
El kirchnerismo en su relato tiene muchos puntos oscuros. La sobreactuación de los setenta, el antimenemismo tardío y una falacia mucho más reciente: la enemistad con el multimedio comunicacional más grande de Argentina. Aunque el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner haya terminado en una guerra sin cuartel con el grupo Clarín, lo cierto es que “el diario de los argentinos” y el kirchnerismo venían de una impúdica amistad.
Entre las cosas que heredó Néstor Kirchner de su exaliado, Eduardo Duhalde, la relación Estado-“medio hegemónico” se destaca entre las principales. Clarín, junto a Techint y otras empresas, fue uno de los grupos beneficiados por la devaluación y la salida de la convertibilidad, que le significó una pesificación de una deuda en dólares.
Durante el período 2003-2007 del primer gobierno kirchnerista, no hubo ningún conflicto entre el Poder Ejecutivo y el principal diario. Incluso la campaña de “Cristina presidente” mostraba a una familia leyendo al tradicional periódico argentino.
La falta de una agenda en común y los conflictos de intereses hicieron que durante la última parte del kirchnerismo, el gobierno cambie de opinión respecto a Clarín. De la noche a la mañana, como ocurrió con la relación con el papa Jorge Bergoglio, los funcionarios K denunciaron al multimedio de “monopolio” y comenzaron a elaborar una ley para destruirlo. Pero Clarín resistió, Kirchner se tuvo que ir y no pudo llevarse consigo el diario bajo el brazo.
Ahora, en medio del debate legislativo sobre la ley que permitirá desregular los precios de la paraestatal Papel Prensa, el diputado macrista Nicolás Massot tocó una fibra delicada y todo voló por los aires. El legislador oficialista terminó su discurso diciendo que Clarín ya no tenía amigos en el gobierno y recordó que “el mejor amigo” que tuvo la empresa como presidente, falleció en 2010, en clara referencia a Néstor Kirchner. Aunque concluyó con un “que en paz descanse”, el recinto se convirtió en segundos en un hervidero.
El hijo del expresidente, Máximo Kirchner, comenzó a tildarlo de “mal educado” y llovieron los insultos desde las bancas opositoras a Cambiemos. El diputado Agustín Rossi pidió la palabra y le solicitó a Massot unas disculpas “de forma clara y delante de todos”, cosa que el legislador macrista hizo.
Sin embargo, en medio de sus disculpas, Massot manifestó que deseaba, aunque no esperaba, que los diputados kirchneristas se comporten de igual manera y se disculpen con él por las veces que hicieron mención a su familia, vinculándola con la dictadura militar.
El escándalo deja pendiente una pregunta ¿se puede hacer una “chicana” política haciendo alusión a un dirigente fallecido? Para la bancada kirchnerista fue una “canallada”. Sin embargo, el legislador oficialista no hizo otra cosa que recordar un hecho histórico, documentado, que tuvo lugar en la historia reciente del país. El problema es que cuando se pone la lupa en ciertos aspectos del “relato”, el pasado kirchnerista hace agua por todos lados.