
Lo único que cambió en el Ministerio de Transporte colombiano fue la cara del ministro. Los errores y la fidelidad al monopolio de taxistas permanecen intactos. A pesar de recomendaciones de otras carteras, como la de las TIC, que aconsejan no censurar las innovaciones tecnológicas, el Ministerio de transporte ha decido sepultar a las soluciones de transporte que ofrecen compañías como Uber y Lyft.
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La reglamentación del decreto 2.297 sólo permitirá el acceso al mercado de taxis de lujo a empresas ya existentes. El tema de la tarifa quedará supeditado al albedrio de los alcaldes. A lo que Hugo Ospina, vocero de los taxistas, respondió al mejor estilo de Actualidad Panamericana: “Proponemos que, como vamos a poner vehículos de alta gama, previa chatarrización de un taxi amarillo, se nos permita poner tarifas libres, acordes con la libertad del mercado”. Me pregunto cómo un mercado que está restringido por cupos, impuestos sobre los impuestos y a lo que se le sumará registrar las aplicaciones ante el ministerio, puede ser libre.
Como si fuera poco, el Gobierno decidirá la manera en la que las plataformas deben ser creadas. Asunto para el cuál sí les sirvió Uber, pues las plataformas deberán contener pagos electrónicos, medir los trayectos, mostrar la ubicación del vehículo, calificación a usuarios y conductores y estimaciones de tarifas. Es una lástima que no acojan las prácticas que hacen de Uber un mejor servicio. Por ejemplo, en las aplicaciones existentes de taxis, que a futuro también podrían palidecer, ya se incluyen calificaciones de los taxistas. Sin embargo las empresas no hacen nada. Uber tiene estas interfaces para cumplir con propósitos específicos, como sacar a los malos conductores del sistema. La solución del Gobierno para garantizar la calidad: cursos del SENA.
Uber utiliza la localización de los vehículos para asegurar que el conductor transporte a los clientes a velocidades seguras. Tal vez el lector no sabía, pero la empresa le envía mensajes advirtiendo a los conductores que tienen delirio de pilotos de Fórmula 1 que la prioridad es la seguridad del cliente y no la velocidad del servicio. ¿Acaso los monopolios existentes harán lo mismo?
El nuevo decreto obliga a sustituir los cupos de taxis por cupos para prestar el servicio de lujo. Esto aumentará, aún más, la escasez de carros amarillos. Ni hablar de la subida de precios y famosas propinas que se avecinan: transportarse en Bogotá será todo un lujo, con el mismo servicio que prestan los taxis pero en carros más bonitos.
No se da cuenta el Gobierno de lo perverso que es mantener el sistema de cupos. El esquema actual convierte a los taxistas en esclavos del siglo XXI. Un cupo puede llegar a valer varias veces el precio que se paga por un taxi. Esto hace que los dueños de los vehículos sean pocos, ergo la mayoría de taxistas no son dueños de su carro y tienen que trabajar ardas jornadas para pagarle al propietario lo del día. Así el conductor se enferme, o tenga algún inconveniente, debe trabajar hasta 12 horas o más para responderle al del cupo.
El modelo de Uber también es innovador en este aspecto. Los conductores trabajan lo que quieran, y entrar a la plataforma no les cuesta. La presión laboral es significativamente menor y eso repercute directamente sobre la calidad del servicio prestado.
Es una lástima que un país que camina sobre el filo de la navaja en temas económicos sentencie la innovación. Ya el Gobierno nos dice hasta cómo debemos hacer las aplicaciones digitales. Los esquemas prohibicionistas, que alejan a nuevos competidores y concentran la riqueza en unos pocos monopolistas se perpetúan.