Por Gian De Biase*
No es para nadie un secreto (sobre todo si se tiene una opinión distinta al establishment progresista y socialista) que las principales redes sociales utilizadas en gran parte de Occidente (una cuyo logo es un pájaro y otra que se limita a una “efe”) dejaron de ser ventanas de la libertad de expresión que sus creadores promocionaban. La idea inicial era que las personas comunes pudiéramos expresar nuestras ideas sin censura.
Más allá de las limitaciones legítimas (como crear redes de limpieza racial o movimientos guerrilleros) que podrían conllevar a penas legales, era de suponer que los usuarios éramos libres de expresar nuestras opiniones y puntos de vista en redes sociales. No obstante, es fácil perderse en el camino del poder y el dinero, postrándose así ante la amoralidad con el solo fin de cumplir con agendas políticas. Es así que dueños sucumbieron ante eso que llaman “corrección política”, que no es más que la herramienta sutil del establishment para reprimir y censurar a través de “otros medios”, en este caso, privado.
En retiradas ocasiones he sido víctima de censura por mis opiniones políticas, por criticar el socialismo cubano o al feminismo radical, por estar en contra del terrorismo islámico y denunciar sus atrocidades, por contrariar las mentiras y manipulaciones del lobby de la ideología de género, o por públicamente increpar figuras conocidas como Carmen Hertz o Rolando Jiménez, líder del MOVILH (quienes me amenazaron con querellarse contra mi persona). Lo mismo sucedió cuando denuncié la hipocresía del excandidato Alejandro Guillier (que a pesar de hacerse el “gay friendly”, persiguió a un ex juez por su condición de homosexual).
Estas palabras, que parecen retumbar cual eco en una inmensa catedral (y que vienen de una persona común y corriente, como me considero) me han generado innumerables enemigos desde la izquierda, incluyendo serias amenazas (golpizas, “desaparecerme” y hasta me han deseado “que me den un tiro en la cabeza”, como en su momento lo hiciera el senador Jaime Guzmán). He recibido, asimismo, insultos referentes a mi origen racial, preferencia sexual, valores o sencillamente mi nombre.
Estos grupos de trolls que se dicen progresistas o comunistas de frentón, son protegidos por las políticas cambiantes y ambiguas de estas redes sociales; mientras que aquellos que nos declaramos de derecha, cristianos, conservadores, a favor del libre mercado, la patria, o los valores occidentales, quedamos totalmente a merced de estas hordas de fanáticos.
Mi voz ha sido clausurada permanente en la red del pajarraco, sin derecho a replica o apelación, y sin explicación consistente, como también ocurre en países como México, donde censuran a aquellos que estén contra AMLO; o en España, cuando callaron al periodista Hermann Terstch por ser contrario al socialismo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Algo similar sucedió en Brasil, donde los seguidores de Bolsonaro son silenciados, y ni hablar de Estados Unidos, país en el han cerrado cuentas de republicanos por el solo hecho de ser conservadores.
Estos bárbaros con internet no conocen otra herramienta que la censura, los insultos y las amenazas, debido a que el decante Occidente ha sido caldo de cultivo para que los que gritan, pero no reflexionan, y que en tantas ocasiones tampoco trabajan (porque muchos viven del Estado) tengan supremacía frente a la ley, los medios tradicionales y las redes sociales.
¿Qué pasaría con esta gente si no gozara de los privilegios de pertenecer a un establishment político totalitario?
El avance de voces disidentes resulta intolerable para un establishment político totalitario, es por eso que necesitan censurar todas las voces, por pequeñas que sean, para evitar que sus mensajes se expandan.
A pesar de la mentira, de la manipulación, de la persecución y de la censura, continuaré demostrando que tanto la izquierda socialista como la progresista están equivocadas. Su amoralidad, su ignorancia, su envidia, resentimiento y odio, no construyen sociedad, solo destruyen al hombre y lo devuelven a su estado salvaje.
Los hoy silenciados seremos superiores, reflejando los valores que han hecho grande a Occidente, es decir, dejar de actuar como tribus nómadas y saqueadoras, y comportarnos como civiles que han sido capaces de construir imperios y de respetar al prójimo.
Por otro lado, este humilde escritor, seguirá por cualquier medio defendiendo los valores históricos de Occidente, muy alejados de aquellos del socialismo imperialista cubano, de la dictadura rusa, del comunismo chino o la teocracia islámica en sus versiones terroristas o estatales, unidos sin excepción por el odio, la maldad y la codicia.
Si mis palabras no son leídas o escuchadas ahora, vendrán otras generaciones, capaces de razonar por sí mismas y de contrastar los hechos para llegar a la verdad, lo cual me llena de tranquilidad y satisfacción. La decadencia es parte del ciclo político, y por suerte, más temprano que tarde soplarán vientos de cordura y libertad.
No obstante, nunca antes en otra época de la historia, se le había dado tanta tribuna a la ignorancia y a la estupidez humana.
*Gian De Biase es politólogo.
Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor y no comprometen legalmente al PanAm Post.