Que prevalezcan mitos en la opinión general sobre temas históricos, morales y científicos es tan común como peligroso. Mitos y falsificaciones históricas, morales y científicas justificaron los peores totalitarismos de la historia. Y aunque es inevitable que sobre lo que no seamos expertos no tengamos sino nociones generales y anticuadas, no es tanto que sabemos poco y desconocemos mucho, sino que buena parte de lo más ampliamente compartido sea falso lo peligroso. Y buena parte de las mentes más notables del siglo pasado reflexionaron sobre la relación entre intelectualidad, opinión pública y poder político.
Hace poco leí sobre esto y con placer un texto que suma calidad y dominio del tema con claridad expositiva y de lenguaje. El libro de Antonella Marty, La dictadura intelectual populista (El rol de los think tanks liberales en el cambio social). Considera la autora que la popularidad del socialismo depende de una serie de mitos que permiten la falsa certeza política, económica y moral. Mitología indispensable para autoritarismos populistas empobrecedores que pueden llegar incluso al totalitarismo y la devastación material, intelectual y moral de las sociedades sobre las que se imponen.
En palabras de la autora:
“Resulta irrebatible que una de las armas más poderosas a las que el populismo recurre con mayor frecuencia es la ‘estatización de las ideas‘, en otras palabras, la tergiversación del lenguaje. La izquierda populista de Fidel Castro, Nicolás Maduro, Evo Morales, Cristina Fernández de Kirchner, Rafael Correa, o el ya fallecido Hugo Chávez no solo se ha encargado de estatizar hogares y empresas, sino también conceptos y palabras”.
Lo que lleva al lector a preguntarse sin todo populismo es socialista y “de izquierda”, a los que nos responde que aunque estatistas e intervencionistas en todos los casos, hay ejemplos de populismos que se han autodenominado “derecha”. Lo importante, nos indica Marty, es que en el contexto hispanoamericano y desde el punto de vista liberal:
“El populismo (…) podríamos sintetizarlo como una forma demagógica de gobierno, donde resalta la figura de un líder o caudillo mesiánico que manipula a gusto la política, la economía y la sociedad civil, implementando políticas que restringen las libertades individuales en un contexto en que los medios de comunicación se encuentran bajo su autoridad, al igual que la degradación de la cultura, la centralización del poder y la imposición de un mensaje único”.
Hoy únicamente populismos autodefinidos, socialismo e izquierda, gobiernan en Hispanoamérica. Sus mitos son mitos socialistas. Marty resume y refuta 10 mitos de los que depende la aceptación de cualquier socialismo. Y nos recuerda que en ideas ampliamente compartidas por el común, a tales simples mitos se reducen las de los intelectuales socialistas de todos los tiempos. Como que sirven para atribuir culpas propias a chivos expiatorios: “el socialismo ha utilizado tanto al liberalismo como al capitalismo y la globalización como sus chivos expiatorios perfectos atribuyéndoles todas las culpas de los males que paradójicamente han sido producto del seno estatal”.
Es por ello que, como afirma Marty:
“Solo conoceremos de crecimiento económico y desarrollo social cuando nos libremos de las anclas estatales que nos amarran a la limosna gubernamental, y lograremos comprender que el populismo ha trabajado de manera ardua desde hace ya prolongadas décadas para eternizar aquella dependencia del ciudadano al caudillo, convirtiendo al individuo en un súbdito más”.
E insiste en que:
“Solo con la medicina de la libertad individual, el Estado de Derecho y la economía de mercado, lograremos curar las profundas heridas provocadas por los caudillos, y así la libertad nos conducirá hacia una verdadera prosperidad. Sin instituciones cualquier ciudadano ser verá indefenso ante el colosal aparato estatal”.
Conocedora de los crímenes genocidas los socialismos reales, señala como
“Karl Popper supo expresar en ‘la sociedad Abierta y sus Enemigos‘ que ‘la tentativa de llevar el cielo a la tierra produce, como resultado invariable, el infierno‘ (…) Los gobiernos comunistas del mundo son los ejemplos más claros de lo que no debe hacerse para lograr un mundo más justo. Y más importante, que: ‘Como lo explicaba con claridad Jean François Revel‘, lo que marca el fracaso del comunismo no es la caída del Muro de Berlín, en 1989, sino su construcción en 1961. Era la prueba de que el socialismo real había alcanzado un punto de descomposición tal que se veía obligado a encerrar a los que querían salir para impedirles huir”.
Tras diagnosticar el mal propone la cura. Larga compleja, difícil y sin atajos. La batalla de las ideas en condiciones de esa “hegemonía cultural” enemiga, que denomina “dictadura intelectual”. Para ello estima clave el papel de las ONG denominadas think thaks. Y ello porque: “En palabras simples, estos think tanks son laboratorios de ideas que a su vez llevan a cabo una ardua labor para hacerlas trascender (…) como actores de comunicación (…) ejercen sus tareas bajo diversas y evolucionadas técnicas de influencia”.
Nos recuerda Antonella Marty en La dictadura intelectal populista como:
“La realidad es que la izquierda, aunque busque maquillarlo para mantener viva su nefasta y supuesta ‘moralidad‘, afirma la necesidad de tomar la opinión pública, la opinión de los intelectuales y la opinión académica. Lamentablemente ha logrado cumplir su cometido, y hoy rige la dictadura del convencimiento y dictamen socialista en la mayor parte de la opinión pública mundial”.
Por lo que:
“Para cambiar la situación que aqueja a América Latina, resultará necesario contar con emprendedores intelectuales que logren tener su influencia en las políticas públicas (…) El trabajo de formación y desarrollo intelectual de las nuevas generaciones de líderes dentro de las redes de think tanks deberá continuar vigente y reforzarse constantemente, haciendo frente a los peligros que nacen de las raíces populistas”.
Un buen libro para inspirar a quienes compartan las ideas de la autora. Y una lectura realmente necesaria para quienes las adverasen.