Hay que remontarse al asesinato de Martín Luther King, en el año 1968, para toparse con una ola de vandalismo y disturbios de esta magnitud generada por manifestaciones contra el racismo en los Estados Unidos. Hasta ahora, las protestas han dejado el saldo de seis muertos y 4 000 detenidos. Los toques de queda llegaron a decenas de ciudades y obligó el despliegue de la Guardia Nacional para controlar la violencia.
Es tal la magnitud que Nueva York pasó la noche y madrugada entre lunes y martes en toque de queda, un hecho sin precedentes para la Gran Manzana. Esto se decretó tras el aumento de hechos punibles representados en enfrentamientos entre desvalijadores y agentes, quemas de patrullas policiales, destrozos y saqueos de tiendas en Soho, una de las zonas comerciales más exclusivas de la “capital del mundo”, la histórica Macy’s en Herald Square, Microsoft en la Quinta Avenida y otros barrios del Sur de Manhattan que fueron violentados.
El toque de queda ya se había implementado en muchas de las grandes ciudades de todo el país, como Seattle, Dallas, Detroit, Portland, Miami, Chicago, Atlanta, Filadelfia o Los Ángeles.
“No son protestas pacíficas. Esto es terrorismo nacional”, dijo el presidente de Donald Trump sobre los exabruptos de la violencia. Uno de los principales grupos señalados de causar y organizar los actos vandálicos es la organización radical de izquierda Antifa, abreviatura de antifascista, que será catalogada como una organización terrorista por el Gobierno estadounidense.
Antifa, organización de izquierda radical que desprecia la propiedad privada
Este grupo, que se hace llamar antifascista y tiene sus orígenes en la Alemania nazi en el año 1932 y un movimiento militante en la década de los ochenta en Gran Bretaña, es conocido por su desprecio a la propiedad privada y por utilizar bombas mólotov en “sus protestas”. En Estados Unidos, el historiador Mark Bray, autor del libro Antifa: The Anti-Fascist Handbook, asegura que comenzaron a ser activos a finales de los 80, y relaciona el movimiento con el grupo Anti-Racist Action (ARA).
Antifa ha ido creciendo en presencia desde la asunción de Trump a la Presidencia. Sus apariciones públicas se han vuelto más notorias y constantes. también cuentan con una red para sumar adeptos mediante reuniones pequeñas o incluso por redes sociales. Sus principales focos son los jóvenes afines a las ideas “anticapitalistas” y los grandes marginados de los grupos que hoy conocemos como progresistas, según contó a CNN Brian Levin, director del Centro para el Estudio del Odio y el Extremismo en la Universidad Estatal de California.
No todo es violencia
Así como las protestas violentas, el vandalismo, los enfrentamientos y los conflictos han absorbido la mayor parte del impacto mediático, hay toda una manifestación legítima detrás de esta situación y también una causa justa por la que vale la pena protestar. Y, de cierta forma, ha logrado momentos representativos que generan optimismo de cara al futuro.
Se han visto imágenes de policías mostrando su apoyo a las protestas, manifestantes abogando por los agentes y las fuerzas de seguridad, personas que han frenado la violencia y han hecho grandes esfuerzos por evitar saqueos a negocios, ciudadanos limpiando destrozos; y muchas otras hazañas de gran valor que han pasado por debajo de la mesa. El desenfreno, la anarquía y el vandalismo intentan desvirtuar una causa noble. No puede permitirse.
Contexto político y geopolítico
Estas manifestaciones llegan en una situación global sin precedentes con la pandemia por el coronavirus (SARS-CoV-2). Pero en Estados Unidos, además, llega en año electoral y lo que sería una elección clave en términos geopolíticos. Las elecciones presidenciales estadounidenses marcarán en torno a qué girará la agenda exterior de los EE.UU en los próximos años, ¿izquierda o derecha? Sí, podría calificarse alrededor de estos dos conceptos políticos, pero, sobre todo, libertad o avance de autoritarismos —como el chino— en una época donde los valores de la libertad están en el punto de mira.
Trump representa la agenda conservadora pro-occidental, poca tolerancia a regímenes que atenten contra la libertad y enfrentamiento de forma directa al comunismo y socialismo global —no solo países, sino también instituciones y organizaciones como la ONU y sus brazos como la OMS— con conflictos que las últimas semanas se han intensificado hacia el régimen de China. Además, la administración Trump ha escalado el enfrentamiento en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo.
Joe Biden representa todo lo contrario en el bando demócrata. Una agenda mucho más condescendiente y afín con la izquierda. Acercamientos a Cuba, menos a presión a los regímenes de Irán, China y Venezuela —por ende, menos enfrentamiento al comunismo, al terrorismo y al narcotráfico— y también una postura progresista.
Un país que estará atento a lo que suceda en las elecciones del 3 de noviembre será sin dudas China. El régimen ha protagonizado un fuerte conflicto retórico y económico con Estados Unidos desde el año pasado con la “guerra económica” y en el 2020 con el manejo de la pandemia. Las acusaciones vienen de lado y lado. Trump se ha mostrado cercano a naciones como Taiwán y Australia, que también se han alzado contra China y que ha mostrado su apoyo al movimiento democrático de Hong Kong a raíz de la aprobación de la nueva ley de seguridad que podría significar el fin del modelo “un país, dos sistemas” hongkonés. Al Partido Comunista chino claramente no le conviene una reelección de Trump.
Crisis sanitaria olvidada
El debate por la flexibilización y reactivación económica versus mantener las medidas sanitarias de cuarentena en Estados Unidos simplemente ha quedado olvidado por los medios. Todo a raíz de las protestas. Las aglomeraciones han sido constantes y el distanciamiento social no se ha cumplido, algo que pudiera significar un aumento notable de los casos positivos por coronavirus sin saber cuánto tiempo más se prolongarán estas manifestaciones. Sobre todo las más violentas y supuestamente organizadas desde grupos como Antifa.
Hay que recordar que el policía Derek Chauvin, quién puso su rodilla durante varios minutos sobre el cuello de George Floyd, causándole la muerte —ya verificado por autopsia oficial—, fue detenido el pasado viernes bajo los cargos de homicidio involuntario. Habrá que esperar cómo terminará este caso y si una condena contundente apaciguará las manifestaciones.
El impacto económico
Además de la recesión económica mundial causada por la pandemia —generada por el congelamiento de las economías—, Estados Unidos está sufriendo un gran problema de desempleo. La semana pasada unos 40 millones de estadounidenses pidieron subsidio al Estado por la pérdida de sus puestos laborales.
Esta era una de las cartas fuertes de presentación que Trump ostentaba para su reelección previamente a la pandemia, una de las mejores economías de las últimas décadas: el desempleo más bajo en 50 años, tasa de 3,6 %, los mercados bursátiles y una de las expansiones económicas más largas de la historia.
Pero la crisis por el coronavirus y ahora los disturbios sociales representan una nueva amenaza para el mandatario estadounidense. Quiérase o no, en la elección del 3 de noviembre poco importarán los números económicos anteriores a la pandemia y sí importará mucho el manejo político de la situación actual. EE. UU. entró en recesión en el primer semestre del año y los economistas, pese a esto, se mostraron optimistas para una recuperación del 6 % para el segundo semestre del 2020. Sin embargo, conflictos y las manifestaciones violentas no benefician en absoluto a la reactivación económica; por el contrario, continúa afectando y si se prolonga será aún peor.
Ahora, no necesariamente sea un punto que afecte al presidente de los Estados Unidos de lleno, puesto que, tal y como dio a conocer la compañía Morning Consult, el 58 % de los estadounidenses estarían a favor del llamado al Ejército por parte de Trump para complementar a las fuerzas policiales y controlar los disturbios. Un 30 % estaría en contra. Electoralmente, es un cálculo que les viene bien a los republicanos.
Carrera electoral
Los hilos de la política jamás se frenan y menos en año de elecciones, sobre todo si eres uno de los contendientes. El coronavirus fue idóneo para el bando demócrata en el sentido de achacarle responsabilidades a Trump, y algo similar va a ocurrir con las manifestaciones violentas y los actos vandálicos. De hecho, según informa The Washington Post, el candidato a la presidencia Joe Biden planea denunciar a Trump por su actuar contra los manifestantes. Al mismo tiempo, usaría el contexto actual para comprometerse a “sanar las heridas raciales”.
Esta postura seguramente sería apoyada por muchos de los grandes medios que tienen una postura editorial anti-Trump —CNN, New York Times y WaPo—, pero también será muy criticada desde los medios partidarios o afines a los republicanos. En síntesis, lo que se viene en Estados Unidos será un fuerte debate entre “uso desmedido de la fuerza (a lo que los demócratas apostarán)” o “aplicar la fuerza de ley y establecer el orden” (republicanos). No es sorpresivo —y de hecho es bastante revelador— que los regímenes y gobiernos en conflicto con Trump hayan aprovechado para condenar “la represión de Trump y los EE. UU. contra los manifestantes”. Venezuela, Rusia, China y hasta Irán han entrado en ese juego.
Esto es una clara muestra de que lo que sucede en EE. UU. no solo afecta a ese país, sino a todo el contexto regional y global. Por eso no sorprende ver en países de la región personas apoyando a Trump o mostrando su descontento.
Lo que ocurre en los Estados Unidos tiene muchas vertientes políticas, sociales, económicas e ideológicas. La elección del próximo 3 de noviembre es fundamental para saber en qué dirección se moverá la máxima potencia del mundo. El contexto actual presenta crisis sanitaria, conflictos sociales y problemas económicos; todo a la espera de ver qué pasará con Trump. ¿Saldrá fortalecido o le restará puntos en la carrera electoral? El tiempo será el juez inexorable.