Nadie en su sano juicio discutiría que gran parte de la humanidad disfruta hoy de mayor libertad de la que se conoció la parte de la historia. Y nadie razonablemente informado dejaría de reconocer que nuestros mundo se divide entre sociedades cuya actividad política y legislativa se reduce al enfrentamiento entre grupos de interés luchando por unas u otras, más o menos sutiles restricciones arbitrarias de la libertad y aquellas otras que sufren diversos grados de autoritarismos o totalitarismos en beneficio de minorías inclinadas a soportar sus privilegios en el totalitarismo.
De hecho, aunque gran parte de la humanidad está sujeta hoy a menos restricciones arbitrarias a su libertad que en el pasado, no es claro que la mayor parte de nuestros contemporáneos comprendan o valoren la libertad de la que disfrutan —y a decir verdad, es innegable que hacen casi todo lo posible para ser mañana menos libres de lo que son hoy— por lo que no se podría afirmar que sean capaces de reconocer lo extraordinario de su situación
Si algo no se podría seriamente sostener hoy es que la mayor parte de las personas que habitan la tierra aspiren realmente a la libertad. Ni siquiera a la que ya disfrutan. Lo cierto es que seguimos hoy atrapados en un amplio camino a la servidumbre. Y es por ello que de la comprensión de la libertad que prevalezca en nuestro tiempo, dependerá que el futuro de nuestra civilización sea definido por la esperanza de la libertad o la amenaza de la servidumbre.
El socialismo es completamente inmoral
Una de las principales claves del actual desapego a la libertad –entre sus inconscientes beneficiarios– está en la falsa pretensión de superioridad moral de los mayores enemigos de la libertad, los socialistas. Los que defienden un sistema económico inviable que requiere para implementarse del más cruel y brutal totalitarismo, pese a que saben muy bien que lo único que puede lograr es hambre, miseria y, sobre todo, destrucción material y moral mal disfrazadas por la propaganda totalitaria. Están al tanto de tales consecuencias, porque se les demostrado hasta la saciedad las falsedades e inconsistencias de sus teorías. Además, lo han ensayado –también hasta la saciedad– en todas las circunstancias posibles. Pero nunca han obtenido otro resultado final que la miseria totalitaria. Admitamos pues que es justamente eso y no otra cosa lo que buscan realmente. Que no se engañan, pero engañan al resto –y muy bien– para llegar al infierno, prometiendo el paraíso.
La falsa pretensión de superioridad moral es clave en su engaño. Empieza por comparar la realidad objetiva de las sociedades más libres que existen realmente en el mundo, con el ideal impracticable e impoluto de sus promesas irrealizables. Comparan la realidad del capitalismo con la imaginaria tierra inexistente e imposible de los unicornios en la que el socialismo imaginario sí funciona. No con la brutal realidad de hambre, miseria y totalitarismo de todos y cada uno de los socialismos reales, en los que el socialismo al chocar con la realidad, simplemente no funciona, lo que es tan deshonesto como efectivo. Y ciertamente, es un gran truco.
Las tres mentiras tras la falsa superioridad moral socialista
Tres mentiras sostienen la falsa pretensión de superioridad moral de los enemigos de la libertad –los socialistas de todos los partidos–. La primera es la ya citada comparación falaz de la realidad imperfecta de las sociedades libres con las fantasías irrealizables del socialismo imaginario –y no con la miseria espantosa de los socialismos reales– a menos que sea con las mentiras de su propaganda, que disfrazan la cruel y miserable realidad de dorado y feliz camino a la tierra de unicornios. Esto es, enormes mentiras sobre el presente como apoyo de mucho mayores mentiras sobre un futuro que jamás llegará.
La segunda gran mentira es elevar el vicio antisocial de la envidia a la categoría de axioma moral universal para justificar desde el robo hasta el extermino genocida: lo que sea para quitarle todo a quien tenga o sea más en cualquier forma. Ni más ni menos. Pero ni el robo es moralmente virtuoso, ni hay moralidad alguna en la envidia. Y es envidia y resentimiento reclamando robar y destruir lo único a lo que se reduce realmente la oferta de los socialistas, por lo que no hay bondad alguna tras su idea. Ni mucho menos superioridad moral. Hay inmoralidad y crimen pretendiendo pasar –con éxito– por bondad. Para construir esta falacia, se necesita capa sobre capa de falsedad y versión tras versión de las mismas mentiras a fin de colar como mínimo la idea de alguna profunda bondad tras una idea simplemente maligna. Nuevamente, un gran truco.
Y finalmente, la tercera y más importante mentira es la de que la sociedad –un orden complejo que ha evolucionado por selección adaptativa– se podría rehacer a voluntad de acuerdo a un voluntarioso plan. Hayek nos reveló que el socialismo es en ese sentido un error intelectual. Pero cada vez es más difícil atribuir al error involuntario lo que en tantos casos es la mentira consciente de tantos enemigos de la libertad. Su promesa de una voluntariosa e integral reconstrucción del orden social se basa, como aclaró Hayek, en que sus partidarios “perciben la realidad de manera distinta […] yerran en cuestiones de hecho” debido a “una falsa apreciación […] de cómo la información requerida surge y es utilizada por la sociedad”. En este sentido, desconocer, negar o pretender superar, que la naturaleza dispersa, circunstancial y subjetiva de la información exige sistemas intersubjetivos de procesamiento y decisión descentralizada para el funcionamiento del orden espontáneo de una sociedad compleja, únicamente puede ser el error de un ignaro o la mentira de un malvado.