
EnglishEn estos primeros 100 días de Gobierno que se cumplieron el pasado 15 de agosto, el presidente Luis Guillermo Solís ya tiene un historial que podemos alabar o criticar. Ya el país tiene un sentir de la dirección a la cual el presidente quiere llevar “este barco”. Ya queda superada la campaña y empieza el mandato.
Pocos presidentes son electos con tan abrumadora mayoría como la del pasado 6 de abril. Fue una segunda ronda atípica, en donde el candidato oficialista se retiró; y esto luego de una primera vuelta sorpresiva donde el actual presidente ganó con una mayoría insuficiente (31%) su pase a la siguiente ronda.
Sin el candidato de partido oficialista, Johnny Araya, Solís cosechó el 77,9% de los votos. A pesar de que el 38% del electorado decidió no ir a las urnas, la alta cifra mostraba a Solís con un masivo apoyo popular; el entonces candidato socialdemócrata por el Partido Acción Ciudadana (PAC) se hizo valer de esa segunda ronda para prometer a diestra y siniestra y así llenar de optimismo al país.
¿Durará seis meses la reforma eléctrica del nuevo oficialismo? “¡No! ¡Debe ser YA!”, decía Solís. Lamentablemente, una vez en el poder dijo que en 18 meses tendría una propuesta.
¿Tendrá el impopular Mariano Figueres un puesto en su administración? “¡Jamás!”, decía nuevamente Solís. Sorpresivamente, a pocas horas de asumir su presidencia lo nombraría jerarca de la Dirección de Inteligencia y Seguridad (la policía secreta), la misma agencia que había prometido abolir durante la campaña.
Pero la luna de miel seguía. Había mentido, pero ya no se percibía corrupción en el Ejecutivo. Hasta trascendió la controversia de haber izado la bandera de la diversidad sexual en Casa Presidencial (aunque iniciaba un leve descontento popular).
Pero llegó el Mundial y Costa Rica haría historia con su octavo lugar. Lo único que molestaba era el intento de la Superintendencia de Telecomunicaciones (SUTEL) por iniciar un cobro por descarga en el Internet móvil y un alza en los precios de los combustibles.
Primero salió su ministro de la Presidencia a apoyar la propuesta de la SUTEL, pero la indignación popular hizo que Solís desmintiera a su Ministro. Después prometió que no habrían alzas en los combustibles durante el Mundial, promesa que poco duraría y que justificaría alegando desconocimiento de la ley: “No sabíamos que el Ejecutivo no decretaba las tarifas de los combustibles”.
Otras acciones llamaron la atención. El Gobierno declaró una moratoria para prohibir la producción de energía a base de desechos sólidos. Y los sindicatos celebraron un aumento salarial cercano al 5% en el sector público, histórico logro que lloraron los contribuyentes.
Había un descontento generalizado pero poco comprendido, algo así como “una mala vibra” con relación a Solís. Pero cuando se supo que en campaña hubo enriquecimiento desmedido, que el publicista Iván Barrentes se hizo millonario en la misma (hasta hace poco prestaba servicios privados desde la Casa Presidencial), y cuando se supo que Melvin Jiménez (ministro de la Presidencia) tenía una acusación por haber utilizado dinero de la Iglesia Luterana para matar las aspiraciones políticas de Ottón Solís (diputado y fundador del PAC), y que el abogado del PAC había aparentemente falsificado documentos ante la Caja Costarricense del Seguro Social; y posteriormente sería detenido… la faceta de la transparencia ética se le mancharía al presidente.
Hasta puedo terminar este análisis con su cita célebre: “No es lo misma verla que bailar con ella”.
Sus primeros 100 días lo dejan con fuertes fricciones con las diferentes fracciones legislativas. Su similar ideológico del Frente Amplio lo acusa por algunos reveses en los temas sociales; su socio temporal de la Unidad Social Cristiana se incomoda con su falta de ejecución y cuestionamientos éticos; la bancada mayoritaria de Liberación Nacional ataca su mala ejecución; y su acérrimo contrincante ideológico del Movimiento Libertario se muestra incómodo por las inconsistencias, la divergencia de ideas y el aparente desplome económico que se vaticina.
Hasta la bancada oficialista, que ni si quiera es mayoritaria, se encuentra fraccionada en el Congreso.
Parafraseando a su cuestionado publicista, se vendió una Coca-Cola. El problema fue que se destapó la subejecución, el populismo, las inconsistencias y el fúnebre pronóstico de este pequeño país.