Ante el clásico dilema nacional del creciente gasto público y el déficit fiscal, el macrismo enfrenta problemas y dilemas que ya son conocidos por los argentinos en la historia reciente.
Mientras que el Gobierno se mantiene en su libreto del “gradualismo”, el economista Roberto Cachanosky advirtió sobre los riesgos del camino elegido y propuso una lectura alternativa de lo que fue el breve ministerio de Ricardo López Murphy y el estallido de diciembre de 2001.
Un poco de historia
En 1999, luego de dos períodos consecutivos de Carlos Menem, el peronismo caía derrotado por segunda vez en la historia en una elección presidencial. En esta oportunidad el triunfo fue para una alianza que llevó al radical Fernando de la Rúa a la presidencia de Argentina.
Comparando con el país que recibió Menem una década atrás, de la Rúa tenía ventajas y desventajas. La “Ley de Convertibilidad” había desterrado la hiperinflación y el Estado argentino ya había privatizado sus ineficientes empresas. Sin embargo el problema heredado giraba en torno a un déficit fiscal, que durante el menemismo se había financiado con deuda externa.
El Fondo Monetario Internacional por esos días tenía una dura política con los deudores, muy diferente a la de las concesiones con las que contaron varios países europeos por estos años.
Luego de no obtener soluciones durante la gestión de José Luis Machinea como ministro de Economía, de la Rúa decide convocar a su ministro de Defensa, Ricardo López Murphy, para salir de la compleja situación. Murphy contaba con una sólida carrera de economista, una buena imagen en el exterior y con el carácter suficiente para hacer lo que había que hacer.
Luego de haber preparado un plan de corrección de las cuentas públicas, el flamante ministro presentó el programa por televisión nacional, con la docencia que lo caracteriza:
A pesar de que el problema fiscal (como del tamaño del Estado) no era ni por asomo lo que es hoy, el anuncio puso nervioso a gran parte del Gobierno de entonces, que no quería saber nada con que se lo vincule con un ajuste.
Así comenzaron las presiones para que el presidente le quite el apoyo al nuevo ministro que estaba haciendo simplemente lo que tenía que hacer.
La historia terminó con la salida de López Murphy del ministerio de Economía, luego de una gestión que duró 15 días y un anuncio. La clase política convirtió en dogma una interpretación de lo sucedido: “Si querés decir y hacer lo que hay que hacer durás 2 semanas como López Murphy”.
Lo que siguió en Argentina luego de buscar soluciones mágicas indoloras fue una hecatombe que se llevó puesto al Gobierno de entonces, a la convertibilidad y a los depósitos bancarios de las personas, en el marco de una crisis que generó 39 muertos y 5 presidentes en una semana.
“Era al revés”
Ante una nueva problemática por un elevado gasto público y déficit fiscal (mucho más preocupante que en 2001) y otra actitud semejante de buscar soluciones evitando los recortes necesarios a los gastos del Estado, el economista Roberto Cachanosky advierte: “El gobierno de Macri está leyendo al revés el caso López Murphy”.
Para el especialista, mientras que Cambiemos considera no viable la posibilidad de ajustar las cuentas, por el temor a los antecedentes como el de Murphy, la lectura correcta debería ser exactamente la inversa:
“Por no haber hecho una lógica corrección en su momento como propuso López Murphy terminamos en el corralito, el corralón, el default, la devaluación, la confiscación de los depósitos, con una caída del 15 % del PIB y un gran estallido en los índices de pobreza. El costo de no bajar el gasto a tiempo es mayor al costo político que podés tener”.
Según Cachanosky, el modelo elegido por el macrismo “es parecido a lo que hizo de la Rúa”, con una fuerte presión impositiva para intentar achicar el déficit y un alto nivel de endeudamiento para evitar reducir el gasto público. “Hay que tener en cuenta que hoy el gasto consolidado es mucho mayor que el que tenía Argentina en 2001”, manifestó.