Vida, propiedad y libertad son los derechos naturales inherentes al ser humano que defiende todo aquel que piensa que el rol del Estado debe ser mínimo. Pues consideran que derecho no es lo que el Estado da, sino aquello que no debería tener el poder de arrebatar. En el caso del auge del coronavirus, el rol de este es servir como garante de los tres derechos mencionados, en particular el primero.
Desde la izquierda política se les han realizado diversas críticas a los defensores de la autonomía del individuo frente al Estado por aplaudir el control estatal ante la pandemia del coronavirus.
Lo que no ven es que los recursos del Estado no son producidos por este, sino que los trabajadores del Gobierno son precisamente, como su nombre indica, servidores públicos y por tanto los ciudadanos obtienen lo que pagaron, o al menos así es en principio. Es decir, al ser el ciudadano el empleador y el gobierno el empleado, el primero exige el servicio que obtiene a cambio de un bien, el dinero sustraído por impuestos.
En respuesta a las acusaciones contra los promotores del libre mercado que aplauden el control estatal de la pandemia actual, Juan Ramón Rallo, economista liberal español, explica que es precisamente función del Estado proteger y defender los derechos naturales. Evitar la propagación de una pandemia, reconocida como tal por la Organización Mundial de la Salud (OMS), aplica en este caso.
No es que el economista haga una apología del Estado, al contrario, concluye lo dicho exaltando que si este no puede defender la vida de sus habitantes, entonces ni siquiera debería existir.
Y por cierto, que para comprobar que los liberales abogan por que el Estado proteja a los ciudadanos de una epidemia no hacía falta esperar al coronavirus. Leyendo a Hayek en 1979 (como poco), ya podría haberse intuido alguna cosilla. pic.twitter.com/RtehK199Cc
— Juan Ramón Rallo (@juanrallo) March 9, 2020
Sustenta esta postura citando al premio nobel de economía, Friedrich Hayek, quien puso como ejemplo la función del Estado en el caso de un brote epidémico, como sucede con el coronavirus. Resalta el rol del Estado frente a una amenaza extranjera, en este caso un virus que se empezó a propagar desde China y ya alcanzó al mundo entero. Hayek resalta que el Estado debe detener o remediar los daños.
El libre mercado trae prosperidad, aún en países comunistas como China
Si bien China es una tiranía comunista, existe un gobierno autoritario conviviendo con cada vez más libertad de mercado.
La industrialización comunista, que empezó en 1949, mató a 45 millones de chinos. China sostuvo políticas que mantuvieron la economía muy pobre, estancada, controlada centralmente, ampliamente ineficiente y relativamente aislada de la economía global. No fue hasta 1979 que se abrió al comercio exterior e inversión e implementación de reformas de libre mercado. Ahora está entre los países del mundo economías de más rápido crecimiento, con un promedio anual de crecimiento del producto interno bruto (PIB) real del 9,5 % hasta 2018, un ritmo descrito por el Banco Mundial como “la expansión sostenida más rápida de una gran economía de la historia”.
Tal crecimiento le ha permitido a China, en promedio, duplicar su PIB cada ocho años y ayudó a sacar a unas 800 millones de personas de la pobreza.
Es gracias a la producción de esa riqueza que China ha tenido los medios para enfrentar la crisis actual. Por ello Rallo señala las medidas en cuanto al coronavirus que ha tomado China como ejemplo a seguir por parte de las naciones donde el virus se está propagando, entre ellas España.
Es un error pensar que la epidemia del coronavirus se va a frenar sola. Aquí resumo las durísimas medidas que han tenido que adoptar en China para contenerlo. Tal vez nosotros no estemos en ese escenario todavía, pero sin medidas terminaremos estándolo. https://t.co/o2BjnSf90u
— Juan Ramón Rallo (@juanrallo) March 6, 2020
Cuarentenas masivas y libertad personal
En esa misma línea de pensamiento, el periodista británico Christopher Snowdon, denominado como “ultralibertario” por la BBC, publicó en The Telegraph un artículo titulado Los libertarios que respaldamos el bloqueo del coronavirus estamos lejos de ser hipócritas.
Explica que las medidas de emergencia que llaman a cuarentena son muy diferentes a las intrusiones diarias del “Estado niñera”. La cuarentena surge como último recurso, una medida temporal, en medio de una crisis, lo cual es compatible con una filosofía que valora la libertad personal.
"Mass quarantines as a last resort are still perfectly consistent with a philosophy that prizes personal freedom" https://t.co/hb26NMY5XC
— Telegraph Politics (@TelePolitics) March 10, 2020
Se trata de una medida de emergencia, temporal, lo opuesto a lo que proponen los defensores del “Estado presente”, que pregonan como medida permanente la expropiación de los recursos de los individuos, en forma de impuestos, regulaciones y la usurpación directa de la propiedad ajena, como sucede en un régimen socialista al estilo Cuba o Venezuela.
Al contrario, dichos regímenes no tienen la posibilidad de lidiar con un colapso de salud de estas proporciones. Cuba, por ejemplo, que ya reporta tres casos de Coronavirus al exportar a la mayoría de sus médicos, tiene escasez de doctores en zonas rurales. Esto se debe a que el régimen envía a sus galenos al extranjero a trabajar para cobrar 3 000 dólares por cabeza y así retener entre el 75 y el 90 % de sus salarios.
Mientras que la crisis de Venezuela ha sido tal que enfermedades erradicadas como el sarampión no solo volvieron a resurgir en Sudamérica, sino que gracias al exilio de más de cinco millones de refugiados, ya hay casos de esta enfermedad en Colombia, Ecuador y Brasil.
Las poblaciones indígenas del nordeste Brasil, al no tener vacunas, han sido las más afectadas por la salida masiva de poblaciones venezolanas, mayormente indígenas también.
Por ello el libertario británico Snowdon insiste en que, si bien no puede hablar por todos los libertarios (¿quién puede?), ve el libertarismo como economía aplicada. Esto significa que los gobiernos debería dejar a las personas vivir y comerciar en paz a menos que estén haciendo daño directo a otros.
Resalta en caso que no sea obvio que infectar a alguien con un virus potencialmente mortal cuenta como daño directo para otros. Por tanto, es admisible que el Estado proteja la vida de los ciudadanos.