Si usted acude a cualquier supermercado en Estados Unidos, y probablemente en muchos otros países del continente, al pagar con su tarjeta de débito y con solo indicarlo en la pantalla, puede retirar USD $20, $40, $50 o hasta $100, sin cargo alguno ahorrándose así el costo, el tiempo y, tal vez, el riesgo de acudir a un cajero externo.
En Venezuela, cuando hace unos meses los comerciantes comenzaron a facilitarle efectivo a sus clientes mediante el pago de una comisión que les permitía evitar las degradantes colas que se forman en las taquillas y cajeros de los bancos, la Policía prohibió de inmediato proporcionar ese servicio, so pena de cárcel o cierre del negocio.
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Entretanto, la cantidad de billetes en circulación disminuía del 8 a 9 % de la liquidez total que había sido tradicionalmente, a tan solo el 6,3 % en la medición más reciente. Aunado a eso, como la hiperinflación sigue haciendo sus estragos (el precio del cartón de huevos, por ejemplo, subió otro 37 % en los últimos 30 días, un 4.270 % si lo anualizamos) el billete de mayor valor del cono monetario, de Bs 20.000, ya vale tan solo USD $0,50 si lo calculamos al inefable cambio libre, o USD $4,0 si se estima al precio de la última subasta privada DICOM de hace ya un par de meses.
El resultado es un corralito de características netamente venezolanas, en el que los ciudadanos están, para efectos prácticos, impedidos de convertir sus depósitos en dinero en efectivo. No es que la banca haya desarrollado características de sadismo avanzado, sino que por la falta de previsión de planificadores públicos que persisten en mantenerse en el anonimato, la Casa de la Moneda de Maracay tan solo puede producir billetes de Bs $100 ($ USD 0,0025), y el resto de las denominaciones del cono hay que importarlas, pero al parecer esas importaciones no se hacen con la debida celeridad que requiere la creación desenfrenada de liquidez.
Los bancos se han visto obligados a limitar lo que dispensan por cajeros a Bs $10.000 (USD $0,25) diarios por cliente, y en las taquillas, en las que se permitía hasta hace unas semanas sacar hasta Bs $40.000 (USD $1.00) por día, ahora eso se limita a Bs $10.000 o Bs 20.000. Una persona que diligentemente dedique 2 a 3 horas diarias puede llegar, con suerte a sacar unos Bs 40.000 por día hábil, lo que da un máximo posible de $20 mensuales por su esfuerzo. En otras palabras USD $0,30 por hora invertida en ese calvario, lo que tiene que ser uno de los “corralitos” más radicales de la historia monetaria moderna.
Pero ¿Qué nos depara el futuro? Bueno, el circulante para la semana finalizada el 20 de octubre ya sobrepasó los 50 billones de Bs, y si tomamos en cuenta que está por anunciarse un nuevo aumento de sueldo, las bonificaciones públicas de fin de año, y el gasto clientelar que habrá que asociar a las elecciones municipales de diciembre, todo a ser pagado con dinero sin respaldo. es de presumirse que la situación empeore.
Los billetes de Bs 20.000 ya han, para efectos prácticos, desaparecido del mercado a medida que la gente los atesora ante la posibilidad de tener que afrontar un gasto inesperado en efectivo, y detrás los seguirán los de Bs 10.000 y 5.000. Como siempre sucede, los más afectados serán los más humildes que no están bancarizados, pero también el resto de la población, a medida que los puntos de venta colapsan sin posibilidad de ser sustituidos.
La última improvisación es un sistema de transferencias directas del que se ha hablado, pero que funciona muy bien, sin duda, en países donde el wifi está entre 10 y 30 megas, pero que encontrará su talón de Aquiles en el servicio wifi de CANTV, que de pascuas a Ramos da un mega, y por lo general menos que eso. Tal vez el corralito venezolano sea un tributo a los 100 años de la Revolución Bolchevique, pero sospechamos que no es así, sino más bien un gigantesco ejercicio de falta de previsión e incapacidad burocrática.