Uno de los debates históricos, y que no pierde vigencia, es el del “rol del Estado”. En esa discusión liberales y estatistas buscan argumentar por qué es mejor o peor el avance de la intervención del aparato burocrático sobre las esferas personales y sus patrimonios. Existe, dentro de todo, un acuerdo mayoritario que lo ideal es que uno sea responsable de su vida puertas adentro de su casa, y de sus bienes personales, y que los “lugares comunes”, como por ejemplo las veredas, sean responsabilidad de un ente centralizado gubernamental.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el Estado municipal ha alcanzado dimensiones exorbitantes. “La Ciudad” tiene radios, canales de televisión y veterinarias. En las plazas hay profesores contratados por la municipalidad para dar clases de gimnasia, se organizan “campeonatos nacionales del asado”, se otorgan becas, subsidios y hasta se malgasta el dinero en campañas para concientizar a la gente para que no arroje chicles en la calle. Estos son sólo algunos ejemplos de los destinos de los dineros de los contribuyentes porteños.
Creo que no hace falta aclarar que, mientras el Gobierno municipal hace todo esto, las calles están sucias, las veredas están rotas y la inseguridad afecta a miles de personas a diario, muchas de las cuales pierden la vida en robos violentos. En la actualidad es imposible saber el número de delitos por día con cierta exactitud ya que la gente ha perdido toda esperanza que la denuncia policial termine en alguna detención o recuperación de bienes, por lo que una gran parte de los ilícitos no tiene siquiera registro.
Ante el problema de las veredas rotas las autoridades locales consiguieron aprobar en la Legislatura una normativa que obligará, por medio de multas, a que los propietarios frentistas reparen (y paguen) los arreglos que se vayan produciendo.
Para que esto no sea un insulto a los contribuyentes, el Estado municipal debería, primero, suspender toda actividad superflua que realiza (la mayoría), y lueg informar de una rebaja impositiva, como para que la transferencia de responsabilidades vaya de la mano de la transferencia de recursos.
Pero como esto sí es un insulto y una burla a los porteños que pagamos impuestos, todo indica que “La Ciudad” (como a los burócratas actuales le gusta decir) seguirá despilfarrando fortunas y los vecinos tendremos que hacernos cargo de lo que deberían hacer…y no hacen.
La nota de color es que el reclamo “liberal”, ante esta estafa de los partidos mayoritarios, vino por parte del Frente de Izquierda. El diputado de la Ciudad Marcelo Ramal, perteneciente a ese espacio, dijo, con toda razón, que obligar al vecino “es una doble imposición, un doble impuesto”.