Por Adrián Ravier
En numerosas oportunidades Mauricio Macri declaró su admiración hacia el modelo económico chileno. Alguna vez se le reconoció a su par Michelle Bachelet la convergencia, sin embargo esta parece ser muy lejana, y los avances a lo largo de este 2016 parecen ser mínimos.
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La admiración no sorprende cuando se analizan diversos indicadores. Existe cierta similitud al tomar el Producto Interno Bruto per cápita o el nivel de desempleo, pero las diferencias son notorias cuando se analizan datos como: el nivel de gasto público en relación al PIB (23 % Chile contra 45 % Argentina), déficit fiscal (2 % contra 7 %), el nivel de deuda sobre el PIB (17 % contra 60 %), Ranking Moodies (Aa3 contra B3), ubicación en el Ranking de competitividad (35 contra 106), lugar en el índice Doing business o “hacer negocios” del Banco Mundial (48 contra 121), Índice de Precios al Consumidor (4 % contra 40 %), nivel de exportaciones e importaciones en relación al PIB (30 % contra 12 %), además de mejores indicadores en las tasas de natalidad, mortalidad y esperanza de vida, por tomar una muestra.
En el frente fiscal no ha habido cambios. El siguiente recuadro puede ayudar a comprender el punto:
La economía argentina presenta hoy un elevado nivel de gasto público. ¿Bajo qué criterio se puede sostener que es “elevado”? “Elevado”, si lo comparamos, por ejemplo con la recaudación tributaria, provocando un déficit fiscal que nos obliga a tener que acceder a otras fuentes de financiamiento. El kirchnerismo financió estos déficits emitiendo dinero, lo que generó un alto nivel de inflación, y también accediendo a tomar deuda interna a través de los fondos de pensiones existentes en Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES), lo que complica el futuro previsional de la población económicamente activa.
El gobierno de Mauricio Macri ha negado una y otra vez que vaya a ocurrir un ajuste durante su gobierno, lo que se convalida al observar el tamaño del gasto público. En lo que sí hubo leves cambios, es en la forma de financiarlo. Eliminó retenciones y redujo el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias; pero continúa tomando fondos de ANSES en forma de deuda interna y ha buscado y sigue buscando cubrir la brecha que queda a través de deuda externa.
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Si esta solución prevalece, lógicamente será temporal y estará condenada al fracaso.
Ningún país puede lograr sostener estos niveles de déficit tomando deuda externa. Vale recordar el desenlace del menemismo por seguir esta receta.
Adrian Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y Profesor en la Escuela de Negocios de la Universidad Francisco Marroquín.