Durante su visita a Chile, el cuarto país con más migrantes venezolanos de la región, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, no se atrevió a criticar a la dictadura venezolana. Se limitó a instar a la comunidad internacional a acompañar un diálogo interno entre venezolanos para que resuelvan su crisis, sin intervención política extranjera.
Las criticas a esta postura no tardaron en llegar, pues Sánchez encarnó la continuidad de su predecesor, José Luis Rodríguez Zapatero, denominado enemigo de Venezuela por avalar el fraude electoral, en palabras del diputado opositor Julio Borges, cuando Zapatero actuó como observador internacional de las elecciones.
En una entrevista reciente, el propio Zapatero declaró: “el problema es que la gente votó a Maduro en las elecciones pasadas. Claro, en estos comicios no participó la oposición. Fueron elecciones muy singulares, ¿no?”.
Es decir, reconoce que en Venezuela no hay cambio de régimen y por tanto tampoco la apertura económica necesaria para aminorar los estragos sufridos por la población y que el régimen garantiza que así sea, pero no considera esto un problema.
Sin titubeos insistió: “Ahora, que el gobierno tenga el aparato del Estado, los poderes públicos que hacen sin duda una propaganda a favor de la candidatura del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), sí. Pero eso no determina una elección”.
El papel de España es obligar, desde la #UE, a que el régimen devuelva a los venezolanos lo que les ha quitado. Sin unas condiciones mínimas de igualdad y justicia, el diálogo es sólo chantaje.
— Beatriz Becerra ?? (@beatrizbecerrab) August 28, 2018
Por eso hoy arremete contra él la eurodiputada, Beatriz Becerra, vicepresidenta Subcomisión DD. HH. del Parlamento Europeo. A través de redes sociales, le dijo a Sánchez que en las dictaduras no hay más diálogo que el autorizado, el monólogo del dictador.
Asimismo, resaltó que el presidente español subestima la gravedad de la crisis humanitaria al separar el proceso de los causantes, como si fuese un acto devenido del cielo, cuando ha sido el producto de una política instaurada.
Pero su postura no es personal. Anteriormente increpó a su antecesor, en una carta abierta a Zapatero, alegando que lejos de ser un mediador para la paz, ha sido un cómplice de la dictadura.
Acusó a Zapatero de estar “al servicio del régimen” y le pidió que dejara de “avergonzar a España y a la Unión Europea”.
Lo grave (gravísimo) de lo que dice @sanchezcastejon sobre #Venezuela es que parece que la crisis humanitaria y la dictadura le han caído del cielo a los venezolanos, como un desastre natural.https://t.co/ctF6ATs9a6
— Beatriz Becerra ?? (@beatrizbecerrab) August 28, 2018
Por su parte, Albert Rivera, presidente del partido español Ciudadanos, ha sido enfático en el rechazo a la postura y las declaraciones de Sánchez al equiparar a la oposición con la dictadura, como si el diálogo pudiese ocurrir en igualdad de condiciones.
En lugar del rol que propone Sánchez, quien “no aspira a ser un país con una vocación de injerencia en la política latinoamericana”, sino “solo de apoyo”; Rivera insta que España lidere el rechazo al régimen socialista de Maduro.
Es lamentable que Sánchez haga equidistancia entre la tiranía de Maduro y los demócratas venezolanos. España debería liderar el rechazo al régimen, las sanciones a los dirigentes chavistas y la defensa de los derechos humanos. https://t.co/4pp0I1GFiD
— Albert Rivera (@Albert_Rivera) August 28, 2018
Sánchez aprovechó el inicio de su gira por Sudamérica para reconocer la labor de Chile que acoge a alrededor de 147.500 venezolanos, solo desde principios del 2018; lo cual llevo a implementar la “visa de responsabilidad democrática” en abril que ha sido solicitada por 64.932 venezolanos.
A su vez, Sánchez hizo un llamado a “no olvidarse de los venezolanos”, tanto de quienes se enfrentan a la “crisis económica, política y social”, como de quienes migran como consecuencia de estas.
No obstante, no llamó al problema por su nombre, pues para hacerlo tendría que desenmascarar a su propio partido, el PSOE (Partido Socialista Obrero Español), que al igual que el PSUV que gobierna en Venezuela, pregona e instaura el socialismo como política económica, para centralizar los medios de producción a cargo de la “revolución” y termina favoreciendo a los allegados al poder y empobreciendo a los ciudadanos.
Aunque en España todavía se aplica en menor grado, hace apenas semanas, la alcaldía de Madrid, que está bajo una gestión aún más a la izquierda que el PSOE, una edil del ala anticapitalista de Podemos hizo un tributo al socialismo latinoamericano. Prestó salones para homenajes a la revolución sandinista, en medio de la ola de represión por parte de los paramilitares sandinistas en Nicaragua, de la mano de la policía del régimen sandinista, la versión nicaragüense del socialismo. El homenaje contó con la presencia del embajador de Cuba y el de Venezuela.
De modo que el respaldo a regímenes de esta índole no es una acción de Sánchez ni de Zapatero, sino de la izquierda española que votó a favor de seguir prestando espacios públicos, financiados con los impuestos de todos, a favor de homenajes a regímenes totalitarios.
En palabras de portavoces del PP: “no fue libertad de expresión, fue un acto de apoyo político”.
Mientras tanto, en el continente americano, Piñera reconoció la gravedad de la crisis humanitaria en Venezuela y afirmó el compromiso de Chile para que “supere su crisis” y “recupere su libertad, su democracia, el Estado de derecho y respeto a los derechos humanos”.
Y afirmó que España “tiene un rol importante que jugar para resolver problemas de América Latina”, un rol que Sánchez, a igual que Zapatero, se ha negado a asumir y, por el contrario, ha facilitado la perpetuidad de un régimen fiel al socialismo que defienden tanto en España como en Venezuela y consigo un sistema económico que expropia, empobrece y condena al exilio a millones.