“Para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”. La frase es del mismo Juan Domingo Perón. Y es mentira.
A ocho meses de las elecciones primarias obligatorias de Argentina, el panorama recuerda bastante a lo que ocurría en la víspera de la asunción de Mauricio Macri. El líder de Cambiemos no enamora (ahora mucho menos), pero el kirchnerismo duro espanta. Y espanta más de lo que no enamora el macrismo.
Mientras tanto, el peronismo mira de afuera y sufre una paradoja: no mide ni diez puntos, pero podría ganar las elecciones. Para que eso ocurra tendría que desaparecer Cristina Fernández de Kirchner (CFK), que no solo no desaparece, sino que sigue siendo la opositora con mayor perspectiva. El desastre económico de Cambiemos no hace otra cosa que consolidar el escenario.
No hay que ser matemático, tener una encuestadora ni pensarlo demasiado. La sumatoria del peronismo y del kirchnerismo le gana a Macri. Pero entre esos dos bandos de la oposición el que mide mucho más es el kirchnerismo, por lo que sería el que compita en una segunda vuelta, donde perdería por el rechazo al proyecto corrupto y autoritario de CFK.
Pero si la expresidente da un paso al costado, la totalidad de sus votos se le computarían al peronismo tradicional en un balotaje, que pondría en serios problemas a Cambiemos. Ni un solo voto del caudal K iría a lado del macrismo. La pregunta es clara. ¿Prefiere CFK otro Gobierno de Mauricio Macri, al que denomina como una verdadera pesadilla, al de un “compañero” peronista? Puede que sí. Esa ya fue su preferencia en 2015.
El antecedente de las últimas elecciones presidenciales y el factor CFK
Si uno va a los manuales de historia se encontrará con cifras. Nada menos, pero nada más. Los datos indican que Daniel Scioli, representante de una facción peronista de la mano del kirchnerismo, ganó la primera vuelta con el 37,08 %. Macri salió segundo con el 34,15 %. Un dato para tener en cuenta es que Sergio Massa, otro peronista que rompió hace años con CFK, cosechó un 21,39 %. En el balotaje Macri se impuso sobre Scioli 51,34 contra 48,66.
Lo que no dicen las estadísticas es que la expresidente le “puso” al candidato del peronismo a Carlos Zannini de postulante a vice, como una suerte de “comisario político”. La idea era evitar que el eventual presidente evite sueños independentistas a su influencia. Zannini representaba el kirchnerismo más duro e incondicional y “espantó” a cualquier votante moderado que haya podido considerar sufragar en contra de Macri.
Analistas políticos de cualquier color coincidirían que ese escueto 2,68 % de diferencia que marcó el rumbo de la historia, está más que justificado en el rechazo al “monje negro” de CFK. Si la expresidente se hacía a un lado y dejaba al peronismo tradicional presentar la fórmula más optima en cuanto a los deseos del electorado, hoy gobernaría el peronismo. Si Argentina estaría mejor o peor es otra historia y es incierto. Pero lo que es innegable es que CFK le dio la presidencia a Macri.
Claro que ella prefería que gane su versión del peronismo. Pero lo cierto es que consideró “menos malo” a Mauricio Macri que a un Partido Justicialista que no le respondía.
Para el análisis quedan los motivos de esta preferencia, que refuta la máxima de Juan Domingo Perón. A pesar de la frase del caudillo, la historia ha demostrado que para un peronista, los máximos enemigos siempre son también peronistas. ¿Será por el temor de los dos antecedentes pos-Perón?
Cuando ascendió Carlos Menem se convirtió en el único líder. Cuando lo reemplazó Eduardo Duhalde, el riojano fue borrado del esquema de poder. Pero cuando fue el turno de Néstor Kirchner, que llegó de la mano de Duhalde, la historia se repitió y el bonaerense fue erradicado de la mesa chica. Pareciera que para el peronista que llega no hay nada mejor que borrar al peronista anterior. Esta podría ser una de las causas por las cuales CFK le puso la banda presidencial a Macri, aunque se rehusó a hacerlo en el plano de lo físico y real.
Hoy el panorama es similar y todos los reflectores apuntan a la exmandataria, que por momentos más que opositora parece la socia ideal del actual presidente.