Por Gustavo Milutin
A pesar de que el título hace alusión a la lejana isla donde los niños no crecen de la clásica película “Peter Pan”, se está hablando de la realidad de Argentina en la actualidad. De todas formas, parecería que en lugar de los niños, es la población la que no crece.
Hoy todo es gratis; el esfuerzo y la auto superación son palabras que representan discriminación, capitalismo salvaje y exclusión. Ese razonamiento es el que predomina hace más de 70 años en nuestro país. Son esas palabras, cargadas con el mayor de los cinismos por parte del populismo, las que han alterado el curso del país y atrasado el crecimiento cultural e intelectual de la población.
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A lo largo del tiempo, el populismo ha cambiado el significado de las palabras y hasta les ha dado una calificación moral. La palabra ajuste, por ejemplo, es una palabra cuyo significado es simplemente reducir los gastos, controlar y hacer más eficiente los recursos, sin embargo, hoy para el diccionario populista, significa despidos, desempleo y neoliberalismo ( término pésimamente utilizado).
Argentina bajo la guardia y el populismo entró en el pasado siglo, con Juan Domingo Perón como líder, desde entonces el país se ha vuelto un “País del Nunca Jamás”. Esta claro que el peronismo no tiene la culpa de todo, el pueblo tiene gran parte, por quedarse en una posición cómoda donde el Estado, poco a poco los fue tratando como hijos.
El Estado se transformó en paternalismo puro,; de proveer seguridad, justicia, protección de la libertad individual, educación y salud, pasó a ser un interventor en la gran mayoría de los aspectos de la vida de los ciudadanos. El gran desafío hoy para el macrismo no es político o económico, es cultural, es revertir ese paternalismo y volver a las funciones básicas nombradas al principio del párrafo.
Cuando muchos analistas hablan de que la famosa “Lluvia de inversiones” no llegó y dicen que es por falta de estabilidad macro, están omitiendo un factor importante, como es la seguridad jurídica. ¿Quién garantiza a un inversor extranjero que su empresa no va a ser expropiada, como ya ha sucedido en otras oportunidades? ¿Quién invertiría, si no conoce el precio real de muchos bienes?¿Quien traería su empresa, si la sociedad lo va a tratar de ladrón de puestos de trabajo y destructor de industria nacional? Esta claro que estas preguntas tienen un factor común además del económico, el factor cultural. Se ha asustado de tal forma a los argentinos con la venida de empresas extranjeras e importaciones, que erróneamente creen que sus trabajos y sus recursos corren riesgo.
La lógica que ha instaurado el populismo en el país es tal que hace que la gente acepte pagar más de AR$1.000 (US$66) por un pantalón de jean nacional con el pretexto de proteger a la industria nacional cuando en cualquier otro país un pantalón de jean es totalmente accesible. Lo que termina haciendo esta lógica es limitar las opciones del comprador a la más cara, generando también un esfuerzo muy grande de su salario.
La falta de competencia por culpa de la decadencia cultural, tiene un costo muy alto, el aislamiento de un país a las nuevas tecnologías, avances culturales y medicinales y a mejoras en los métodos de producción. Cuando el empresario no compite con su par extranjero tiene total libertad de poner el precio que desee (gracias al amparo indirecto del gobierno), por sus bienes. Ahora si a este se lo hace competir, no le queda más remedio que aceptar las leyes del mercado y los consumidores podrán elegir sin ser esclavos de una sola oferta. Ese razonamiento tan lógico se ha perdido y el costo de esa pérdida es muy grande para un país.
El populismo, ha creado al mejor estilo de un ilusionista la sensación de que todo es gratis y un derecho. Esa sensación no solo es cínica, es totalmente errónea, lo que resulta peor, es que nada es gratis realmente ya que se paga de una u otra forma. El ejemplo mas claro es el de las tarifas, por ser los precios ridículamente bajos gracias a los subsidios creados para sostenerlos, la gente creyó que su sueldo iba a rendir mas, ya que los servicios eran muy baratos. Lo que sucedió fue que la inflación causada por los subsidios les comió el poder adquisitivo salarial. Esa es la mayor muestra de que nada es gratis, lo barato termina saliendo caro.
El daño del populismo no tiene dimensiones, es peor que el daño del socialismo, porque este penetró en la cultura de las personas, fue un trabajo fino de hormiga. La única manera de revertirlo es con educación, competencia y razonamiento. Esa es la tarea de los economistas, políticos y formadores de opinión. Como el populismo se metió en un trabajo artesanal, ahora se tiene que hacer lo mismo para sacarlo y volver al crecimiento genuino.
Gustavo Milutin es de Mendoza, Argentina, estudiante de economía. Liberal apasionado por la economía y la política.