
En forma análoga a como sucede durante las guerras, la pandemia del coronavirus está sacando a relucir lo peor y lo mejor del ser humano. En ese tipo de circunstancias, el lado ruin es lo primero que sobresale; los aparentemente pequeños pero auténticamente grandiosos heroísmos son conocidos mucho después porque la gente de buen corazón no alardea.
Además, esta catástrofe sanitaria está separando el trigo de la paja de las políticas gubernamentales. Está demostrando la vacuidad de algunos términos grandilocuentes como “solidaridad” o “preocupación por los más débiles” cuando se ha actuado en sentido contrario. Palabras que el viento de la realidad disipa para exponer la verdad al desnudo.
La mayor virtud en cualquier persona es la prudencia. Con mucha más razón en los gobernantes porque su accionar debería siempre estar guiado por un sentido de justicia bien entendido. Gastar a manos llenas en épocas de “vacas gordas” -incluso endeudándose- dejando al país en una frágil situación fiscal para cuando inexorablemente lleguen las de “vacas flacas” es vicioso, lo cual deja al descubierto que la “justicia” -que según decían guiaba su accionar- de “justa” tiene bien poco; mucho menos de genuino desvelo por los más vulnerables.
En sus últimos días como gobernante, Tabaré Vázquez y su séquito en las diferentes reparticiones públicas, se dedicaron con gran ahínco a solidificar su posición y sentar las bases para facilitar el retorno del Frente Amplio al poder en 2025. Esa fue su preocupación primordial, tal como prueban las medidas que a la carrera tomaron en los últimos tiempos.
Por ejemplo, llenar al hipertrofiado Estado uruguayo de más empleados. O en febrero -quince días antes del cambio de mando- adjudicar tres canales de televisión a “camaradas”, que han demostrado ser fieles “soldados” de la causa izquierdista.
Entre ellos a Federico Fasano, histórico dueño del diario La República, medio de prensa amarillista en pro de los intereses electorales del Frente Amplio. La administración Vázquez alardea asegurando que está “con el pueblo”. Sin embargo, le otorgó un potente medio de comunicación a Fasano, a pesar que son reiteradas las denuncias de exempleados acerca de “prácticas antisindicales” y “paga de salarios indignos”. Junto con la “evasión fiscal, constituyen parte del modus operandi de todo el multimedio de Fasano”, aseguran. Incluso, un líder sindical afirmó, que “No creo que ningún trabajador del diario y del canal de televisión esté a gusto y conforme. Si aceptan el trabajo es porque no tienen otra opción, es el único ingreso que tienen”.
Ocupados en esos menesteres tan “relevantes” para el bienestar futuro de la población estaban las autoridades salientes entre enero-febrero de este año, cuando ya se sabía que el coronavirus estaba haciendo estragos por doquier. Cuando asumió el nuevo gobierno el 1 de marzo, se encontró con que la cantidad de kits para detectar el virus que le había dejado Vázquez (médico de profesión), ¡era tan solo 100! Incluso, ¡en febrero había donado a China materiales vitales para combatir al coronavirus! Tampoco previó ampliar el número de camas de CTI.
Por si eso fuera poco, la izquierda populista dejó de “regalo” a los uruguayos un déficit fiscal de 5 % del PBI (en 2005, al tomar el poder, era de tan solo 1,9 %), que conlleva una deuda pública insostenible. Lo hizo, a pesar de haber disfrutado de un período de bonanza extraordinario que duró 14 de los años, debido a los excepcionales altos precios internacionales de nuestros productos de exportación. El Frente Amplio recibió en 2005 a la economía creciendo al 4,8 % y la entregó en 2020 con un crecimiento casi nulo.
Eso hace que ahora el gobierno de Lacalle Pou tenga serias dificultades para enfrentar esta catástrofe sanitaria y económica que está asolando al mundo, al no disponer casi de recursos.
Pero en vez de callarse la boca y asumir su cuota de responsabilidad en el desastre actual, todavía hay algunos dirigentes izquierdistas que pretenden medrar con este asunto y llevar agua a su molino. Por ejemplo Carolina Cosse, senadora del Frente Amplio y candidata a la Intendencia de Montevideo, tuiteó: “Estos momentos de gran complejidad son muy complicados dese el punto de vista económico para familias y empresas. Urge que el gobierno deje sin efecto los aumentos de tarifas y evalúe brindar servicios sin costo como está haciendo”.
Hay que ser muy cínico para expresar eso. Cosse es famosa por recurrir a dineros públicos para construir su “pirámide” personal (el complejo multifuncional “Antel Arena”) con el fin de promocionarse políticamente. Lo hizo sin importarle que el déficit fiscal era brutal. Ese emprendimiento de propaganda personal les costó a las “familias y empresas” alrededor de 100 millones de dólares (que, impuestos mediante, todavía están pagando).
Por el lado de la gente común, también hay conductas muy cuestionables. Por ejemplo, una persona que estuvo entre enero y febrero en España y Milán, al volver a Uruguay en los primeros días de marzo, fue esa misma noche a una fiesta de casamiento donde había 500 invitados. De ahí salieron varios de los que esparcieron el virus dentro del país (de los 55 primeros casos confirmados, 44 se habían contagiado a raíz de esa fiesta).
Cuando se constató que el coronavirus había llegado al Uruguay, la gente abarrotó los supermercados y las farmacias cual plaga de langostas. No dejaron nada a su paso a pesar de los reiterados llamados a la solidaridad por parte de las autoridades, para que todos pudieran abastecerse de los productos de primera necesidad. Especialmente, aquellos indicados para protegerse del virus: alcohol en gel, tapabocas y guantes de látex.
Esa conducta desaprensiva hizo que faltaran implementos de protección para quienes más lo necesitaban: médicos y personal de la salud.
Sin embargo, también han aparecido comportamientos dignos de alabanza.
El Frente Amplio -modificando su proceder previo- anunció que colaborará con el gobierno en esta lucha nacional contra el coronavirus y sus efectos sociales y económicos.
Un grupo de chicos pertenecientes a los partidos tradicionales (Blanco y Colorado) iniciaron una campaña para captar voluntarios jóvenes. Asimismo, realizaron contactos con sectores del Frente Amplio para invitarlos a sumarse. Un dirigente juvenil blanco explicó que se ponen al servicio del gobierno. “Vamos a ser carne de cañón y laburar en lo que sea”. “No tenemos problema en hacer cualquier tarea, desde que nos manden a una policlínica del interior a barrer y desinfectar, hasta llevar viandas a niños, o acompañar a una familia”.
La respuesta de la muchachada uruguaya a dicha campaña ha sido impresionante: en las primeras tres horas se habían registrado 348 personas.
Además, expertos en software crearon una aplicación para ayudar a la gente durante esta crisis. La app conecta a las personas que están en cuarentena y necesitan algo, con aquellos que pueden colaborar con ellos. Hay individuos que en forma directa están haciendo lo mismo con sus vecinos. Son esas cosas que no suelen salir en la prensa.
También algunos sindicatos están poniendo su grano de arena para ayudar a sus semejantes. Entre ellos, la Federación Uruguaya de Empleados del Comercio y Servicios (Fuecys), que lanzó una campaña dirigida a empresas y población pidiendo la donación de artículos de higiene y alimentos no perecederos.
Un sindicalista declaró que se diseñará un protocolo para “ser justos” en el reparto. Lo recibido se distribuirá entre los trabajadores que han sido enviados al seguro de paro. Según la estimación del sindicato, fueron unos 2.000 en el correr de esta semana, sobre todo en tiendas, pequeños supermercados y la hípica.
En conclusión, vemos que esta crisis sanitaria reveló que la prudencia brilló por su ausencia durante los gobiernos izquierdistas. Además, sacó a relucir lo peor del ser humano pero también, aquello que lo hace admirable. Dejó claro cuál es la genuina “solidaridad”. Lo otro, es puro verso.