El sábado 1° de diciembre Andrés Manuel López Obrador asumirá la Presidencia de México. Su victoria se debió, principalmente, a que no sale de un partido histórico, sino de una alianza de izquierdas, lo que lo posicionó como un outsider. Sin embargo, ha generado temor por su respaldo y pleitesía hacia regímenes totalitarios.
Por ejemplo, durante una visita en Chile, López Obrador afirmó: “el ejemplo de Salvador Allende marcó mi vida”. Es decir, pasó por alto que durante la gestión del mandatario chileno se vivía una situación similar a la que hoy vive Venezuela: filas interminables para comprar comida, expropiaciones masivas decretadas por el Gobierno y ejecutadas con violencia, entre otros factores.
Asimismo, cuando falleció el dictador vitalicio de Cuba, Fidel Castro, López Obrador le rindió tributo. No fue un comentario al azar, espontáneo; incluso aparece en el sitio oficial de YouTube del mandatario.
“Para nosotros el Comandante Fidel Castro es un luchador social, político, de grandes dimensiones. Porque supo conducir a su pueblo y alcanzar la auténtica, la verdadera, independencia. A pesar de todas las adversidades, se mantuvo Cuba hasta ahora, después de décadas como una nación libre, independiente, soberana”, exclamó.
Ignoró que parte del vaciamiento de recursos que ha sufrido Venezuela ha sido a causa de años de solventar a Cuba y que esta también se alimentó por décadas de la Unión Soviética.
En cuanto a la importancia de la soberanía, indicó que “los gobiernos extranjeros, las hegemonías que se sienten amos y señores del mundo no puedan decidir sobre las políticas y sobre el destino de otros países y eso tiene que ver con la dignidad de los pueblos y los principios que postulan sus dirigentes”.
No obstante, no toma en cuenta que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas absorbió 15 naciones y mantuvo a decenas sometidas detrás de la “cortina de hierro” mientras usaba a Cuba como depósito de armas desencadenando en la Crisis de los Misiles bajo el Gobierno de John F. Kennedy con EE.UU. y luego, unilateralmente, negoció con el enemigo eterno de la isla, sin tomar en cuenta la voluntad de ataque de Castro.
O sea, la soberanía que tanto alaba López Obrador no aplicaba ni en lo económico ni lo político. Al contrario, Cuba dependía de otro para su sustento y, por tanto, no tenía derecho a réplica. Pese a ello exclamó: “¡Fidel Castro es un gigante!”.
Apeló al antagonismo característico del populismo, ellos versus nosotros, el pueblo contra el “anti-pueblo” y aseveró: “Sabemos que a los conservadores, a la derecha, no les gusta nada de lo que tenga que ver con la lucha por la justicia, con la libertad, con la independencia de los pueblos. Nosotros pensamos distinto”.
Pero la historia de México indica que en verdad el PRI no era de derecha, sino de izquierda, tal como lo es López Obrador. El presidente Adolfo López Mateos, que gobernó de 1958 a 1964 como candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), declaró: “mi Gobierno es, dentro de la Constitución, de extrema izquierda”.
No solo el partido que gobernó al país por más de 70 años, sino que la constitución mexicana es de izquierda e incluso considerada extrema por sus idearios.
Dicha Constitución fue lograda luego de años de conflicto armado. Un general del ejército constitucionalista, Lázaro Cárdenas, quien fue presidente en 1934, también del PRI, fue quien reformó el artículo 3 estableciendo que “la educación será socialista” en la Carta Magna.
Asimismo, nacionalizó la industria petrolera y creó los “ejidos” que eran propiedades comunales. Es decir, puso los medios de producción en manos de la revolución y “redistribuyó la riqueza”, ejerciendo un socialismo de manual.
También Alfonso Corona del Rosal, dirigente del PRI, dijo que la posición del partido al cual pertenece el presidente saliente (Enrique Peña Nieto) es “la atinada izquierda”.
Díaz Ordaz, Secretario de Gobernación, replicó que izquierda, centro o derecha son relativos y cambiantes, puesto que en México “izquierda significa capacidad de lograr la justicia social”.
De hecho, el partido que Gobernó a México de 1929 hasta el 2000 y nuevamente a través de Enrique Peña Nieto, el presidente saliente, es miembro de la Internacional Socialista, expuesta así en la página oficial.
Para que ya quede claro, AMLO era un priísta de consumado y a Cárdenas y Graco Ramírez les costó trabajo convencerlo para dejar al PRI. Si por él fuera, seguiría en ese partido. Tanto extraña al PRI que pone a esa gente por encima de sus bases.https://t.co/h0PMAekMfS pic.twitter.com/olmHZLDMhO
— Francisco J. Robles (@PacoJRobles) June 17, 2018
No obstante, el presidente entrante se refiere al PRI como de derecha, aunque él estuvo afiliado al PRI hasta 1989. Algo que su rival presidencial Ricardo Anaya le reprochó, y afirmó que López Obrador entró al PRI “porque ahí estaba el poder”, y que al hoy presidente electo ignoró la matanza de estudiantes en el 68 y de Corpus en el 71 bajo mandato del PRI.
Es por ello que afirmar que López Obrador es el primer presidente de izquierda que tiene México es un error, ya que él representa la continuidad de un proyecto en marcha desde los tiempos de la revolución.
Sin embargo, debido a su cercanía al chavismo, sus constantes halagos a dirigentes de izquierda que han llevado a sus respectivos países a vivir crisis económicas y humanitarias, y su silencio frente a las violaciones de derechos humanos realizados por la izquierda, sí podría ser el dirigente de izquierda más radical que llega al poder en México.