Hay demasiada expectativa sobre el rol de Guaidó en esta etapa, y no sin razón. Su liderazgo es definitivo para que esta vez el quiebre institucional sea la realidad que esperan no solo los venezolanos, sino la comunidad internacional toda. Sin embargo, muchas cosas pueden entorpecer la frágil vocería que está empezando a encarnarse desde su cargo como Presidente de la Asamblea Nacional y desde su rol de presidente interino de Venezuela.
Con el intento de secuestro que Guaidó sufriera la semana pasada, la mafia de Miraflores dejó claro que su integridad personal es el primer desafío. Quizás no se atrevan a secuestrarlo nuevamente, pero si la presión aumenta, la primera opción podría ser el magnicidio. Si matan a Guaidó, no solo se desataría una inmensa violencia, sino que también se desperdiciaría un tiempo valioso para volver a retomar el alineamiento institucional que hoy se ve. La mezcla de solidez institucional en Guaidó, que representa el último vestigio de democracia, y la confianza personal en su figura como generador de puentes entre diferentes fuerzas políticas de la oposición, es importantísima por la naturaleza precaria de la certidumbre en todo lo demás.
Claro, también lo pueden secuestrar. Es otra opción. Secuestrar y soltar, secuestrar y soltar, secuestrar y soltar para quemar tiempo, mientras Maduro y su “Cosa Nostra” alimentan frustraciones e intensifican divisiones. Mientras, también, emergen nuevos aliados nacionales, pero sobre todo internacionales. No es necesario matar a Guaidó: bastaría con matar el tiempo alrededor de él y convertir todo lo que se le relacione ya no en política, sino en entretenimiento.
Pueden fallar sus apoyos, los de los otros partidos de la mesa directiva de la Asamblea Nacional o los de su propio partido. La historia de los últimos veinte años en Venezuela no es solamente la historia de la tiranía en el gobierno sino también la de la mezquindad en la oposición. Claro, también Guaidó puede cometer errores, porque no quiere que le falle la vida, la libertad o la lealtad. Sería el quiebre del guerrero que se rinde aunque tenga la victoria en su mano.
Es por esto que la región no puede depender de Guaidó, muy especialmente Colombia. Son abrumadoramente conocidas las devastadoras consecuencias que ha tenido para la región el destierro de venezolanos de su país a través del hambre, la corrupción y el saqueo existencial.
Los otros países no pueden atenerse más al ritmo de la relación entre la tiranía y la oposición, mucho menos porque entre más se degrada la sociedad venezolana, más actores internacionales aceleran las últimas horas de pillaje sobre el país; empezando, por supuesto, por los militares cubanos y los guerrilleros colombianos. Eso, o amagan con posicionarse a más largo plazo como los rusos, chinos, iraníes o sirios.
Prosur: El plan B africano en Suramérica.
Mucha gente olvida que Alvaro Uribe conoció a Ivan Duque por el incidente Mavi Marvara, una acción militar con un alto nivel de escrutinio internacional. Duque fue la persona recomendada por Luis Alberto Moreno, Presidente del BID, y quizás uno de los colombianos que mejor conoce el funcionamiento de la diplomacia a nivel global. Fue él quien acompañó al expresidente Uribe en la elaboración de un informe que requería una dosis profunda de criterio y conocimiento sobre derecho internacional militar – más precisamente, la comprensión de qué tipo de operación militar puede ser fundamentada como una causa justa de acción gubernamental en defensa propia.
Por esto, tampoco es casualidad que fuera el mismo Duque quien liderara junto a otros congresistas de la región, como el chileno Felipe Kast, la demanda de Maduro ante la Corte Penal Internacional. Una construcción sólida y comprometida que permitió activar uno de los mecanismos jurídicos internacionales para ponerle fin a la dictadura venezolana.
Esta semana, en esa línea de fortalecer la institucionalidad multilateral para una acción contra Maduro, Duque propuso la creación de Prosur con el respaldo del presidente Sebastián Piñera. Se trata de una entidad que, por lo pronto, surgiría como el brazo armado del núcleo más comprometido del Grupo de Lima, apoyándose en el hecho de que son países del continente y dándole aún mayor legitimidad a la acción militar en el marco de las consecuencias sobre los países más cercanos.
Una experiencia previa se podría encontrar en ECOMOG (Economic Community of West African States Ceasefire Monitoring Group), la primera fuerza militar subregional en el tercer mundo después del fin de la Guerra Fría y la primera fuerza regional que tuvo a las Naciones Unidas como asociado. Una iniciativa de acción militar multilateral en el contexto de una degradación política y social con impacto subregional.
Los desafíos son evidentes, es decir, no solamente se trata de mantener el orden público en medio de la transición hacia la democracia sino de reconocer que Venezuela es un país que requiere casi la total desaparición de sus actuales fuerzas de seguridad y la reconstrucción de unas completamente nuevas.
Colombia puede poner a disposición del Prosur su veteranía en confrontación irregular en las ofensivas militares que seguramente tendrán que llevarse a cabo, y Chile sus aprendizajes de la Misión de Paz que lideró en Haití con la Minustah (Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití). Por supuesto, contaría asimismo con el apoyo del presidente Jair Bolsonaro, cuyo vicepresidente, el General Mourão, ya en la campaña presidencial había dejado claro que en Venezuela estaría la próxima fuerza de paz de Brasil.
La región ha dejado en claro que va a aferrarse a la institucionalidad democrática que todavía queda en Venezuela en tanto le sea posible, pero el anuncio de Prosur es la señal inequívoca de que recurrirá al derecho militar internacional, de ser necesario, para que la tiranía política que hoy está instalada en Miraflores deje de ser la fuente de delitos transnacionales, humanitarios y deterioro de las condiciones socioeconómicas de la región.
El Prosur podría servir también para que, al evidenciarse la responsabilidad criminal del régimen cubano, sea posible iniciar acciones militares contra los déspotas en la isla. No solamente la justicia tiene que llegar contra los autores materiales que viven en Caracas sino también, y sobre todo, contra los autores intelectuales en La Habana.
Prosur es el plan B si Guaidó falla, pero sería el plan A contra Cuba si Guaidó tiene éxito.