La política es compleja. Y la versión Argentina es aún peor. Mientras se debería apelar a la honestidad de los candidatos a ejercer cargos públicos y a la previsibilidad de las políticas públicas a implementar, el escenario de las próximas elecciones presenta un panorama paradójico.
Si algo tienen en común las principales propuestas electorales es la negación a realizar reformas de fondo. El macrismo, que en 2015 llegó al Gobierno prometiendo terminar con la crispación y corrupción de Néstor y Cristina Kirchner, hoy promete lo mismo. Pero en un panorama más complicado. Todas las variables económicas están peor que hace tres años y lo único que tiene Mauricio Macri para ofrecerle a su electorado es que él no es CFK.
Por el lado del kirchnerismo la propuesta es simple: volver atrás en el tiempo y llevar a la Argentina, como si fuese cuestión de atrasar las escenas de una película en DVD, al panorama de 2015. Pero esto es una estafa. La misma Cristina Fernández es consciente que dejó una olla a presión y que no es posible volver a aquel escenario distorsivo como por arte de magia.
Las propuestas concretas que realiza el espacio K son, como se dice usualmente, “echar más leña al fuego”. Volver a aplicar las mismas políticas que, al fin y al cabo, generaron la situación que hoy atraviesa la Argentina. Cabe destacar que la gestión de Cambiemos no solo no es inocente, sino que ya es cómplice. El programa “gradualista” no hizo otra cosa que hundir más el barco y los argentinos, sobre todo los que menos tienen, advierten que la situación es desastrosa. Solamente la comparación con el infierno venezolano hace que Argentina no sea la vergüenza máxima de la región.
El ”peronismo no K” no hace otra cosa que diferenciarse de la famosa “grieta” entre macristas y kirchneristas. Aunque la mayoría de sus cuadros fueron parte orgánica fundamental del kirchnerismo, esto no los detiene a la hora de buscar diferenciarse de la expresidente. A pesar de que no hay propuestas superadoras al fracaso de Cambiemos, se dan el lujo de señalar los desaciertos del Gobierno, como si ellos estuvieran en condiciones de hacerlo mejor. Dadas las propuestas mercantilistas de este sector, dignas del fascismo italiano de la década del treinta y cuarenta, de acceder al poder este espacio nada bueno se puede esperar de Argentina.
En el caso de que estos sectores estén participando de una segunda vuelta, muchos argentinos se preguntan a quién votar. ¿Al macrismo que ha hecho casi todo mal?, ¿al kirchnerismo que generó la desgracia que el macrismo empeoró? o ¿al peronismo que en el pasado ya ha dado un timonazo inesperado en el Gobierno de Carlos Menem, realizando reformas que pocos esperaban del riojano?
Lamentablemente, lo único que se puede hacer en estas circunstancias es apostar al que se perciba como “el mentiroso”. Si Macri, Cristina u otro peronista hacen lo que dicen, Argentina va al colapso. Dados los peligrosos adelantos que el Gobierno de Cambiemos consiguió del FMI, de no haber un cambio radical en las condiciones del país, Argentina está al borde del default. Y las circunstancias extremas requieren medidas acordes.
En el caso del oficialismo, pocos deben saber qué es lo que pasa en la cabeza de Macri. Para que Cambiemos llegue a buen puerto luego de un hipotético segundo mandato, el presidente tiene que hacer todo lo que no hizo desde 2015, del día uno. Es decir, todo lo que dice que no puede hacer.
¿Se puede esperar un cristinismo distinto? La expresidente es pragmática. Aunque su electorado sea de lo más ideologizado de la política argentina, ella es, sin ser peyorativo, una “bicha política”. Entiende el momento y opera según las circunstancias. El mero instinto de supervivencia le indicaría a Cristina Fernández que tiene que hacer algo completamente distinto a su primera gestión. No hay margen para otra cosa. Para esto no hay que apelar a un aprendizaje como el que realizó el peruano Alan García. Bastaría confiar en el instinto de supervivencia de una dirigente política que, más allá de cualquier consideración, no tiene un pelo de tonta.
Finalmente, el peronismo sería el actor que podría cambiar más fácilmente de discurso y rumbo conceptual sin causar tantas sorpresas. Ya lo ha hecho en el pasado y podría volver a hacerlo en cualquier momento. La ideología del peronismo es el poder y la experiencia kirchnerista ya le sacó demasiado: el Gobierno nacional y la provincia de Buenos Aires. Si el peronismo vuelve, va a querer quedarse y para eso necesita imperiosamente generar un esquema sustentable en el ámbito económico.
Con este triste panorama no hay mucho más que hacer que apostar al que se crea que está mintiendo. El que dice una cosa, pero que en el caso de llegar al gobierno hará algo completamente distinto.