Imaginemos por un momento a un alumno que tiene que presentar su tarea y no sabe resolverla porque no estudió. Como el tiempo lo acecha, decide recurrir a un amigo para que le resuelva la tarea. El estudiante, ya más aliviado, le promete a su amigo que para la próxima vez sí va a estudiar. Luego de transcurrida una semana, el escenario vuelve a repetirse. El estudiante continúa entregando la tarea sin estudiar y “en los papeles” todo parece estar en orden. Pero un día llegará el examen de fin de año y habrá que rendir cuentas si su actitud no cambia. Bueno, salvando las enormes distancias, algo similar ocurre con Argentina y el déficit fiscal.
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Finalmente se alcanzará la meta de un déficit fiscal primario de 4,8 % del PIB. Esta meta parecía de difícil cumplimiento en un pasado no muy lejano. Sin embargo, producto del blanqueo de capitales, el gobierno se encontró con liquidez inmediata lo que le permitirá cumplir la meta del déficit fiscal del 2016.
A simple vista suena bien. Sin embargo, implica patear el problema hacia adelante. Es cierto que este dinero fresco permite reducir el déficit. No obstante, se trata de una entrada de stock y no de flujo. Es decir, el blanqueo ocurre por única vez mientras que el gasto no se reduce, con lo que a futuro se continúa en el mismo problema.
También es cierto que ingresará más dinero del blanqueo durante el 2017. Pero nuevamente, en tanto y en cuanto no se observen reducciones en el gasto público, lo único que se está haciendo es patear el problema hacia adelante por no atacar los problemas de fondo (principalmente el elevado gasto público y la presión tributaria récord). Esto no es menor, ya que Argentina se encuentra en una estanflación hace ocho años. En concreto, Argentina no crece debido al excesivo gasto público y la presión tributaria récord que espantan las inversiones que hacen que los países puedan crecer.
Es importante que el gobierno no se autoengañe y crea que se está saneando el déficit de manera sustentable. El monto del ingreso por blanqueo es prácticamente equivalente al gasto correspondiente a la reparación histórica de jubilados que se está llevando a cabo para el 2017. A diferencia del ingreso por el blanqueo, los gastos que tiene el gobierno sí se comportan como flujo en lugar de como stock. Es decir, son constantes en el tiempo mientras que el blanqueo es “one shot”. Es decir, la reparación histórica de jubilados (como el resto de los gastos) continuará existiendo en los próximos años.
En concreto, si bien numéricamente podrá observarse cumplimientos de meta en el ámbito fiscal, no se logrará por el método ideal. Lo importante es que los ingresos que se obtengan respondan a que los inversores confían nuevamente en el país y generen trabajo y riqueza. De esta manera, los ingresos obtenidos se comportan como flujo y no como stock. Para que este cambio ocurra es indispensable reducir tanto el gasto público como la presión tributaria simultáneamente para enviar señales correctas y concretas al mercado.
El presidente Mauricio Macri mencionó que el 2017 será el año en donde se comenzarán a ver ajustes en el gasto. Habría sido ideal realizar ese cambio en los primeros 100 días de gobierno mientras todavía se vivía la “luna de miel” del gobierno. Hoy es más necesario reducir el gasto, pero a la vez más difícil. Además, el hecho de que sea un año electoral compromete el cumplimiento de esa promesa, con todo lo que los gastos de campaña implican.
Existe la posibilidad de que el blanqueo continúe generando dinero fresco para tapar el déficit, pero esos recursos no son infinitos. Podemos continuar pidiéndole a quienes blanquean capitales que realicen nuestra tarea. Sin embargo, si Argentina quiere un cambio que implique crecer sostenidamente en el tiempo deberá comenzar a encarar la tarea por cuenta propia y esto significa una disciplina fiscal más seria.
Por último, con la salida del exministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, se subdividió el Ministerio en Hacienda y Finanzas. El primero ocupado por Nicolás Dujovne y el segundo por Luis Caputo. Esto no es una buena señal ya que lo ideal es ir por el camino inverso, reducir ministerios y no aumentar su burocracia. Además, que la doble receta puede ser peligrosa. Mientras uno está encargado de gastar (Hacienda) el otro tiene como misión financiar (Finanzas). Esto requiere una coordinación que de no alcanzarse puede ser peligrosa para combatir el déficit. No es lo mismo que una misma persona vea cuánto va a gastar en relación a los ingresos que tiene, a una persona que puede gastar mientras otra debe ocuparse de financiar.
En conclusión, el gobierno se las ha ingeniado para mostrar que se cumplirán las metas fiscales. Sin embargo, es producto de ingeniería contable y no de una reducción real del gasto público y de la presión tributaria. De esta manera, los inversores continuarán mirando con escepticismo al gobierno si en el 2017 no se dan señales claras de que el gasto público se reducirá. El presidente Macri mencionó que este año habrá ajustes. Promesa que despierta sus dudas frente a un año electoral. El gobierno puede continuar pidiendo ayuda para realizar la tarea o puede cambiar, y comenzar a realizar la tarea por su cuenta reduciendo el gasto público y la presión tributaria. Mientras tanto, el tiempo avanza y cada vez será menos el margen para realizar el cambio que se necesita para atraer inversiones, generar puestos de trabajo y crear nuevamente riqueza.