Fernando Iglesias volvió al ruedo contra los “liberalotes“. Esto es un buen síntoma. Durante los últimos sobresaltos con el dólar, las devaluaciones y las urgencias contra el Fondo Monetario Internacional, el diputado mediático y maestro twittero había abandonado la lucha contra nosotros. Claro, no era muy inteligente seguir echando leña al fuego en medio de un colapso anunciado, criticando a los que dieron en la tecla con lo que podía suceder. Si Iglesias retoma su cruzada “antiliberalota” es que el Gobierno, al menos en el corto plazo, piensa que no habrán sobresaltos económicos, lo que es una buena noticia.
Lo que Iglesias hizo en su último artículo fue recurrir lisa y llanamente a la falacia del hombre de paja. Es decir, deformar las posiciones del adversario para luego pelearse con su creación. El liberalote creado por iglesias es un extremista que no quiere pagar un peso de impuestos, que iguala por completo al macrismo con el kirchnerismo, que es un “trumpista” o “bolsonarista” fanático, pero que desprecia por completo la política (si cabe esa contradicción).
La deformación de esta falacia que hace, le conviene a la hora de establecer su discusión. Pero si el diputado tiene algún compromiso con la honestidad intelectual debería discutir con nuestras posiciones. No con sus descontextualizaciones o con un twittero trasnochado.
La discusión sobre los impuestos
En su columna, Iglesias argumenta que para el liberal, “como el gasto fiscal y la carga impositiva han bajado muy poco”, el kirchnerismo y el macrismo representarían lo mismo, haciendo referencia a José Luis Espert y a su famosa frase “kirchnerismo de buenos modales”. Aunque el diputado piense que que los liberalotes despreciamos la política, lo cierto es que eso no es cierto. Sin fuerza partidaria representativa (entre otras cosas, por las altas restricciones a la formación de nuevos partidos) los liberales hacemos política como podemos. Equiparando al kirchnerismo con el macrismo cuando el Gobierno actúa mal, es una forma de hacer política. Evidentemente la estrategia fue exitosa, ya que el mensaje llegó y enojó. Más allá de cualquier posición ideológica o filosófica sobre la coerción de los impuestos, eso no forma parte de la discusión política que hoy argentina necesita.
La falacia del hombre de paja le permite a Iglesias decir que el liberal no quiere ningún impuesto, entonces, dada la imposibilidad de un cambio en este sentido (al menos en este momento histórico), el liberalote se convierte en un utópico sin propuestas. Esto le permite desacreditar a la crítica, tildándola de extremista, digna del Partido Obrero. Entonces Iglesias evita lo que no está dispuesto a hacer: dar un debate sobre lo que gasta el Estado argentino en sus tres niveles de Gobierno. Empresas “públicas” como Aerolíneas Argentinas (que el mismo presidente cuestiona permanentemente sin hacer nada al respecto) en el ámbito nacional, espectáculos artísticos y hasta “bar de mates” en el nivel provincial, y veterinarias públicas en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires. El mismo Mauricio Macri reconoció que estamos en emergencia y que por eso debía endeudarnos y subirnos los impuestos. ¿No sería lógico, en el margen de la misma emergencia, suprimir cargos como la “dirección de movilidad en bicicleta”?
Nosotros nos quejamos por la altísima presión impositiva. Iglesias contesta que somos unos delirantes que queremos suprimir el Congreso y volver a la dictadura. Entonces evita la discusión sobre, por ejemplo, los “torneos federales del asado”. No importa la cantidad de recursos que requiera cada iniciativa absurda del Estado. Si estamos quebrados y en emergencia y se sigue esquilmando a los contribuyentes, hay que mostrar una austeridad extrema como mínima señal de respeto. Lo que seguimos viendo es el más impune despilfarro. Ese es un lugar donde el macrismo y el kirchnerismo se parecen bastante.
Trump, Bolsonaro y los liberalotes
Iglesias nos invita a la “realpolitik”, pero se confunde cuando tomamos partido dentro de ella. Dado los perfiles del presidente de Estados Unidos y su colega electo de Brasil, es evidente que la totalidad de los personajes no arrojan un resultado liberal. Hay varias cuestiones repudiables desde la perspectiva de las ideas de la sociedad abierta con respecto a los dos personajes en cuestión, lo que no quita que ante sus rivales inmediatos, éstos representen una mayor cercanía. Los liberalotes deseábamos que el Libertarian Party de los Estados Unidos (¿lo conocerá Iglesias?) participe del debate entre Donald Trump y Hillary Clinton. Lamentablemente la corporación política se cierra a la competencia y la oferta quedó reducida ante esas dos posibilidades. Que entre el magnate y la esposa de Bill Clinton nos quedemos con el primero no indica que estamos enamorados de él ni mucho menos. Lo mismo ocurrió en Brasil. “Hinchamos” por Jair Bolsonaro, de la misma manera que votamos a Macri. Había que sacarse de encima al kirchnerismo y al lulismo. Ahora la defensa por los derechos individuales se mantiene exactamente igual.
Un debate interesante
Más allá de las chicanas de ambos bandos, si Iglesias está interesado en discutir sobre libertades individuales, más allá de “una planilla de excel” o “la escuela austríaca“, hay dos temas sensibles para nosotros de lo que lamentablemente no se ha expresado y el avasallamiento de las libertades más básicas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires de Horacio Rodríguez Larreta. La última semana, la legislatura votó un proyecto de ley que le quita la licencia a los choferes que trabajan con la aplicación de Uber y les impone multas altísimas. ¿Qué opina el diputado acerca de esta cuestión? ¿Es una causa “liberalota”? Recientemente la vicepresidente, Gabriela Michetti dijo que, dada la difícil situación, la gente debería “inventarse” trabajos. Esto es difícil cuando un vendedor de sandwiches que va por la vía pública ofreciendo su mercadería es abordado y confiscado por diez policías cual peligroso delincuente. Sería interesante conocer la opinión del diputado Iglesias sobre estas cuestiones concretas, para salir del debate chicanero donde muchos macristas y liberales, lamentablemente se sienten cómodos.