Si hay un tema que no pasa de moda en Argentina es la fiebre por el dólar. Dado que el país, a pesar de las recurrentes crisis no soluciona el problema estructural del déficit fiscal, la inflación ha sido la compañera histórica del desempeño del Banco Central desde su fundación.
Cuando se buscó solucionar exclusivamente la variable monetaria sin mirar el déficit (durante la década del noventa con la ley de la convertibilidad y los préstamos del Fondo Monetario Internacional) todo voló por los aires el día que se frenó el financiamiento externo.
A dos años del inicio del gobierno de Mauricio Macri, si bien se recuperaron las estadísticas oficiales confiables y se ha registrado una leve merma en el índice anual, la inflación argentina sigue estando entre las más altas del planeta.
En la actualidad, luego del desastre absoluto de Venezuela, el país comparte un podio vergonzoso con casos como el del Congo, Sudán o Siria, que lidia con el ISIS y la guerra civil, complicaciones que Argentina no tiene ni por asomo.
En los últimos días una nueva suba volvió a atemorizar a la opinión pública, ya que el valor de la unidad de la moneda estadounidense ronda por estas horas los 20 pesos argentinos. Ante los aumentos de precios constantes, la permanente comunicación sobre la “suba del dólar” pareciera aportar a la confusión general de la gente, que sigue sin asociar el problema de fondo sobre las constantes devaluaciones con inflación.
Martín Simonetta, economista, escritor y docente, considera que hablar del “dólar a 20” en lugar del “peso a 0,05” puede ser uno de los factores que aporten a la mala interpretación del problema:
“La mayor parte de la gente ve como todo esto le afecta día a día en su vida cotidiana. Sube el combustible, la leche, los alimentos. Es cómoda la explicación sobre que sube el dólar porque da la impresión que es un fenómeno externo o la culpa de Donald Trump”, manifestó Simonetta a PanAm Post.
Para el profesor de la Universidad Francisco Marroquín, Juan Sebastián Landoni, también en diálogo exclusivo con este medio, el problema comunicacional, que tiene repercusiones políticas, no es imposible de solucionar: “Hace falta ejemplo, pedagogía e insistir mucho”.
Para Landoni “todos los agentes de cambio tienen que participar en esta docencia, desde la política, la academia y los comunicadores, pero también hace falta un compromiso fuerte de la clase empresaria”.
La seria y estructural problemática argentina, requiere para Simonetta un esfuerzo político más trascendente y un compromiso más profundo:
“No cambiar es cómodo, es la zona de confort. Una de las diferencias entre el gobernante y el estadista tal vez sea su instinto a trascender el corto plazo. Eso requiere lanzarse al vacío para alcanzar las metas revirtiendo la pulseada de quienes se oponen al cambio”.
Si bien Cambiemos cuenta con el gran capital político del desastre reciente del kirchnerismo y enfrenta una oposición dividida, el Gobierno sabe que la reactivación del empleo privado y el problema de la inflación no pueden continuar transitando la senda actual de la muy lenta mejoría. Macri tiene dos años para comenzar a mostrar resultados y perfilarse para la reelección que le puede permitir conseguir el cambio radical que necesita el país.