
Mientras existían festejos alrededor del planeta por el aniversario de la reunificación de Alemania, tras la destrucción del Muro de Berlín que dejaba el lado oriental bajo el yugo soviético, el expresidente de Uruguay, José “Pepe” Mujica, defendió al régimen del cual los alemanes se liberaron en 1989.
El Muro de Berlín era una pared de contingencia de lo que fue la “cortina de hierro” que dividía a Europa entre occidente y oriente, del lado oriental quedaban las naciones bajo la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y las naciones satélites aledañas.
La pena de cruzar el muro era fusilamiento. Una de las víctimas más conocidas fue Peter Fechter, la 27° víctima fatal. A los 14 años ya se graduó con un oficio, colocaba ladrillos. Durante años, junto a un amigo, intentó salir legalmente a Alemania occidental. Pidió un traspaso laboral, pero le fue denegado. Así que a los 18 años intentó escalar los metros necesarios para lograr su tan ansiada libertad. Se escondió en el taller de un carpintero junto a su amigo Helmut Kulbeik. Helmut estuvo a pocos metros de lograr pasar al otro lado del muro, sin embargo, los guardias de Alemania oriental derribaron a Peter con múltiples disparos en la zona genital. Los soldados del lado occidental no pudieron rescatarlo, ya que era una zona militarizada e implicaría una confrontación directa. Lanzaron vendajes para que Peter pudiera cubrir sus heridas, pero fueron fatales. Cuando dejó de retorcerse, los guardias de la zona oriental levantaron su cuerpo.
Esto sucedió en 1962, un año después del levantamiento del Muro de Berlín. Este caso nos expone a breves rasgos cómo los alemanes de la época estaban dispuestos a sacrificar su vida por huir de esa forma de gobierno represiva.
Sin embargo, al expresidente uruguayo, Pepe Mujica, le molestan las críticas al socialismo soviético que han surgido en días recientes. Su argumento más reiterado fue que la participación soviética en la derrota de las nazis. Dijo que sin la Unión Soviética los nazis hubiesen dominado Europa “casi seguramente”. Para comenzar, “seguramente” es una afirmación, con lo cual precederla con casi es una contradicción. Luego, emitir una afirmación de esa índole, hacer apología a unos de los regímenes más genocidas de la historia basándose en un “casi” resulta inverosímil.
Es decir, basándose en un “casi” justifica los incontables atropellos del régimen soviético. Por último, si fuese el caso que justifica el accionar del ejército soviético frente al temible adversario, es una cosa. Pero no fue así.
Pregunta a quienes ven su programa: “¿La China actual existiría si no hubiera existido antes la Unión Soviética? ¿Habría sido posible el triunfo militar de Mao?”
Se estima que bajo el Gobierno de Mao murieron 65 millones de personas. Solo en el “Gran Salto Adelante” en la década de 1950, que buscó modernizar la China agraria, murieron al menos 30 millones de personas, se estima que hasta 40 millones en total; debido a las hambrunas. Asimismo, la Revolución Revolución Cultural Proletaria generó una nueva ola masiva de derramamiento de sangre a través de purgas.
Las purgas son un fenómeno aprendido y heredado del socialismo soviético. Ya que Stalin, líder a partir de la muerte de Lenin, purgó al partido y fusiló y envió a campos de trabajo forzado a millones. Además de las hambrunas que impuso sobre las poblaciones que se negaron a la colectivización de la tierra, matando así a al menos 7 millones de ucranianos. El Gobierno de Lenin fue comparativamente menos sanguinario, dado lo corto que fue tras su muerte, pero mientras estuvo en el poder, tras la revolución bolchevique que conmemoró ayer su 100° aniversario, mató de hambre a 5 millones de personas. Porque castigó a las zonas rurales, a quienes señaló de colaborar con sus adversarios en la Guerra Civil que sucedió el fin de la Primera Guerra Mundial y el auge de la Revolución Bolchevique que implantó el socialismo en Rusia.
Pero en su reciente programa Conciencia del Sur, en la cadena alemana DW, Mujica dice: “Los grandes fenómenos históricos tienen repercusiones que van mucho más allá de los juicios éticos que nos pueden acontecer en un capítulo y merecen una consideración global”.
De acuerdo con su lógica, los crímenes soviéticos deben ser ignorados porque derrotaron a un enemigo común del mundo libre. Las primeras hambrunas en tiempos soviéticos empezaron en 1921. ¿Eso les sitúa más allá de “juicios éticos”? Hitler aún no estaba en el poder. Con lo cual apelar a la participación de la URSS en la Segunda Guerra Mundial no eximiría esos atropellos. La hambruna que diezmó la población en Ucrania y Kazajstán sucedió entre 1931 y 1932, así que tampoco. Lo mismo aplica a las purgas.
Sin duda, no es un dato menor la participación soviética en la derrota de los nazis. No obstante, eso no opaca lo que hicieron antes y después. También cabe resaltar algo que queda claro entre quienes defienden la libertad, que el nazismo era nacionalsocialismo mientras que en la Unión Soviética había un socialismo internacionalista. Con lo cual ambos regímenes colectivizaban a su población, tanto a quienes unían como a quienes rechazaban. Fue así como terminaron con la vida de millones.
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Pero para Mujica al parecer no es así, dice: “Qué fácil es criticar el estalinismo, la falta de libertad, el peso de la burocracia, etc., etc.”. Para él la falta de libertad no es criticable, tampoco el estalinismo, ni se diga el peso de la burocracia; cosa que dejó en claro en su propio Gobierno. Es, en términos claros, maquiavélico: “el fin justifica los medios”. Y por un periodo temporal, de emergencia, como fue una guerra, pretende anular cerca de un siglo de opresión, hambre y persecución. Asimismo, resalta como plausible lo sucedido en China con Mao, un dictador que terminó con la vida de millones.
No queda más que concluir con la frase del filósofo y polemista francés Jean-Francois Revel, quien fue socialista en su juventud y luego optó por un liberalismo clásico y la economía de libre mercado para exponer cómo “la falta de libertad”, algo que Mujica considera superflua, era tal que había quienes arriesgaban sus vidas por huir, como sucede aún hoy donde el socialismo sigue en pie:
“Lo que marca el fracaso del comunismo no es la caída del Muro de Berlín, en 1989, sino su construcción en 1961. Era la prueba de que el socialismo real había alcanzado un grado de descomposición tal que se veía obligado a encerrar a los que querían salir para impedirles huir”.