Por Emmanuel Rondón
El régimen secuestró a la única institución legítima dentro de Venezuela mediante diputados chavistas, amedrentamientos y de forma inconstitucional e ilegítima. Pese a todo eso, la legítima asamblea logró sesionar en la sede de El Nacional y con 100 votos y consenso de todos los partidos ratificaron a Juan Guaidó como presidente.
Desde hace bastante tiempo se advirtió que reintegrar a los chavistas en la Asamblea Nacional era un disparate. Primero, le otorgabas la oportunidad a unos tipos que desangraron al país de reivindicarse impunemente mediante la participación en las discusiones del parlamento amparados por el falso argumento democrático. Segundo, le regalabas la oportunidad al enemigo de perjudicarte en cualquier momento. Estaba cantadísimo que algo como lo de hoy pasaría tarde o temprano.
El garabato que representa la actualidad política nacional es de proporciones épicas. Pero vamos a simplificar: hay dos Asamblea Nacionales, una legítima y reconocida por la comunidad internacional, y otra que sirve para el régimen y es “comandada” por el diputado envuelto en casos de corrupción y favores a Alex Saab y Carlos Lizcano; Alex Parra, exmiembro de Primero Justicia.
El hostigamiento y amedrentamiento del régimen hacia la clase política opositora para el bochornoso evento de hoy empezó desde hace varias semanas, con el fallo del TSJ ilegitimo hacia los diputados de la Asamblea, con el detenimiento arbitrario de Gilber Caro, el asalto a la vivienda del diputado Cardenas, el supuesto allanamiento por parte de funcionarios del Sebin y DGCIM en el hotel donde se hospedaban los diputados anoche; y lo más clamoroso, el impedir la entrada al Palacio Legislativo a los diputados principales y suplentes que apoyan al Presidente Guaidó.
Pero todo esto tiene un antecesor, y es el 2019, año plagado de errores por parte del interinato que se encargó de dilapidar la mejor oportunidad de salir del chavismo en estos 20 años. Desde fallos ingenuos, pasando por los horrores estratégicos, hasta las peores equivocaciones, como asistir a falsos diálogos mintiéndole al país y principales aliados, o regalándole espaldarazos públicos a políticos envueltos en casos de corrupción.
La incoherencia con la que se manejaron las acciones y comunicación del interinato en el anterior 2019 fue tan insólita como detestable. No tuvo pies ni cabeza, y como resultado tuvo la merma de la popularidad de la figura principal que es Juan Guaidó. La caída fue tal que el asesor J.J. Rendon tuvo que hacer lobby por distintos medios importantes – CNN con Fernando del Rincón y Factores de Poder con Patricia Poleo – para de alguna u otra forma lavar la cara, tapar errores y buscar nuevas oportunidades en la ciudadanía.
No hay que olvidarse además de la crisis política interna opositora, plagada de casos de corrupción, lleno de egos entre líderes de los partidos del G4; puestos en tela de juicio por gran parte de la sociedad venezolana al punto de considerarlos colaboradores y cómplices del régimen. Es decir, señalada como parte determinante del statu quo en Venezuela.
Hoy nada más se podía observar a Edgar Zambrano y Stalin González conversando campantes con el chavista Pedro Carreño dentro del recinto legislativo mientras los diputados y Juan Guaidó estaban afuera del hemiciclo impedidos por las fuerzas de seguridad enviadas por la narcotiranía. Esto es una declaración de colaboracionismo abierta y sin pena, una falta de respeto. Caraduras.
Existe otra variable aún no considerada para completar la ecuación, que es la del enemigo. ¿En serio esperaban que el régimen no actuaría teniendo la posibilidad de ello? ¿Qué no amedrentaría? ¿Qué no allanaría? ¿Qué no compraría diputados? ¿Qué no secuestraría? Cuesta creerlo, pero aún hay gente que no dimensiona la perversidad del monstruo que tiene capturada a Venezuela, tanto como en la ciudadanía como en la política, y de esto se aprovechan los viejos zorros de siempre. ¿Se puede ser tan iluso?
Personalmente, estoy cansado de tanta ingenuidad. Harto de regalarle la mejilla a los chavistas. Obstinado de la clase política opositora se ría de nosotros y nos dé bofetadas como Stalin y Zambrano hoy. No había que ser Nostradamus para anticiparse a lo que ocurriría con la inclusión de los chavistas a la AN. Lo raro hubiera sido que no intentaran nada, que no armaran ningún show avalado por la pseudo oposición anti libertaria. No es posible que no se hayan anticipado a esto, ¿Acaso no aprenden? Al parecer les encanta tropezarse con la misma piedra.
La ciudadanía lo advirtió, una y otra vez, se les dijo que era un error; así como los diálogos en Oslo, así como el no hacer Lobby para fomentar el uso legítimo de la fuerza. Pero no escucharon, porque además de incapaces; tienen una arrogancia sin igual.
El problema de que suceda este secuestro al Palacio, es que no será ni la primera ni la última vez que sigan ocurriendo estos errores inconcebibles, y cuando se hacen tan reiterativas las equivocaciones, es surrealista pensar en tanta ingenuidad. Lo lógico es que la gente empiece a desconfiar cada vez más y parece que esto, o no lo ve, o simplemente no le interesa ver a la oposición al régimen.
Lo que nos lleva al dilema, lo que ocurrió hoy, ¿es inocencia o show político? Y lamentablemente, solo nos queda analizar los hechos preguntándonos ¿quién se benefició hoy? Y ¿qué cambió con los hechos suscitados en el Palacio Legislativo?
Primero, ¿qué logró el régimen con el nombramiento de Parra? Sinceramente, nada relevante, quizás demostrar que siguen teniendo el control interno de la fuerza armada. Pero eso lo sabíamos. Del resto, se expuso ante las portadas del mundo de forma inentendible. Tanto fue así, que el gobierno de los Fernández en Argentina –a priori, aliado de Maduro– salió con un comunicado a favor de la institucionalidad de la Asamblea Nacional y la democracia condenando los hostigamientos en las afueras de la AN.
Dicho esto, el principal ganador es Juan Guaidó, que además de ser ratificado en el cargo –algo que se suponía ocurriría según lo que se venía viendo– logró un gran impacto comunicacional internacional con el respaldo de las principales democracias del mundo y los aliados, nuevamente. Los medios de comunicación también se mostraron a favor del presidente encargado y los diputados que lo apoyaron.
Pero, ¿cuál fue ese hecho inesperado que solo pudo lograrlo el contexto? Ese tuvo como principal protagonista a la Fracción Parlamentaria 16 de julio, el ala más crítica de la oposición y el bloque con mejor aceptación dentro de la Asamblea en el presente me animaría a decir.
Para nadie es un secreto que el Bloque 16 de julio no iba a votar por el “sí” a la ratificación de Guaidó como presidente, iban a abstenerse. También es un hecho que este bloque ha sido menospreciado dentro del parlamento por su postura incomoda, siendo los más coherentes para con la realidad que vive el país. Por ello, muchos venezolanos exigíamos que se cumpla el acuerdo de gobernabilidad pactado en 2016 y firmado por la Mesa de la Unidad Democrática donde se manifestó que para el quinto año –el de este 2020– la presidencia sería electa por los partidos minoritarios. Tal cosa, no sucedió. Por contrario, el presidente (e) además de ratificado, tuvo un consenso completo, incluso desde la postura más radical.
Así que no hay que darle muchas vueltas, el principal ganador ayer, 5 de enero, fue Juan Guaidó.
El tiempo, juez inexorable
El diputado Omar González, del bloque 16 de julio, hizo una intervención destacable en la sede del Nacional donde explicó el porqué iba a abstenerse en la votación y cómo la circunstancia del golpe parlamentario le obligó a votar por Guaidó. Durante su participación, el presidente (e) apenas le dirigió la mirada y prestó atención, una muestra de altanería y egocentrismo que muestra por dónde no es el camino.
Si el G4, los líderes de los partidos y el mismo Guaidó creen que esta victoria hace olvidar todo lo que ocurrió el 2019 déjenme decirles que se equivocan. Ahora mismo, la opinión está dividida, muchas personas creen –y me incluyo entre ellas– que lo de hoy fue un burdo show político para obtener una victoria después de tanto tiempo, ser ratificado unánimemente, lograr la tan ansiada “unidad” y seguir con la cohabitación. Luego están, en efecto, los que creen que la dictadura quiso perpetrar un golpe parlamentario, disolviendo la legítima Asamblea y montar una puesta a dedo. Que sí, es cierto, lo que no le encuentro es el sentido.
Y básicamente porque este monstruo llamado chavismo, cuando golpea, lo hace fuerte. Le importa muy poco mostrarse al mundo como asesinos, pero siempre con una intención clara. Cuando ocurrió la masacre del Junquito, el mensaje era contundente: “mira lo que te pasa si te metes con nosotros”, es decir, generar pánico y terror. ¿Lo de hoy qué fue? Insisto, al régimen se le hace mucho más beneficioso para sus intereses mantener a un Guaidó que no ha sido mayor obstáculo con el consenso absoluto y el discurso democrático a flor de piel, que tener a un presidente abogando por el uso legítimo de la fuerza y lejos del G4 por ejemplo.
Restará ver el actuar del presidente interino: si seguirá con los malos vicios del 2019, o si en verdad cambiará la postura. Si la unidad consistirá en escuchar más a la fracción del 16 de julio y otros actores políticos ajenos a la podredumbre de la AN, o si será la misma unanimidad repugnante del G4 protagonizada por los mismos actores de los últimos veinte años. Quedará ver si por fin se entiende que la democracia en tiranía no es opción, y que la única forma de acabar con la bestia es utilizando una fuerza mayor proveída por los aliados. Veremos si al fin se dimensiona al monstruo que enfrentamos y le hacemos entender a la comunidad internacional que son un real peligro para la región y el hemisferio.
Hoy, hizo algo más que interesante, dejar su militancia como miembro del partido Voluntad Popular. De igual forma, atención a esto, deslindarse de VP no significa necesariamente que el G4 no tendrá injerencia en él. Sus acciones hablarán.