La elección de Obama hace nueve años llenó de júbilo a los grandes medios, el grueso de la intelectualidad y el establecimiento político de EE. UU. y a Europa occidental. Las expectativas mesiánicas eran tan altas que le dieron el Nobel de la Paz. Literalmente en avance. Ocho años después concluía como la peor administración que han sufrido los EE. UU. en mucho tiempo. Pero medios e intelectuales de izquierda seguían aplaudiendo. La elección de Donald Trump, ajeno a cenáculos del poder político –y advenedizo de mal gusto para viejas fortunas–, fue una bofetada para políticos, medios e intelectualidad. Especialmente en Europa.
Bush le dejó a Obama una crisis económica, guerra en Irak y deuda del 76 % del PIB. Obama prometió retirada de Irak. Buenas relaciones con Rusia. Más gasto y menos deuda. Pero con Obama los EE. UU. terminaron involucrados en guerras en Siria, Irak y Afganistán. El Medio Oriente y Norte de África se tornaron más inestables. Escalaron las tensiones con Rusia y China. Y un acuerdo nuclear con Irán contribuyó a desestabilizar Medio Oriente. En lugar de lo contrario. Adicionalmente, la deuda subió a más del 100 % del PIB. Además, dejó un creciente proteccionismo arancelario encubierto tras una retórica globalista. Y respecto a Hispanoamérica fue errático y contradictorio.
Uno de los mayores y más costosos errores de la administración Obama fue el acuerdo nuclear con Irán. Error en que lo acompañó –y al que sigue aferrada– una Europa ciega a peligros y responsabilidades. Europa occidental es una península en el extremo noroeste de Eurasia, cercana por el Atlántico Norte a EE. UU., que es –desde la Primera Guerra Mundial– en cierto sentido –señalado alguna vez por Reagan en Alemania– una potencia europea. Washington mantiene un escudo protector sobre Europa occidental del fin de la Segunda Guerra Mundial a nuestros días. En la temprana posguerra Europa –especialmente Alemania– lo apreciaba mucho.
Con la agitación, propaganda y desinformación soviética influyendo cada vez más sobre una hipócrita intelectualidad izquierdista, posar de antiyankee funcionó para intelectuales y políticos europeos. La relación se tornó esquizofrénica. Europa necesita una protección estadounidense que resiente. Y exige se mantenga sin aceptar el lógico costo económico y político. Buscan relaciones cada vez más cercanas con Rusia y China. Pero sin poder militar propio de consideración son incapaces equilibrar al Atlántico Norte, Eurasia, Norte de África y Oriente Medio sin EE. UU. En la fantasiosa Europa Obama fue alabado y a Trump se le califica de amenaza a la paz mundial. Es típica esquizofrenia fantasiosa europea. Admiración por Obama, rechazo a Bush y Trump. Mientras Bush y Trump vieron la importancia de Europa y Obama apostaba todo por Asia, casi nada por Europa occidental.
La decisión de Trump de retirar a EE. UU. del acuerdo nuclear con Irán ha elevado la tensión en la Alianza Atlántica. Medios y líderes políticos europeos afirman que con esto amenaza la estabilidad de Oriente Medio. El nuevo mantra europeo es el supuesto belicismo de Trump. Antes fue el mítico pacifismo de Obama. Pero es la política de Irán –actividades militares y paramilitares, incluida agitación y apoyo al terrorismo– lo que está desestabilizando Oriente Medio. Teherán pretende convertirse en potencia regional dominante, y la administración Obama fue complaciente con esa aspiración. En la agenda iraní está intervenir en guerras civiles. Y amenazar la existencia misma de Israel. Pero también ser un peligro existencial para Arabia Saudita. Su apoyo a la organización terrorista Hezbolá desestabiliza al Líbano, al tiempo que fortalece su acceso al Mediterráneo, lo que, a su vez, hace factibles ataques directos contra Israel. Y amenazar mañana seriamente a Europa con armas que el poco menos que simbólico acuerdo poco le dificultaría desarrollar subrepticiamente.
El acuerdo nuclear entre Irán y los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad –EE. UU., Rusia, China, Reino Unido y Francia– más Alemania no incluyó a ningún país vecino. Carecía de cualquier disposición –incluso como saludo a la bandera– que protegiera a los vecinos de Irán de su agitación. Y apoyo al terrorismo. El acuerdo fue prioridad para Obama –de alguna forma parecía justificar aquel anticipado Nobel de la Paz e inventarle un legado–. Su administración se apresuró a concluirlo sin medir al adversario, ni su flexible y ambiciosa estrategia. Los líderes europeos podrían haber señalado el error, pero lo compartían.
Los jefes de gobierno del Reino Unido, Alemania y Francia están ahora horrorizados porque Trump decidió retirase. Y siguen negando lo obvio: el acuerdo fue perjudicial e incompleto –lo que lo hace peligroso–. El presidente Macron y la canciller Merkel visitaron Washington en abril esperando convencer a Trump de mantenerlo. Macron intentó con la grandeza francesa. Merkel probó la compungida serenidad alemana. Inútil. Desde la campaña presidencial 2016 estaba claro que Trump consideraba al acuerdo deficiente –incluso peligroso–, y su solución sería concluirlo, o reemplazarlo. Una vez electo, Londres, París y Berlín tuvieron tiempo más que suficiente para tratar de renegociar con Teherán. No lo hicieron, y con ello reforzaron el error de un Teherán que esperaba que Trump se limitara a amenazar, y mantuviera el acuerdo. En la UE han sufrido una crisis de refugiados producto de su decidido apoyo a la errática e irresponsable política de Obama en Norte de África y Oriente Medio, pero insisten en su rechazo a Israel. Única democracia moderna y único aliado de occidente en la zona.
La administración Trump apoyará un Israel decidido –por su propia supervivencia– a estabilizar la zona conteniendo a Irán. Europa escurre el bulto con declaraciones grandilocuentes. La paradoja es que el Reino Unido, Francia y Alemania buscan el apoyo de Rusia y China para contrarrestar a EE. UU. La potencia que los sigue protegiendo con el escudo de la OTAN. Y la única que se compromete a tratar de corregir sus propios desastrosos errores para estabilizar en lo posible Noráfrica y Oriente Medio. Lo que los líderes europeos se niegan a ver es que están poniendo en peligro una alianza atlántica de la que todavía depende la supervivencia de Europa occidental.