Durante la jornada de ayer se vivieron protestas en las calles de Buenos Aires por el incremento en las tarifas de los servicios (luz, gas, agua) y en el Parlamento hubo un escándalo cuando se levantó una sesión convocada por la oposición, que no alcanzó el quórum para comenzar.
Desde el kirchnerismo se busca aprobar un proyecto de ley que “congele” el precio de las tarifas de los servicios. Propuesta que logró reunir a la totalidad de la oposición, incluyendo al peronismo, la izquierda y al sector de Sergio Massa. Aunque cada espacio tiene una propuesta distinta, la totalidad de los grupos opositores pudieron coincidir para sesionar y discutir la propuesta que perjudicaría al oficialismo. Sin embargo, estos sectores dejan de lado que regresar a los subsidios energéticos en proporciones kirchneristas volvería a hacer un agujero fiscal, principal problema que el Gobierno busca solucionar.
A pesar de que Cambiemos está todavía en minoría, situación que podría cambiar si Mauricio Macri vuelve a tener una buena elección el año próximo, la oposición no logró reunir el número de diputados suficientes para sesionar y solicitaron una y otra vez que el presidente de la Cámara extiendiera el plazo de espera.
El diputado Alfredo Olmedo, perteneciente a un partido de la provincia norteña de Salta, a pesar de tener diálogo con el macrismo, se sentó a discutir las propuestas de la oposición, pero advirtió que si los legisladores opositores que convocaron a la sesión no lograban dar el quórum, él se retiraría. En un marco de nerviosismo generalizado, y después de recibir la “visita” de un legislador oficialista a su banca, se retiró del recinto y se levantó la sesión. Como era de esperar, llovieron los insultos para el salteño, que fue acusado de “negociar” su salida del cuerpo con el oficialismo, que no tenía ni un solo legislador sentado en la cámara.
“Corrupto”, “ladrón”, fueron algunas de las cosas más leves que le dijeron desde las bancas kirchneristas.
Una propuesta demagoga
El problema que se vive alrededor de las tarifas de servicios tiene que ver con que luego de la devaluación de 2002, cuando un peso dejó de valer un dólar, el entonces presidente Eduardo Duhalde mantuvo el precio fijo, subsidiando a las empresas por la diferencia para que siguieran prestando el servicio a los usuarios al mismo precio, pero la ganancia la recibían del Estado. Ni Néstor ni Cristina Kirchner modificaron la medida, a pesar de que la moneda argentina había sufrido una mega devaluación durante los 12 años que gobernaron. El despilfarro energético era tal, que una familia tipo en Buenos Aires, aunque haya mantenido todos los artefactos eléctricos las 24 horas funcionando, al cabo del bimestre pagaría menos de energía que un menú de Mc Donalds.
El problema de volver a los precios reales no fue la única complicación. El modelo de subsidios perjudicó seriamente los incentivos y la inversión se paralizo. Literalmente, durante la década de los Kirchner se consumieron todos los recursos energéticos que se consiguieron en el período de Carlos Menem, producto de las privatizaciones. Hoy Argentina tiene dos problemas: volver a las tarifas razonables y recuperar la inversión y capitalización energética.
Hoy, el Gobierno de Mauricio Macri enfrenta una incómoda situación, ya que aunque la gente sabía que el valor de los servicios era irrisorio y debía ser modificado, los incrementos, que hasta alcanzan un mil porciento, no son bien recibidos en un marco de una creciente inflación. Si bien la propuesta de “congelamiento” de tarifas sería un grave error, en momentos donde se empieza a solucionar el problema, el Gobierno debe reducir al máximo los impuestos que incluyen estas tarifas (que son altos), para así apaciguar el incremento, que es necesario.