Por Agustín Rodríguez
¿Qué rol tomará España en los fusiles de la guerra más antigua de todas? La lucha casi mitológica entre Oriente y Occidente obliga definir bandos y tomar decisiones consistentes a los pasajes de la historia, pero en esta encrucijada tan definitiva, la disyuntiva de Pedro Sánchez parece darle la espalda a la democracia occidental.
Cuando Alejandro Magno se erigió como el referente del mundo en los campos de Gaugamela, no imaginó que esa guerra entre dos maneras de ver al mundo se propagaría de forma milenaria. Es una guerra santa encubierta. Desde tiempos inmemoriales, Occidente y Oriente rivalizaron en sus concepciones del mundo, en la forma de afrontar los conflictos, en las percepciones religiosas y un largo etcétera. Se enfrentaron en Las Termópilas, en Marathón, en Gaugamela, en Las Cruzadas, en Irak y Afganistán. Y España siempre estuvo anclada a sus socios de Occidente.
Tras los albores de la Guerra Fría, Oriente avanzó fuertemente en Occidente. Primero se apropió de Cuba bajo la tutela de Fidel Castro, y posteriormente, se hizo con Venezuela por medio del ruin fenómeno llamado chavismo, el cual incluso cautivó a todos sus vecinos para enseñarle los dientes a Estados Unidos, referencia de la defensa de este lado del mundo. ¿Y España? Parece estar en las antípodas de los aliados de Donald Trump.
El papel del Gobierno de un país que llegó a preciarse de liderar una transición modélica ha dado más signos de tristeza y dudas que de consonancia histórica. Ábalos queda sacudido por sus contradicciones tras reunirse con Delcy Rodríguez, una lugarteniente de la tiranía venezolana mientras que Pedro Sánchez se negó a recibir a Juan Guaidó, esperanza de la democracia venezolana, en un desafío evidente contra la mayoría de la población venezolana. De paso, el jefe del PSOE se escuda en Pablo Iglesias, un exconsejero de la tiranía venezolana, dándole concesiones para dinamitar la democracia española desde la cima del poder mientras utiliza al ex presidente José Luis Rodríguez para mantener el puente con Caracas. Sin duda, el costo político se hará sentir: Sánchez ha decretado la guerra a la diáspora venezolana.
El legado de la transición en entredicho
Pedro Sánchez no escatimó en hundirse en su contradicción para obtener el poder. Tras reconocer en múltiples ocasiones del peligro que representaba Pablo Iglesias para la democracia española, le dio el poder ejecutivo para conseguir el voto favorable que le diera la investidura. Quien debiese defender la democracia española, se convierte en el primero en exponerla al escarnio público y a su caída.
Cuando al otro lado del mar cayó la democracia venezolana, España omitió reflejarse en el mismo espejo. Entre 1958 y 1998, Venezuela protagonizó el sistema político representativo por excelencia de América Latina. El símil es inevitable. El deceso de Franco le dio a los españoles la maravillosa transición que fue un ejemplo mundial. El legado de Adolfo Suárez ha permanecido, ¿pero por cuánto tiempo? Resulta increíble encontrar tanta soberbia política cuando los especialistas resaltan las diferencias entre las democracias enaltecidas de ambas naciones. Muchos desconocen que Venezuela fue una de los apoyos primordiales de España cuando los hispanos buscaban regresar a la primavera democrática, que Felipe González se apoyó en Carlos Andrés Pérez para conseguir avances insospechados en ese entonces. Los suramericanos celebraban su prestigio internacional, su maravilla diplomática, su poderío político y su océano de posibilidades. Todo cambió de un santiamén. ¿Por qué no en España?
Valorar la historia y cuidar la democracia por encima de todo debe ser la prioridad de la ciudadanía, por encima de todo. Sino, la caída puede ser muy larga. Y el primer paso para esto es abstenerse del populismo, ese mal que llevó a España a horas oscuras y que irrumpe como un lobo en la noche oscura en la actual versión de la península ibérica, esa que ha coqueteado con el foso al no ser capaz de conseguir la estabilidad en la gobernabilidad. ¿Acaso será la solución uno de los defensores de unos de los regímenes más totalitarios del planeta?
Un esbirro de la tiranía de Maduro, como lo es Pablo Iglesias, ha alcanzado la cima del poder. ¿Será el momento en el que los españoles saquen a relucir sus valores democráticos obtenido a pulso y sangre y defiendan su república ante el azote de un Gobierno Español que pareciese desconocer su propia historia? El tiempo lo dirá. Por lo pronto, España debe apuntarse a un bando.
Agustín Rodríguez Weil es periodista venezolano. Ha colaborado con varios medios en su país y se especializa en cubrir el tema deportivo. En 2017 ganó el Premio Libro Fútbol, siendo el único venezolano en obtener el galardón.