El manual de la lógica político partidaria indicaría que, más allá de acuerdos puntuales, Mauricio Macri debería estar pensando en cómo arrebatarle las gobernaciones a los dirigentes peronistas en los lugares que no maneja.
Y los gobernadores del Partido Justicialista deberían estar pensando en la estrategia para que uno de los suyos vuelva a la presidencia de la Nación. Pero la política tiene sus paradojas y, más allá de lo que parezca en lo superficial, 2019 podría ser el año de las alianzas implícitas menos pensadas y probablemente también de los enfrentamientos internos más duros.
La ausencia de una mayoría que le permita aprobar las leyes necesarias al presidente argentino, sumado a la necesidad de fondos nacionales a los nuevos gobernadores peronistas, que recibieron provincias quebradas por parte de sus antecesores y padrinos políticos (o expadrinos), puede llegar a ser el caldo de cultivo para un escenario de alianzas cruzadas y enfrentamientos intrapartidarios.
Por un lado, estos gobernadores justicialistas que se encuentran en sus primeros mandatos tienen más interés en renovar sus gobernaciones provinciales que en apoyar con énfasis a un peronista que seguramente perderá con Mauricio Macri, con el que necesitan una buena relación.
Algunos ejemplos de este escenario son el chaqueño Domingo Peppo, el tucumano Juan Manzur y el sanjuanino Sergio Uñac.
Otros gobernadores más “veteranos” como el salteño Juan Manuel Urtubey (en mandato desde 2007) también forman parte del pelotón “peronista friendly”, sector que tiene muy en claro que las posibilidades de arrebatarle a Cambiemos la presidencia en menos de dos años son muy pocas y que los beneficios de una relación cordial con Macri pueden ser más redituables.
El presidente argentino también está consciente que necesita de cada voto de este espacio en el Congreso para superar en número al kirchnerismo. Si bien este sector de los gobernadores peronistas no es un apoyo asegurado (varios legisladores de este sector no votaron la reforma previsional), el gobierno consiguió pasar 181 sobre 250 iniciativas parlamentarias.
Pero el escenario no es tan simple como para que los virtuales enemigos miren para otro lado mientras su opositor se abre paso a una victoria. A pesar de que los gobernadores peronistas podrán cambiar fechas de las elecciones para no tenerlas en la misma jornada que la disputa presidencial, los intendentes justicialistas de la provincia de Buenos Aires, —tierra de la hasta ahora imbatible macrista María Eugenia Vidal—, están necesitando un candidato a gobernador y a presidente que, aunque no gane, traccione la mayor cantidad de votos como para garantizarles la supervivencia de sus espacios políticos municipales.
Allí, este sector se encontrará con el dificultoso escenario de quedar pegado a un espacio que confrontará duramente con la, hasta ahora, imbatible macrista María Eugenia Vidal, que según todos los sondeos es la dirigente política de mejor imagen en el país.
Más allá del corto plazo que puede encontrarlos con diferentes estrategias y escenarios, tanto los gobernadores peronistas como los intendentes del conurbano saben que mientras más se demore la unidad del partido, menos posibilidades tendrán para volver al poder en el ámbito nacional.
Por el lado de Mauricio Macri el “coqueteo” con los gobernadores peronistas tampoco puede ser eterno. La alianza Cambiemos incluye a la Unión Cívica Radical, de fuerte presencia en las provincias, que seguramente buscará incrementar el número de gobernaciones que tiene hasta el momento.
En estas provincias (Tucumán puede ser uno de los más claros ejemplos) el presidente argentino deberá hacerse presente para apoyar a sus aliados contra los gobernadores que al día de hoy le brindan apoyos legislativos necesarios.