Por * Gian De Biase
Una vez caído el muro de Berlín, y supuestamente erradicado el socialismo, el mundo vivió un cambio político, las políticas izquierdistas de ¨socialización¨ (estatización) parecían haber penetrado en la psiquis no solo de los ciudadanos, también de los políticos demagogos y populistas.
Por lo tanto, esto llevó a configurar un mundo basado en lo que se conoce como el Estado de Bienestar o pacto socialdemócrata, donde los Estados suplirían las necesidades básicas de sus ciudadanos, algunos de forma limitada como en Chile o Estados Unidos, otros de forma despilfarradora e irresponsable como en Venezuela o Grecia.
En el ámbito económico, el Estado de Bienestar puede ser un Estado empresarial o concesionista, ambas formas son perjudiciales para la economía, como demostró el socialismo: el Estado empresario solo lleva al colapso económico, y las concesiones, aunque son útiles, no dejan de darle el monopolio u oligopolio de ciertos servicios (salud, educación, agua, electricidad y alguna materia prima local, por lo general) a un grupo de empresarios, que se configuran como una casta de empresaurios, apadrinados por los políticos.
Esto lleva irremediablemente al decrecimiento o estancamiento inminente, ya que debes alimentar un Estado que redistribuye la riqueza, es decir, saca dinero del bolsillo de todos para invertirlo en lo que quiera, como quiera y cuánto quiera.
Por otro lado, en el ámbito político, se configuró un pacto socialdemócrata, donde la estabilidad de los países se basó en lograr consensos no entre derecha e izquierda, entre el centro político, por algo las últimas décadas los países más desarrollados han estado bajo gobiernos de centroderecha o centroizquierda, quiénes se configuraron como el establishment, expulsando y humillando cualquier cosa que fuera de convicciones sólidas, como los conservadores.
Actualmente el pacto se ha modernizado, como hemos visto la socialdemocracia y la democraciacristiana, máximos representantes de la política de pactos, están en peligro de extinción, pero el Estado de Bienestar creó a sus propios herederos, para reemplazar a la socialdemocracia, llegó el progresismo y para reemplazar a la democracristiana, llegó el liberalismo, ambos de centro, sus máximos representantes actualmente son los presidentes Emmanuel Macron de Francia y Justin Trudeau de Canadá.
Estos adultos jóvenes han tenido una vida tranquila y acomodada, como hijos del Estado de Bienestar, no tuvieron muchos problemas para estudiar, para lograr sus carreras políticas y para actualmente ser presidentes de sus respectivos países.
Son los artífices de la corrección política, característica esencial de los millenials, ¨lo que no me busca, se censura, prohíbe y elimina¨. Pero como se observa en la derrota electoral del partido de Trudeau en Canadá, parece que las personas estamos hartas de discursos correctos y sonrisas nerviosas, y queremos discursos con verdades y acciones concretas, como parece que bien hace el presidente Donald Trump en Estados Unidos de América.
Nuestra cultura mezclada con Estado de Bienestar y corrección política ha derivado en una sociedad profundamente hipócrita y frustrada, donde nadie puede decir lo que piensa por miedo a ser censurado o perder su estatus social, laboral o político. Las personas no pueden perseguir su sueño, porque además la forma del Estado “mejorar” la economía es apostando al keynesianismo, es decir, crédito y gasto público, creando una sociedad consumista y endeudada, sin capacidad, ni cultura de ahorro e inversión.
Y culturalmente, se alimenta el odio entre la sociedad, con un discurso derivado del marxismo cultural y el progresismo, las minorías son instrumentalizadas y blindadas con leyes absurdas, para obtener dividendos políticos, lo practica George Soros a nivel internacional para encubrir su trata de personas o lo realiza nacionalmente el Partido Comunista de Chile para desestabilizar el gobierno de centroderecha del presidente Piñera.
La única forma de desmantelar el Estado de Bienestar y la corrección política, es que las personas decentes, armados de valentía e ímpetu por tener una sociedad decente, levantemos nuestra voz y hagamos política, desde el vecindario, fundación o desde el Congreso.
Los parlamentos del mundo están llenos de payasos sonrientes, que créanme ¡Nosotros haríamos mejor trabajo solo utilizando el sentido común! Esto es un llamado a la rebelión de los comunes, todos aquellos que creamos que podemos tener una República democrática, con libre mercado y cultura de respeto, debemos empezar a hacer el cambio, empezando por la casa y luego llevándolo al trabajo, a la panadería, a la universidad, y aquellos más temerarios, llevándolo a la política y la diplomacia.
*Gian De Biase es politólogo.