Por Cristian Vasylenko
Los políticos electos son nuestros empleados —a cual más costoso para el producto de nuestro esfuerzo y trabajo—, hacia quienes hemos transferido la responsabilidad fiduciaria de administrar lo que es nuestro, no de ellos. Los políticos electos nos deben todo su respeto a nosotros, dado que los nominamos y los mantenemos, y no a la inversa —salvo que nuestro respeto se lo ganen demostrando aunque sea una mínima calidad como estadistas, cosa que rara vez ha sucedido en la historia mundial, y por eso mismo han trascendido tanto esos pocos nombres, y son tan recordados y apreciados—.
Este señor, a quien el 10 de diciembre de 2015 hemos transferido la responsabilidad fiduciaria para que administrara lo que es nuestro —no suyo,—y quien no se ha ganado nuestro respeto, dado que demostró sobradamente no ser un estadista, efectuó irrespetuosas declaraciones.
Sobre un posible cambio de los miembros de su gabinete, dijo: «Estamos gobernando. La elección está ahí nomás. Los cambios de gabinete se hacen cuando pasa una elección, no improvisadamente. Soy una persona que cree en el valor del equipo. Pienso que pueden ayudar a que las cosas funcionen mejor. Estamos convencidos».
«Ojalá en octubre la mayoría decida que vamos bien por este camino», agregó.
Equivocarse es humano, pero es de necios perseverar en el error —y lleva cuatro años de «esa» perseverancia— constituye un abusivo exceso.
«Hay un problema grave entre el kirchnerismo y el mundo, que no le confía lo que tiene que hacer. No es fácil, porque ellos ya gobernaron, y tienen que hacer algo distinto de lo que hicieron antes», afirmó Mauricio Macri.
¿Por qué nos falta así el respeto este señor, pretendiendo introducir una «falacia del hombre de paja»? Sí, “los k” ya gobernaron (y robaron en grande, bajo la forma de stock), pero él también (bajo la forma de flujos presentes y de flujos futuros —deuda para pagar gastos corrientes, y para invertir en obras públicas muy necesarias pero no urgentes ni posibles ahora, sino para darle ocupación a la corporación de pseudoempresarios prebendarios de siempre—) y ya incumplió con sus responsabilidades durante un mandato completo.
«He instruido al equipo económico para que preparen las medidas económicas para cuidar a los argentinos, haciéndonos cargo de nuestra tarea que es gobernar», sostuvo.
Señor, queda claro que usted aceptó la responsabilidad mandataria sin tener la menor idea de sus implicancias: su obligación fiduciaria desde el momento en que juró como nuestro empleado de lujo, fue precisamente administrar las cosas de nosotros, los argentinos, para nuestro beneficio, y no para el suyo. ¿Y cuatro años después dice que se va a hacer cargo de la tarea de gobernar?
Disentimos muy respetuosamente con las conclusiones de nuestro querido Dr. Alberto Benegas Lynch (h): “el único responsable por lo que está ocurriendo, el individuo más funcional al kirchnerismo que hayamos visto en estos cuatro años, es el mismísimo administrador electo en aquel momento. Hizo casi todo lo que no debió, y no hizo casi nada de lo que debió, utilizando para su provecho nuestro dinero -como todos los políticos en el mundo entero lo hacen-, y hoy nos pone en blanco sobre negro su irresponsable excusa: ‘Yo no fui’. Cuando en realidad, como mínimo ha sido cómplice del financiamiento del regreso “k”, malversando nuestro dinero”.
A quienes deseen comprender este aparentemente insondable arcano, sugerimos coloquen en cualquier buscador de internet las siguientes palabras todas juntas: Mario Quintana, Matías Kelly, Juan Grabois, Ministerio de Acción Social. Y si se deseara tener una idea de cuántos de nuestros millones de dólares han sido malversados por esta vía durante estos cuatro años, solo se requiere un no muy profundo análisis del presupuesto anual oficial, que también puede ser fácilmente encontrado en internet. Es decir: todo esto ha sido desde un inicio información de dominio público, la que muy pocos han querido ver, y mucho menos advertir sobre su significado y consecuencias.
Este no es el único punto a ser investigado, pero es proporcionalmente muy voluminoso, y constituye un excelente punto para iniciar una investigación—el siguiente podría ser el manejo de los también extravagantes caudales de dinero por parte de la «Evita amarilla de la Provincia de Buenos Aires»—.
«¡Maldito soberbio imbécil, nos has matado a todos!». Dios y la patria se lo demanden, como corresponde a todo mandatario fiduciario el que, por definición, no es propietario de lo que administra: lo que administra es nuestro.
Cristian Vasylenko es magíster en Finanzas Corporativas, investigador y analista político y económico y asesor de empresas.