Las primeras décadas del siglo pasado proliferaron movimientos que pretendían solucionar los males sociales que atribuían al consumo de alcohol mediante su prohibición. Hoy casi nadie niega el fracaso de las leyes de prohibición del alcohol. En los EE.UU. la Decimoctava Enmienda y la Ley Volstead, aprobada en 1919, prohibieron la fabricación y venta de licor embriagante para uso recreativo. Los promotores de la prohibición prometían reducir desde la violencia domestica hasta la delincuencia callejera. Desde incrementos en la productividad laboral, hasta la abrupta caída de delitos violentos. Ocasionaron lo contrario. En las ciudades de EE.UU el crimen había aumentado una media de 24% entre 1920 y 1921. En ese par de años crecieron 13% los homicidios. El número de alcohólicos se incrementó en casi 50%. Y el crimen organizado emergió del mercado negro del licor.
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Para los dispuestos a violarla, la prohibición fue la oportunidad de vender algo cuya demanda casi no se reducía con los aumentos del precio. Riesgos y costos de la ilegalidad reducen la oferta y aumentan los precios. Pero si la demanda no cae, los delincuentes se enriquecen y la corrupción se generaliza. Cada nuevo esfuerzo represivo que empuja al alza los precios, mientras la demanda no caiga, incrementará las ganancias y extenderá la corrupción.
La prohibición en los EE.UU. originó crimen organizado hasta el norte de México. Los carteles de droga a ambos lados de la frontera empezaron como carteles del licor. El cartel del golfo empieza cuando Juan Guerra entra al contrabando de licor hacia los EE.UU en 1929. Violento e inteligente, no tardó en controlar la mayor parte del contrabando hacia el sur de Texas.
Guerra obviamente sobornó políticos y agentes de la ley a ambos lados de la frontera. Adicionalmente financió iglesias y escuelas obteniendo popularidad e influencia superior a la del mafioso ordinario. En el México de entonces, delincuentes de altos vuelos como Guerra a veces lograban adueñarse del poder de caudillos revolucionarios. Pero sin la enorme rentabilidad del negocio del licor ilegal, pagar sus ejércitos privados, sus redes de soborno y la escala de sus negocios habría sido imposible. Y en los EE.UU. los políticos cedían a la presión pública y desmontaban la prohibición.
El golpe a los negocios de Guerra fue devastador. Pero los intereses de la delincuencia organizada y las burocracias a cargo de la prohibición coincidían. El levantamiento de la prohibición fue rápidamente seguido de prohibiciones administrativas de otras drogas. Intensas campañas contra la heroína y la marihuana eventualmente permitieron pasar leyes de prohibición. En1937 en Congreso de EE.UU. completaba un cerco fiscal a la marihuana, una prohibición disfrazada. El mercado negro de marihuana fue providencial para el capo de Matamoros. Guerra apostó a la Marihuana desde 1933. Para 1937 la producción legal en EE.UU. desaparecía, los precios subían y la demanda no caía, con lo que toda la infraestructura y capacidades desarrolladas en el negocio del licor ilegal de Guerra fueron ventaja al nuevo mercado en ascenso. La nueva prohibición garantizó a Guerra el control de su territorio por la violencia y la corrupción hasta su retiro.
Guerra pasó el mando criminal a su sobrino Juan García Ábrego en 1970. A tiempo para el recrudecimiento de la guerra a las drogas de Nixon. La previsible espiral se repitió. La cocaína empezó a desplazar en importancia a la marihuana. Concentrar esfuerzos represivos contra drogas duras las hizo más rentables. En los 80 el cartel del golfo obtenía alrededor la mitad de la cocaína que introducía en el los EE.UU. del cartel de Cali. Los capos colombianos, como Escobar, entrenaron fuerzas especiales mercenarias para enfrentar guerrillas y al Estado colombiano en lo que los sobornos no arreglaran. Los carteles a veces combatieron y otras negociaron con guerrillas cuya escala sería inimaginable sin el negocio de la droga. MAS –Muerte a Secuestradores– organizado por Escobar, antecede la relación entre carteles y autodefensas. Las FARC emergerían de la guerra entre carteles, autodefensas, guerrillas y Estado como la principal fuerza criminal en control de la mayor parte del mercado de exportación de droga en Colombia.
En Colombia caía Escobar y en México Guerra Ábrego fue encarcelado en 1995. Osiel Cárdenas emergió como líder del Cártel del Golfo. Cárdenas adopta la idea de las fuerzas especiales, pero en lugar de reclutar y entrenar, decide atraer con elevada remuneración oficiales y soldados entrenados en las fuerzas especiales mexicanas. La escalada de violencia entre carteles arrastró a las fuerzas del Estado en una dinámica tan previsible como la corrupción. Los Zetas, que eventualmente se transformarían en un cartel independiente, empezaron como ala militar del cartel del Golfo.
Cuando el Presidente Calderón en 2006 decidió militarizar la guerra a las drogas la respuesta era predecible. El ala militar de los carteles empezó con militares entrenados por las Fuerzas Especiales de EE.UU. en contrainsurgencia. Sin escrúpulos ni atención por los daños colaterales, conocedores de la estrategia del terror, con capacidad financiera para infiltrar y sobornar muy superior a las fuerzas regulares con que se pretendió reducirlos, la escalada de violencia y terror sigue hasta la fecha. La guerra a las drogas tiene siglos fracasando. Fracasa igual la prohibición que enriqueció a Guerra a la de nuestros días. Los esfuerzos represivos hacen subir el precio, la demanda no cae. Las ganancias suben y con ellas la capacidad de superar los esfuerzos represivos por la violencia y la corrupción. Nunca la prohibición logró evitar ninguno de los males del consumo. Logró sumar los males del crimen organizado y la corrupción a los del consumo. La guerra a las drogas es imposible de ganar porque son drogas, que suba el precio no reduce su demanda.
La prohibición es el principal financiamiento del crimen organizado global. Eso incluye a terroristas con agenda política. La única herramienta efectiva de los Estados contra quienes se financian de la prohibición es la legalización. Las drogas recreativas pueden ser un problema, pero la prohibición lo empeora.