sector.
En el caso de Guillier, lo triste, y lo que bordea en lo patético, es que el hombre seguramente no hizo el cálculo de la inversión que significa ser candidato presidencial y mucho menos cuando se dice “independiente”. En caso de no serlo y correr la carrera con alguno de los partidos que lo proclamaron, tal como el partido socialista, podría contar hoy con los muchos millones de los que este partido dispone, siendo el más rico de Chile. Podría también haber aceptado su condición de comunista de corazón y utilizar parte del patrimonio de dicho partido que también lo proclamó, pero en ese afán de mostrarse diferente a los otros políticos, por “no ser político” (aunque es irrisorio que alguien que vive de la política no se considere político) de tener libertad de movimiento, lo único que logró es que a la hora de la acción, los partidos lo dejen literalmente solo en términos financieros.
Es que no es sencillo conseguir financiamiento cuando tus números no te muestran como un competidor ganador o cuando tu capacidad de liderazgo no da para unir los pedazos de coalición que van quedando de tu sector. Primero culpa a los notarios, luego a los partidos, luego a la banca y luego a Piñera…siempre será culpa de alguien más y en noviembre resentirá seguramente a los ciudadanos.
Algo parecido pasa con Carolina Goic, que con su 2% en las encuestas y a estas alturas, debe saber que su candidatura es más bien simbólica que competitiva. Su eslogan “patria resiliente” no significa mucho para nadie en realidad, porque no implica cambio, sino más bien inspira aguante. De todas maneras dicha frase no parece encajar con la actitud que la misma Carolina Goic tiene hacia la negativa de la banca para financiar su candidatura, pues lo primero que hizo fue culpar a Piñera de ser rico y por lo tanto de creer que esa ventaja de él, le costaría a ella su derrota… como para echarle la culpa al empedrado.
Que no es justo que Piñera pueda financiar su campaña con su patrimonio y donaciones ciudadanas pero ellos no. Esa es la consigna imperante. Quizás porque han reducido la campaña presidencial a la habilidad de pagar para imprimir panfletos y volantes explicativos de sus promesas incumplibles y no han asumido que una campaña se basa en propuestas, en ser planificados y no meros improvisadores; se basa también en conseguir apoyos estratégicos, en proponer ideas clave, crear un discurso plausible, entendible y exponer la logística de tu plan aunando voluntades en torno al mismo. Una campaña bien hecha requiere que se crea en un proyecto común, que quienes te apoyan estén convencidos de que lo que propones es el camino para resolver los temas país y también pasa por tener la capacidad de convencer a la población de que tu propuesta no solo es realizable sino conveniente para el desarrollo. Cierto, nunca quedarán todos contentos, pero el candidato solo necesita “esa mayoría”.
La nueva ley en la que se estipula el cómo se han de financiar las campañas y los partidos, implica que los candidatos deben convencer para conquistar apoyos financieros. En este sentido el gran problema de Guillier, Goic y otros que se suman a la queja y culpan a Piñera de su propia escasez, no es que no tengan el dinero para pagar por sus varias publicidades, sino que sus ideas, sus planes continuadores de las nefastas reformas del presente gobierno o su tibieza para corregirlas, no terminan por convencer a la gente. No tienen poder de arrastre ni tienen poder de unión, por eso no han sido capaces de concertar una sola candidatura ni han podido volver a unir a la Nueva Mayoría que hoy gobierna fragmentada.
Su gran escasez no es de dinero sino de ideas, de liderazgo y de visión. Frente a eso, ni todo el dinero del mundo puede ayudarlos.