En Buenos Aires las cosas pueden ponerse difíciles para los que manejen un Uber, o para un pasajero que decida utilizar el servicio, por la razón que fuera. Ya hay varios antecedentes de episodios violentos donde las mafias denominadas “Caza Uber” dañan un vehículo o lastiman a un pasajero que utiliza la aplicación.
El sindicato de taxis está enojado. Su lobby les alcanzó para la política, pero perdieron la batalla en la justicia. Aunque la legislatura porteña aprobó una ley liberticida que imponía durísimas multas a los conductores, la justicia la dejó en la nada cuando hubo que aplicarla. Los diputados de todos los partidos (macristas, socialistas, kirchneristas…todos) levantaron la mano para que la policía pueda quitarle el carnet de conductor al trabajador, que además debería pagar una multa de miles de pesos. Pero cuando comenzaron las primeras disputas legales, la patética y vergonzosa iniciativa legislativa perdió peso. Fue entonces cuando varios grupos de taxistas se organizaron para amedrentar, operando como grupos paraestatales.
Los “caza Uber” se organizan de varias maneras. Tienen registro de las patentes de los autos de la competencia, aguardan en lugares públicos a sospechosos pasajeros y hasta crean usuarios de Uber para pedir un auto y atacarlo al momento del arribo.
Todo esto no hace otra cosa que incrementar el rechazo de la ciudadanía, que repudia por completo el accionar mafioso e incrementa el número de clientes de la aplicación a diario. Parece que la indignación a veces puede más que el miedo.
El último fin de semana, una joven documentó un nuevo ataque, cuando se estaba por subir a un vehículo. Según la víctima, el auto no era un Uber, sino el coche particular de su pareja. Lo cierto es que, sea como sea, nada justifica la agresión y la prepotencia de los energúmenos que la increparon y le tiraron su celular al piso.
En la filmación se ve como los delincuentes abordan al auto como a la mujer, con una actitud que no deberían tener ni siquiera las autoridades. Cuando la persona le advierte que lo estaba filmando y que llamaría a la policía, el matón directamente le arroja el teléfono al piso. Sin embargo, las imágenes quedaron registradas y fueron transmitidas por todos los medios de comunicación.
El intendente Horacio Rodríguez Larreta debería aceptar que la ciudadanía de Buenos Aires ya aceptó la aplicación y que miles de personas decidieron trabajar con ella. Seguir poniendo palos en la rueda a la competencia, no hace otra cosa que darle argumentos a los violentos, que salen a la calle a dañar propiedad privada y a intentar hacer absurdos “arrestos ciudadanos”.
Si la violencia no es detenida con todo el peso de la ley y con la necesaria predisposición política, en cualquier momento Buenos Aires lamentará mucho más que un vidrio o una nariz rota. Y el gobierno municipal será el gran responsable de una tragedia, que ojalá no ocurra.