Por Luis Silva-Ball y Antonella Marty
Imaginemos que en su edificio le cortaron el agua hace años. Un día aparece el encargado y dice que le va a cambiar el modelo del grifo, y ya usted no protesta porque regrese el agua, sino porque no le gusta el modelo del grifo nuevo… ¿Tendría esto sentido?
Bueno, así sucede con la Constituyente en Venezuela, veamos el porqué.
En los primeros días de mayo, el dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, firmó un decreto por el que convocaría a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), lo que tendría el fin de “reformar el Estado y redactar una nueva Constitución para el país”.
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A pesar de vender la idea de que ellos creen en su Asamblea Nacional Constituyente como mecanismo para resolver los profundos problemas por los que atraviesa Venezuela, para esta narcotiranía, la ANC es simplemente una herramienta más para su juego estratégico. ¿Por qué? Veamos.
La Constitución actual de Venezuela es un adorno en el país y la Constituyente es poco más que un humo ofuscador del régimen.
Su impacto real sería nulo. Prácticamente todo lo que puedan llegar a cambiar con una nueva constitución ya está implementado en Venezuela, que hace rato se ha convertido en un Estado comunista y terrorista, valga la redundancia.
Poder: el único ideal de la mafia
Los poderes del Estado están usurpados por un cartel, una mafia, una narcodictadura. Como toda organización criminal, los chavistas –que no son más que una fachada para terroristas y narcotraficantes como tantos socialistas en la historia– no se rigen por una constitución o algunas leyes. Para ellos, la “democracia” y la “república” son meras palabras vacías de contenido. Palabras para usar a discreción como instrumento de manipulación para mantener el poder.
Todas las acciones, ilusiones, manipulaciones que puedan orquestar van dirigidas precisamente hacia este propósito, el único principio por el que se rigen las mafias: el poder.
Ejemplo de los espejismos mafiosos de estos criminales, es lo que han hecho con la Constitución que ellos mismos redactaron, la “Bolivariana” de 1999.
Es claro que esta Constitución, en teoría vigente, no es la ley que rige en el país.
Jurídicamente, estos narcos disfrazados de gobierno han armado una grotesca maraña de leyes y decretos que han aplicado por encima de “su” Constitución a pesar de contradecirla. Son las que los chavistas inventaron, cambiaron y utilizan a gusto e interés personal para evitar ser juzgados y mantenerse cómodos en el poder.
Aún así, cuando no les conviene seguirlas, ellos mismos violan a sus propias leyes inconstitucionales, porque de nuevo: para los criminales, ellos están por encima de la constitución, las leyes, y las elecciones.
Reforma Constitucional de 2007
En este sentido, es claro que el Consejo Nacional Electoral (CNE) es y ha sido nada más y nada menos que el Ministerio para la Fantasía Electoral del régimen. Un órgano que decide qué elecciones gana la dictadura y cuáles les conviene entregar para mantener su máscara democrática.
Luego de las elecciones presidenciales de 2006, esta fantasía electoral se derrumbaba tras la cobarde traición de Manuel Rosales a la oposición. Ante esta preocupante situación, el régimen implementó una brillante estrategia para canalizar el descontento y apaciguar la desconfianza frente a su mentiroso sistema.
En 2007, presentan una Reforma Constitucional de 69 artículos aterradores, que generarían pánico en la población. Ante la abominable idea de esta reforma, poder detenerla sería un enorme alivio. De esta manera podrían entregar una “victoria” a la oposición que complacida consigo misma se creería el cuento de la democracia en Venezuela. Legitimaría la noción de que el régimen podría salir por vías electorales.
Esta reforma de 69 artículos incluía cambios como:
1) Mayor intervención del Estado en la economía, incluyendo las expropiaciones.
2) La creación de nuevos entes paralelos de gobierno.
3) La eliminación de la autonomía del Banco Central.
4) El control del ejecutivo sobre las reservas internacionales.
5) Protagonismos de los Consejos Comunales.
6) La creación de las Milicias Bolivarianas.
Como era de esperarse, el tirano Chávez implementó todo esto y la mayor parte de la Reforma Constitucional que incluso –según su propio CNE chavista– fueron rechazadas por la ciudadanía en el año 2007. Muchas de ellas, por decreto.
No “pudieron” cambiar la constitución: cambiaron las leyes. Y cuando las leyes no eran suficiente, sencillamente violaron la ley.
Ahora, para el punto más sensible de estas reformas, la reelección indefinida, montaron un nuevo show electoral en el 2009 que les permitió hacer ese cambio sobre la Constitución del ‘99.
Con toda esta secuencia estratégica, la tiranía narcoterrorista cumplió sus metas:
1) Otorgaron legitimidad al sistema electoral.
2) Habilitaron a Hugo Chávez para ser reelecto “legalmente”.
3) Hicieron lo que les dió la gana, burlándose de la oposición ingenua.
Para quien quiera negar lo planteado, pregúntese: ¿realmente se logró algo “ganando” esa elección de 2007? ¿Se logró detener a esas reformas o sencillamente su “rango constitucional?
Diez años después el escenario sigue siendo el mismo: se busca una legitimación del sistema cediendo una victoria a la oposición.
Claramente la constitucionalidad o no de sus caprichos no afectan su capacidad para implementarlos. Una Constituyente solo formalizaría lo que ya existe y seguiría siendo ilegítimo.
¿Qué cambiaría una Constituyente?
Para efectos prácticos, lo único que puede llegar a cambiar con la Constituyente en Venezuela sería pasar del voto directo al voto comunal, claramente inspirado en el sistema soviet que existe en Cuba.
Bajo este sistema la gente no vota por presidentes o parlamentarios. En Cuba, según la “Constitución” –una formalidad que el régimen castrista ignora a discreción– los cubanos votan a través de las comunas, que luego son las que eligen a los representantes. Por supuesto, las comunas son sometidas a la aprobación de la tiranía castrista y sólo se permite elegir a un partido: el Partido Comunista.
Esta sería la mayor reforma que podría traer la Constituyente. Es decir, un cambio en la metodología, pero no el fondo, no en la forma.
Ahora, claro está que incluso este cambio de metodología electoral que acarrea la Constituyente la podrían aplicar cuando les dé la gana, debido a que tienen al Consejo Nacional Electoral (CNE) a su total servicio. Es un órgano que –como todo el aparato pseudo gubernamental chavista– ha violado sistemáticamente las leyes y la Constitución del ‘99.
De tal modo, para el régimen, la legalidad que pueda sacar de una Constituyente es un mero detalle.
Por otra parte, mientras sesiona la Asamblea Nacional Constituyente, esta tendría la capacidad de anular a todos los “poderes” actuales. Para algunos chavistas, esto presenta una amenaza. Sus cómodos cargos estarían en peligro.
Para los ciudadanos, esto es completamente irrelevante. Todos los poderes están secuestrados por los chavistas terroristas, y los que no están completamente castrados por el régimen y su propia complacencia –como es el caso de la Asamblea Nacional que se niega a formar un legítimo Gobierno Libertador en paralelo.
Evidentemente, una Constitución –la actual o una nueva– no es un impedimento para cometer barbaridades humanitarias de la tiranía, sus atrocidades económicas y su abominable política de exterminación de la juventud venezolana.
El régimen que representa Maduro hace lo que le da la gana. De no ser así, ya tendría que haberse ido por el referendo revocatorio, por las elecciones que jamás ganó y otros tantos motivos más. Motivos por los cuales, según su propia Constitución actual, tendrían que estar tras rejas pagando por los tantos crímenes que ha cometido contra la ciudadanía venezolana.
La Constitución de 1999 no protege a nadie de la tiranía –y una nueva de 2017 o 2018 sólo podría formalizar el salvajismo imperante chavista con una capa delgada de cristal.
Eliminado el régimen quedaría eliminada su Constitución, y con ella toda aspiración a impunidad para los criminales del “gobierno”.
¿Por qué entonces avanzan con “la Constituye”?
Esta pieza viene a ser una parte más del juego de negociación orquestado por la cúpula de narcoterroristas con el fin de mantenerse en el poder y continuar asesinando jóvenes.
Pensémoslo: la gente se alzó en las calles por un período demasiado prolongado, motivo que hizo ver al régimen la necesidad de calmar las calles.
Esta Constituyente es una respuesta de parte de la tiranía a las protestas de una ciudadanía harta. La Constituyente es algo que la tiranía se inventó durante las protestas para después poder negociar. La ciudadanía se alzó debido a la crisis alimentaria, humanitaria y socioeconómica por la que está atravesando, no por una Constituyente. No lo olvidemos.
Se lo colocaron en el medio para distraer, generar humo, ofuscar, confundir, aterrar …y luego aflojar el “dictatometro” ante los ciudadanos, la oposición y la comunidad internacional. Ahora todos están atentos a lo que hará el régimen con la ANC –no con los jóvenes muertos, no con la renuncia de Maduro, no con el acato al plebiscito del #16J. Humo, señores, humo.
Esto pareciera ser el primer tomo de negociación básica, el régimen está creando una situación perfecta, está jugando con el mundo y muchos parecen seguirle el juego
Claramente lo que le conviene a este régimen narcodictador es llegar hasta el sábado creando pánico y terror, que todos hablen de la tragedia que sería la Constituyente y todo lo que pueda pasar con ella.
El tema es que la Constituyente –se ejecute o no, porque puede pasar cualquier cosa– ya está en efecto desde hace un buen rato. Pareciera que no muchos lo ven porque no recuerdan a quién se están enfrentando: no a una democracia, no a unos republicanos, no a unos santos, ni si quiera a unos políticos corruptos como Lula en Brasil o Humala en Perú.
Señores, lo que se enfrenta acá es a un cartel, a quinientos Pablo Escobar en el poder.
Pero nuevamente: ¿de qué vale una “Constitución” cuando los que están en el poder pasan a personificar la ley y hacen lo que le da la gana?
La ciudadanía de Venezuela no decide, hace rato que las voces de los ciudadanos no importan, hace rato que la ciudadanía no está amparada por la Constitución. Hace décadas que la Constitución dejó de existir. Hace décadas que Venezuela dejó de ser una democracia. Hace décadas que no hay división de poderes. Y sí, hace décadas que Venezuela es una colonia y recibe órdenes de la corona imperial: Cuba.
La Constituyente puede avanzar o no.
Si se detiene, preocupa la posibilidad de que la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) haya negociado. Queriendo ceder todo a cambio de nada, buscando calmar las calles a cambio de unas migajas: elecciones regionales en 2017, elecciones presidenciales en 2018, etc, etc, etc. El régimen intacto.
Si avanza es porque la oposición habrá tenido suficiente convicción para rechazar la falsa negociación del régimen. Puede ser una simple movida que le salió mal al régimen, que al presentarla para negociar se quedó arrinconado por su propia trampa.
Da igual que hagan una nueva Constitución cuando la actual ha sido una mera decoración de escritorio y biblioteca desde hace ya un largo tiempo.
Según la Constitución de 1999 el poder lo tiene “el pueblo”… Pero en la práctica, ¿quién es el único que tiene el poder? El régimen castrochavista. El Cartel de la Habana en Miraflores.
La cuestión central no reside únicamente en exigir que no se lleve a cabo la Constituyente, el objetivo es y debe ser expulsar a la totalidad de la narcotiranía terrorista de una vez por todas. Y para ello, no hay legalismos que valgan.
Antonella Marty es asesora en el Senado de la Nación Argentina. Es Lic. en Relaciones Internacionales de la Universidad Abierta Interamericana. Cursa su maestría en Políticas Públicas en la Universidad Torcuato Di Tella. Tiene un Diplomado en Comunicación y Marketing Político en la Universidad Austral (Buenos Aires). Es investigadora en Fundación Libertad, Argentina. Encargada del Área de Comunicaciones en la Fundación Internacional para la Libertad, España. Fue pasante en Atlas Economic Research Foundation, Fundación para el Progreso, Cato Institute, The IFEF y Cedice Libertad. Sígala @AntonellaMarty.
Luis Silva-Ball es venezolano, fundador de la organización Estudiantes por la Libertad en América Latina, columnista del PanAm Post, y fundador de Digifianz Inbound, una empresa de marketing digital reconocida como la mejor agencia nueva de Inbound Marketing en América Latina. Síguelo en twitter @LuisSilvaBall.