El gobierno de Nicolás Maduro ha tomado, hace unos días, la decisión de retirar de circulación los billetes de 100 bolívares, que son los de más alta denominación existente hoy en Venezuela. Esta medida, discrecional, despótica y arbitraria, ha puesto al país sudamericano en una situación insostenible. A la escasez de servicios y bienes esenciales se añade ahora esta acción del gobierno que deja a la gente sin dinero en efectivo y significa una verdadera expropiación: quienes no puedan cambiar a tiempo sus billetes perderán su dinero y no habrá atenuante alguno.
- Lea más: Argentina: Venezuela podrá tener voz y voto en Mercosur solo cuando cumpla con las reglas
- Lea más: Portavoz de EE. UU.: salida de la crisis en Venezuela está en manos del Gobierno
Para colmo la medida se ha tomado en vísperas de las fiestas navideñas, en la época en que aumenta el consumo y se realizan muchas más transacciones comerciales que de costumbre. La altísima inflación que sufre Venezuela ha complicado además la confusión y las dificultades, pues se necesitarían inmensas cantidades de billetes para realizar aún los mínimos consumos. Así, por ejemplo, un billete de 100 bolívares, de esos que se están retirando, no alcanza siquiera para pagar el estacionamiento de un carro.
El gobierno dictatorial de Nicolás Maduro ha dispuesto esa medida con el objeto de impedir la compra de dólares, que en las fronteras es muy activa y se realiza en efectivo, pero con la intención además de tener controlados a los ciudadanos, que ahora tendrán que realizar todas sus transacciones a través del sistema bancario. Un sistema bancario que, según se comenta, va a ser estatizado muy pronto.
Pero la respuesta de mucha gente ha sido violenta: desesperados al no poder realizar sus compras, grupos de personas se han dedicado al saqueo de comercios en Ciudad Bolívar y otras localidades del país, arrasando y destruyendo comercios, llevándose todo lo que encuentran.
Las escenas que registran los videos de los aficionados, y que circulan ahora ampliamente, son aterradoras y muestran que el orden social se ha roto por completo en varias ciudades y parece que puede quebrarse en todo el país. Es posible que los saqueadores pertenezcan a grupos afines al gobierno e, incluso, que hayan sido organizados y estimulados por el propio partido de gobierno.
La fuerza pública está tratando de controlar la situación, hay ya varios muertos y centenares de detenidos, pero la situación todavía se les escapa por momentos de las manos. Se registran ataques a residencias privadas y la población teme por sus bienes y hasta su vida.
Escasez, delincuencia, inflación y medidas brutales del gobierno han llevado al caos en ese país petrolero sumido ahora en la miseria. No hay ley: la Asamblea Nacional (parlamento venezolano), que conquistó hace un año la oposición en una votación abrumadora, carece de todo poder y sus decisiones son anuladas por la Corte Suprema o por el mismo ejecutivo.
La población vive en una perpetua angustia mientras la dictadura se afirma y ejerce un control cada vez más estricto sobre sus vidas. Pero la oposición recurre solo a iniciativas legales que, en ausencia de todo estado de derecho, no surten el menor efecto. La lucha en la calles, las manifestaciones que crecieron durante los meses de septiembre y octubre, fue detenida cuando se entró a un proceso de diálogo que solo ha servido para que el gobierno ganase tiempo, sin hacer ninguna concesión. El ciudadano corriente no tiene a nadie que lo represente, que luche por sus pocos derechos.
En esta situación será muy difícil que Venezuela pueda escapar de la dictadura que hoy sufre, condición indispensable para que cambien las políticas del gobierno y retorne la calma al país y la economía se estabilice, aunque sea mínimamente.
Pero, con un gobierno que controla todos los poderes del estado, hay una sola posibilidad, aunque dolorosa, para que se produzca el necesario cambio: una intervención directa de las fuerzas armadas.
Es cierto que el alto mando militar es cómplice del gobierno, lo que permite a muchos generales realizar estupendos negocios, aunque por supuesto muy poco limpios. Es cierto también que un gobierno militar, aunque tenga participación civil, no traerá de inmediato la democracia y el bienestar a Venezuela. Pero seguir tolerando a la mafia que hoy está enquistada en el poder solo permite predecir que los males de ese sufrido país aumentarán y que la miseria y la opresión continuarán en aumento.